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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

Relojes

Relojes de Cartier, Rolex y Patek Philippe

Ana Fernández

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Hace años, en los ritos de tránsito hacia la edad adulta se regalaban masivamente relojes verdaderos: bellos mecanismos de pulsera que miden el tiempo, solo el tiempo, sin zarandajas ni conexiones a Internet.

Sé de la utilidad del reloj inteligente y tengo la mala costumbre de mirar la hora en el móvil, pero eso no resta un ápice de valor a la carga simbólica del reloj de esfera. En su círculo, quedan representados el día entero, los decisivos cinco minutos, el productivo cuarto de hora, la siesta breve, la media horita de saludable caminata. El digital, en cambio, emite números que huyen con el vértigo del cronómetro y la sensación de no gobernar nuestro tiempo.

De cualquier forma, el reloj marca inexorable mientras que mi percepción temporal puede estirarse como los derretidos relojes de Dalí, una tarde cualquiera de alerta amarilla junto a la Mezquita de Córdoba, joya universal que, una y otra vez, en todas las décadas, visitan jefes de estado, guiados, una y otra vez, por una jerarquía religiosa que persiste en atrasar sus relojes. O eso me parece.

Los cuarenta grados aceleran las manecillas y las neuronas; hay que incidir en nuestra posesión del tiempo, ir contra enemigos como la precariedad y la no desconexión, que devoran vidas y horas libres de calidad de miles de personas que maltrabajan.

Pasé mucho rato saltando de una idea a otra, luego me puse a admirar los relojes más hermosos del mundo: Rolex, Cartier, Patek-Philippe. Son tesoros que puedes dejar en herencia. No van a hundirse en la miseria como algunos fondos de inversión. Están fabricados por maestros y artistas de altísima cualificación. Sus marcas poseen políticas de compromiso ético respecto al origen del oro y los diamantes y el cuidado del medioambiente, y apoyan las artes y las causas nobles. Pero, ¿cuál es el mayor tesoro? Ser dueño/a de tu tiempo. Sin duda.  

 

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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