Mi nombre es Bond, James Bond
Me extrañaría que cualquier persona mayor de 18 años no haya oído esta frase mítica. Bueno, a lo mejor hay algún despistado, porque en esta vida hay pocas verdades absolutas. Luego salieron otras, como “soy Lolo, Ma-nolo”, españolizando al personaje, pero vamos, no llegó a buen puerto (gracias a Dios).
A lo que vamos, que me pierdo. Podemos decir que casi cualquiera identifica la frase y el personaje. Algunos sabrán que James Bond es un espía, otros que es el agente de espionaje del MI6 y los más frikis, que es un personaje de las novelas de Ian Fleming, que siempre sale ileso de sus aventuras y que es un “ligón” indomable.
Pero todo el que lo conoce, sin excepción, sabe que esa frase es suya, que siempre hay un momento en las películas en que lo dice y es como el momento “ooooh, ahí está él”. Y piensas: “Sin lugar a dudas, es Bond, James Bond, y ¡es la caña!”.
Y dirás, ¿a qué viene ahora esto? Muy fácil. ¿Crees que cuando te presentas a un cliente piensan igual? Veréis. Nuestra identidad como personas, como profesionales y, por supuesto, nuestra empresa, deben causar la misma sensación que la de Bond en nuestros clientes.
Hace tiempo comprendí que la imagen que trasladamos de nosotros es la que hace que se nos identifique, positiva o negativamente (ojo con esto), con nuestra marca. Las empresas tenemos una marca que vender y comunicar, tenemos la necesidad de mostrar a través de ellas nuestras virtudes, lo buenos que somos. Han de ser nuestro valor diferencial en el sector. Cuando los clientes vean nuestra marca, automáticamente han de asociar lo que somos, lo que hacemos, cómo lo hacemos, nuestros valores y todas aquellas características positivas por las que queremos que se nos identifique.
Pero como he comentado otras veces, las empresas son personas y, por tanto, la marca que representamos al final siempre va a estar relacionada a una o unas personas. Dejando al margen, por supuesto, marcas consolidadas y multinacionales que ya están más que asociadas en su sector. Estamos hablando de microempresas o “minimicroempresas”, como me gusta llamar a mí a ese % tan grande de empresas y autónomos que bregamos día a día.
Tenemos que intentar que nuestras empresas sean reconocidas con solo oír su nombre o ver su logo (como Bond). Que cuando digamos que somos nosotros, de nuestra empresa, automáticamente despierten en la mente recuerdos positivos sobre nosotros, nuestros trabajos, nuestra forma de trabajar y tratar a los clientes, entre otras muchas cosas.
Si somos capaces de despertar esas sensaciones en las personas, en los clientes, seremos capaces de asentar nuestras empresas. Cada una tendrá sus características, pero nosotros hemos de ser capaces de poner en valor las nuestras. Y en todo eso será muy importante nuestra participación. Ser capaces de mostrar nuestras virtudes y que se nos reconozca por ello. Hay que ser buenos, ser honestos y no fallar. Si un cliente deja de trabajar con nosotros, que no sea jamás porque le hemos fallado. Puede irse por muchas cosas, pero que nunca sea por eso. Porque entonces nuestra marca no valdrá nada.
Tenemos que buscar que nuestra marca resuene cuando la presentamos. Que cuando la digamos, automáticamente el cliente la reconozca. Y en ello, tendremos mucha culpa nosotros de cómo lo transmitamos. Tenemos que ser capaces de ligar la marca con nosotros, y que se nos llene el mensaje a la hora de presentar nuestras credenciales.
Por eso te invito a que practiques y a que pienses si tienes una estrategia de comunicación acorde a TI y a TU MARCA. Si cuando te presentas, tu empresa transmite lo que tú deseas. Si al decir tu nombre, y a quién representas, automáticamente despiertas buenas sensaciones.
Porque recuerda, jamás será lo mismo decir “soy Bond, James Bond” que “Lolo, Ma-nolo”.
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