La Navidad empieza en 3, 2, 1... ¡Ya!
En este puente de la margarita hemos engalanado nuestros hogares con árboles navideños, belenes, centros de mesa con purpurina y más de una bandeja de polvorones, bombones, turrones, fruta escarchada (aunque no nos lo creamos, hay gente que se la come), acompañada de la correspondiente botella de Machaquito y sus vasos de chupito.
Esta estampa cada vez se nos hace más cercana debido a que en muchos supermercados, la oferta de dulces navideños va justo después de la campaña escolar, sin olvidar las ventas pro viaje de fin de curso de participaciones de lotería y cajas de polvorones realizadas por nuestros estudiantes allegados y no tan allegados, a los que hay que comprarles lotería por si toca y polvorones porque ¡qué leches! ¡Hay que ayudarles como nos ayudaron a nosotros!
Junto a los adornos, dulces y compras teledirigidas, en este mes se nos amontonan varias celebraciones y nuestro organismo sufre en demasía esos excesos que se suelen manifestar en un par de kilos de más, hinchazón y ardores de la muerte.
Aquí dejo algunos consejitos de fácil aplicación que puede que nos ayuden a que el Grinch navideño no haga su agosto en nosotros:
- Los días especiales son en realidad cinco: la comida de empresa, Nochebuena, Navidad, Noche Vieja y el día de Reyes. Puede que caiga algún día más con los amigos pero con esos vamos bien. El resto de los días no está de más cuidarse un poquito y volver a ritmos normales de ingesta.
- Intentar caminar al menos treinta minutos diarios a ritmo rápido. En Pascuas no cierran los gimnasios, tampoco los circuitos urbanos y mucho menos la avenida del colesterol. De paso, si vamos por allí, podemos intentar enfriarnos las posaderas con la pista de hielo y pasar un rato de lo más divertido.
- ¡Ojo con las porciones! Si comemos o cenamos en plan buffet recomiendo: servirse en el plato lo que nos vayamos a comer, detener la ingesta una vez saciados y no poner tanta cantidad de comida en las mesas como si no hubiera un mañana. Por el contrario, si en casa se realizan estas celebraciones a modo tradicional: elegir un segundo plato de pescado en vez de carne, evitar grandes porciones e incluir verduras como guarnición.
- Controlar la ingesta de alcohol: no es necesario tomarse dos cervezas antes de comer, ni celebrar la sobremesa con chupitos ni combinados ya que: el alcohol no tiene ningún beneficio para la salud, tampoco es digestivo, produce sobrecarga hepática y son calorías vacías (cada gramo de alcohol son 7 kcal/g). Y además, puede que se nos suelte la lengua de más con el “cuñao” de turno y escupamos improperios “producto de nuestra imaginación”, que desemboquen en rencillas familiares y tensiones futuras.
- No olvidarnos de beber agua sobre todo tras la ingesta de bebidas alcohólicas que nos deshidratan en profundidad. El agua con gas y unas rodajas de limón es muy buena opción.
- Hacer presente a la fruta en nuestras comidas en forma de brochetas, bandejas e incluir la piña (para el niño y la niña) ya que: es altamente digestiva, contiene fibra, es antiinflamatoria, controla los niveles de glucosa en sangre y es rica en vitamina C.
- Evitar los picoteos entre horas y mientras estamos “con las manos en la masa”.
- Cocinar menos cantidad para no tener que hacer croquetas de todas las sobras. Tened en cuenta que la mayoría de las veces tras terminar los entrantes estamos llenos y con una sopa de marisco o algo similar estaríamos ya “a puntito de reventar”.
- En cuanto a las salsas, que suelen ser hipercalóricas y demasiado grasientas, recomiendo sustituirlas por las hechas con yogur en vez de con nata, utilizar especias, si hacemos mayonesa que sea casera y de AOVE, y cambiar la bechamel tradicional por un puré de calabacín espeso que realiza la misma función.
Y a fin de cuentas disfruten sin olvidarse de cuidar el único lugar que tienen para vivir.
“Ojalá pudiésemos meter el espíritu de Navidad en jarros y abrir un jarro cada mes del año”. Harlan Miller
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