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El Nieto de Drácula

Juez Ravo

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Cuento cosas. No en el sentido de narrar. Cuento cosas: una, dos, tres, catorce. Las cuento sin dopaje, como Alberto Contador. Más que una costumbre, es una tara. También la tenían Dustin  Hoffman en Rain Man o el compañero negro de Forrest Gump en la guerra del Vietnam, con los distintos platos que se pueden cocinar con las gambas. Así, un día cuento el número de personas que van con una barra de pan bajo el brazo y el siguiente día cuento la gente que lleva corbata. La premisa es que tiene que tratarse de algo absurdo y carente de significado. Nada de contar derechos suprimidos al ciudadano o el número de políticos corruptos per cápita a los que cabemos cada español, por ejemplo. Hoy cuento patillas:

Dos abogados esperan a entrar a juicio con la toga ya puesta. Visten dos patillas perfectamente perfiladas, alargándose hasta llegar a la comisura de los labios. Uno está apoyado sobre un cartel en el que reza “Por el cumplimiento de la legalidad en juzgados y tribunales”. Sólo alcanzo a leer:

                                                                                                     MIENTO DE LA LEGALIDAD

                                                                                                                    GADOS Y

                                                                                                                  LES

Se nota que hay afinidad entre ellos, por el pleito y la patilla. Dos patillas.

La siguiente patilla aparece en un careo. La práctica habitual recurre a este tipo de encuentros para contrastar las diversas versiones que tienen los peritos de un mismo hecho. Versiones expertas. Uno de ellos sostiene una teoría inverosímil. El abogado se tapa la cara de la visión del juez y me mira, desternillándose de la risa. El perito lleva una patilla que cada vez se estrecha más, hasta desaparecer en su cara.

Veo a un hombre en un pasillo, con chándal, camisa y pobladas patillas. Ya van cuatro. Junto a él hay un extraño elemento. Aprovecho para dar alerta a la prensa del hallazgo.

Mientras preparo la cena escucho a Tindersticks. Su cantante, el Señor Grapas (Stuart Staples para los amigos) goza de amplias patillas. Podría ser un gran representante de la marca Spagniolo. Son más de veinte años los que llevan en activo. Han sabido olisquear, con la meticulosidad de un perro, el pop orquestal, y reproducirlo con bajo, guitarra, teclado y saxo.

Enciendo la somnífera televisión. Están pasando La Guerra de las Galaxias. Hay una reunión del partido único del Imperio. A Darth Vader le dan ganas de estrangular a uno de sus comandantes, en una clara alusión a Rajoy y Bárcenas. También está una persona mayor, Christopher Lee. Cualquiera podría ser su nieto. Todos lucen unas patillas muy de los setenta. Una galaxia muy, muy lejana, pero un universo paralelo, al fin y al cabo. Duermo. Despierto con la explosión de la Estrella de la Muerte. Adiós patillas. Los rebeldes no han sabido respetar el Patrimonio de la Humanidad. Me marcho a la cama a contar ovejas.

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