El cura de la Play Station 4
Allá donde llevamos la vista, el oído o nuestros pasos somos tentados por infinitas campañas de marketing. Lo que no sabía yo es que también había marketing allá donde llevamos nuestra alma. No es ninguna historia lo que voy a contar, sino una crónica real como la vida misma.
En uno de los barrios emergentes de nuestra capital, un sacerdote estaba muy preocupado por el aumento de la edad media de sus clientes. Se partía el coco con el asunto, quizá asustado porque se le acabara el “negociado”. La baja asistencia de los niños a las catequesis conseguía quitarle el sueño. Tiró de refranero nuestro cura y se aplicó el “si no puedes con él, únete”. Al abrir la temporada de catequesis, ante la incrédula mirada de los catequistas y los futuros sacramentados, se sacó de la chistera, o de la sotana, una cartilla igualita a la que dan en los periódicos cuando se empieza una promoción.
- ¡Queridos niños! Este año va a ser muy provechoso ir a misa los domingos. Cada vez que asistáis a tan católica reunión, os daré una pegatina para que vayáis rellenando la cartilla.
- ¿Y para qué queremos la cartilla y las pegatinas, padre? - preguntó uno de los críos más avispados.
- Los que más pegatinas tengáis seréis muy afortunados. Entre ellos, los más fieles cristianos, sortearé una ¡¡¡PLAY STATION 4!!!
Imaginen los vítores de los niños. Poco faltó para que lo sacaran a hombros. Pueden imaginar que la medida ha sido un éxito tanto en asistencia como en recaudación. Parece ser que la mayoría de las madres están encantadas con la idea y son más generosas cuando se pasa el cepillo, porque “de algo sitio tiene que salir el dinero del premio”.
A pesar de que muchos niños han prohibido a sus padres disfrutar el puente de San Rafael fuera de la ciudad, porque había que fichar el domingo en misa, parece que la afluencia de tan señalado fin de semana no fue la esperada por el sacerdote. Cuando los pocos fieles imberbes esperaban su pegatina, fueron objeto de un “donde dije digo, digo Diego”. El párroco, en lugar de pegatina, fue repartiendo un paquete de gusanitos Cheetos a cada uno. Cuando los padres se quejaron de tan inesperado cambio (o de que sus hijos salieran de misa con las dedos más rojos que un salmonete) la explicación fue demoledora:
- Es que si reparto pegatinas hoy, se me quedan descolgados muchos, y entonces dejarán de venir a misa al no tener ya opción de ganar la PLAY.
Medio convencidos los niños con su piscolabis, y no tanto los padres, el señor cura cogió el micrófono del altar para acompañar la bendición con un último consejo:
- Comeos, hijos míos, los gusanitos hoy sin falta...¡porque caducan mañana!
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