Travelling
Pasa el día, como una suma de escenas, como una enumeración de palabras que no acaban de conformar la frase. Como el sustantivo que sin verbo no se realiza, se queda solitario, en una esquina, quieto, esperando acción. Solitario, como un adjetivo sin tener a quien calificar. Perdido como el que caza mensajes sueltos (spam) de una conversación lejana; como un puzzle al que siempre le faltan piezas. Pasa el día, ¿verdad?, sin que la frase final tenga sentido aparente, como un cuento surrealista. La tele encendida no se explica bien, el presentador usa palabras poco coloquiales, elevando el discurso como intentado disimular que no sabe de lo que habla pero que sí sabe hablar; y nosotros lo aceptamos, y cuando alguien -como un niño- nos pregunta qué ha querido decir, repetimos la frase, calcando las palabras de la tele, con cara de asombro.
Se abre el telón y aparece una ciudad, con sus calles, sus edificios, sus parques, sus zonas urbanas, sus zonas industriales, sus zonas indeterminadas (véase zonas en las que confluyen los límites y la hierba coloniza el adoquín, o el adoquín la hierba). Se abre el telón y tarda en aparecer la gente, y cuando aparece, la gente es un edificio más. Y uno no lo entiende, y lo mira una y otra vez, lo vuelve a mirar, cierra y abre los ojos y cierra el telón. Amaga con irse de la habitación pero voluntarioso recula, vuelve a abrirlo y se repiten las náuseas, así que compra una videocámara, un trípode y los sitúa frente a la escena. Graba durante horas y pasados unos días reproduce la grabación a cámara lenta.
Entonces es cuando, sobre los raíles del travelling lento, uno atraviesa la ciudad y ve algo, cuando las palabras poco coloquiales han desaparecido y han dado paso a las palabras de los matices en los gestos, cuando el vídeo te enseña cómo son los ritmos a los que crece la hierba, cómo habla la gente en los cruces; te enseña a restarle importancia a lo definitivo, a lo seguro, para valorar los placeres menores. Pasa entonces el vídeo del día y uno entiende lo ocurrido entonces, y aprende a no ser definitivo en las afirmaciones, a no saberlo todo siempre, a no sentenciar con la palabra, a escuchar para entender al día.
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