Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
El incendio de la democracia
El 15-M nació al calor de la lucha contra el bipartidismo, ese pacto entre el PP y el PSOE para los grandes asuntos de estado, aunque en el día a día se llevaran a matar. Ahí está la última reforma de la Constitución, por ejemplo, en la que se prioriza el pago de la deuda. O la manera en la que se gestionó la abdicación de Juan Carlos I sin que se pusiera en riesgo la monarquía. Pero poco más.
El PP, por el centro y la derecha, y el PSOE, por su izquierda, se vieron amenazados. Entendieron que si firmaban cualquier tipo de acuerdo, por escaso que fuese, sus nuevos rivales políticos le iban a limar terreno, como estuvo muy cerca de ocurrir. Al PP lo rescató Ciudadanos con una extraña política de pactos autonómicos y municipales. Al PSOE no lo sorpasó Podemos por poco.
Creo que una parte de la polarización política de los últimos años viene de ahí. El PP mantuvo cinco años el Consejo General del Poder Judicial sin renovar por no pactar con el PSOE, entre otros motivos. Y al PSOE ha dejado de apetecerle desde que Pedro Sánchez es su secretario general llegar a cualquier acuerdo con el PP, aunque los populares no quieran. Se han acabado los pactos de estado. El consenso está mal visto. O parece que quita votos.
La irrupción de las redes sociales, de los algoritmos manipulados y de la política emocional ha provocado que esos acuerdos con el diferente sean a día de hoy una utopía. Por mucho que hayamos estudiado, o quizás vivido, que el gran éxito de la consolidación de la democracia pasa por la Transición que, con todos sus defectos, sentó a firmar la Constitución a históricos rivales políticos que 40 años antes se habían estado matando. Insisto, con todos los matices que tiene una Transición que no fue tan modélica y que no todo el mundo apoyó.
Con el paso de los años la polarización ha ido in crescendo, en una tendencia que no es solo nacional. Ahí están Trump, Orban, Putin, Meloni, el Brexit, el resurgimiento de la extrema derecha en Alemania o el Frente Nacional de Francia. España ni es diferente ni es especial.
Este verano, el país ha dado un paso más hacia el abismo insalvable de la polarización. Comenzó con los sucesos de Torre Pacheco y ha acabado con los incendios forestales que han quemado a medio país. El PP y el PSOE solo se han puesto de acuerdo en atizarse. Y sin equidistancia, está claro que la hipérbole de la gestión forestal ha estado en la gestión de las comunidades autónomas del PP, que han intentado protegerse de la crisis apuntando a Pedro Sánchez como el hombre que lo hace todo mal en España.
En este punto, los estrategas de los dos grandes partidos deberían entender algo: ninguno de los dos va a ganar nada. Más bien la que va a triunfar es la antipolítica. El discurso que ha calado es el de que “todos los políticos son iguales” y que al final todos roban, todos lo hacen mal y todos miran hacia sus intereses. ¿Todos? No, siempre llegará un salvador, alguien limpio de polvo y paja. Un Bukele, un Milei, un Trump. Un outsider. Un populista.
Es terrible pensar que es la propia democracia la que acabará armando su destrucción. Y escuchar cómo en el 2025 se comienza a normalizar el discurso de que ante todo lo que estamos viendo ahora “con Franco no se vivía tan mal” entre los ciudadanos más comunes que hace bastante poco tiempo lo consideraban un dictador terrible y despreciable.
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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