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La Filmoteca feminista

Ángel Ramírez

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A cierta derecha de la ciudad le pone la Filmoteca de Andalucía. Supongo que ven a cuarenta personas pagando menos de un euro por ver una película vietnamita en versión original en un palacete junto a la Mezquita y piensan que a donde vamos a llegar, que los palacios no son para que lxs progres vengan a hacerse los interesantes. Imagino que entran allí y ya están viendo el espacio lleno de mesas redondas, con sus manteles blancos, las sillas con sus lazos, a setenta euros el cubierto, y el pastizal que la coalición inmobiliario-restauradora podría ganar. Pero no, es una Filmoteca, y además de otras cosas, se ven películas.

En concreto, el pasado jueves estrenaron “Yo decido. El Tren de la libertad”, una película realizada por el Colectivo de Mujeres Cineastas y Medios Audiovisuales (CIMA), un testimonio de la movilización de muchas mujeres contra la reforma de la ley que regula el aborto (no pude asistir, y lo siento). Que la proyección haya sido en la Filmoteca ha sido suficiente para que la líen parda. De entre los comentarios críticos me quedo con el titular de ABC  del 11 de julio“Y la Filmoteca gritó: Viva el Feminismo”, una excentricidad vamos, parece que R.C.M., que firma la noticia, considera un uso ilegítimo que la Filmoteca albergue una actividad feminista. La Filmoteca no es que pueda albergar una actividad feminista, no es que pueda ser feminista, es que debe serlo. La condición feminista es inseparable de la condición democrática, porque la igualdad y la libertad son la razón de la existencia de ambas. La igualdad de todxs lxs ciudadanxs es el objetivo de la democracia, y la igualdad entre hombres y mujeres el del feminismo, o sea, lo mismo. Así que la Filmoteca debe ser feminista, y la Junta de Andalucía, y el Ayuntamiento, y la Oficina del Casco Histórico.

No hay democracia que pueda no ser feminista, como no hay democracia que pueda no ser ecologista. El ecologismo es la proyección en el tiempo del principio de igualdad, garantizar que las personas futuras tienen los recursos naturales para llevar una vida digna, y por lo tanto la evitación de que las generaciones actuales los dilapidemos. Obviamente hay propuestas que hacen de ambos aspectos su eje central, defendiendo un proyecto de máximos que no tiene que ser compartido por todxs, pero los objetivos y las motivaciones feminista y ecologista son requisitos de la democracia, y por tanto deben ser una reivindicación de todxs lxs demócratas. Así que cuando alguien descalifica a algo o alguien llamándole feminista o ecologista (es más frecuente lo primero, que es cosa de mujeres) debería pensar en qué posición se está situando

Por cierto, y ya que estamos. Cada vez me sorprendo más a menudo viendo como la izquierda asume una especie de machismo por omisión, un mirar para otro lado, vía la aceptación de cierta vulgata neoliberal por la que ha sido el mercado (o sea, las respectivas capacidades) las que han colocado a cada unx donde está , o vía el más pragmático “no me mires a mí que yo no he sido, aunque me esté beneficiando de ello, y no haya hecho nada por evitarlo”. Veo a las feministas más solas que en otros momentos, y a muchos hombres que a priori podrían compartir su reivindicación, acomodados, dando por ganada una batalla a la que le queda mucho, o quizás convirtiendo su inseguridad, sus miedos, en una pasividad cómplice.

De nuevo vuelve a ser normal ver a hombres en casi todos los puestos de responsabilidad, y que nos seleccionemos unos a otros para compartir los espacios públicos y de gestión, siempre hay un argumento meritocrático, funcional o histórico para justificarlo, cuando en el fondo no hay más que uno, es más fácil no hacer nada contra una situación que nos beneficia que luchar por cambiarla. Sé que tenemos demasiadas carpetas abiertas, muchos objetivos a los que dedicar nuestra energía, injusticias que nos apelan, pero no podemos perder el norte y tener claro que sin esta revolución, nada de lo que consigamos valdrá la pena.

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