Éramos nosotros

Había algo extraño, desde el principio. Cuando contraté el viaje en la web no noté nada, ni siquiera cuando él se bajó del coche a saludarme y meter nuestro equipaje en el maletero. Hasta ahí todo normal, como suele ser en Blablacar, todo correcto. Este verano llevo ya unos cuantos y he conocido a uno que está haciendo un master de no sé qué (era algo raro), un soldado de Cerro Muriano, y a otros que ni les he preguntado, es muy antiguo eso de preguntar a qué te dedicas. Pero hoy era distinto, había una familiaridad especial, todo lo que nos contaba esa pareja que parecía poco años más joven que nosotros nos resultaba cercano, propio.

Y tan cercano, como que éramos nosotros. Comenzaron a hablar de sus dos hijos, de la ciudad, de sus veraneos, los colegios, los deportes, y pronto  pensé que eso ya lo había oído antes, que además me lo había oido a mí.  No hacían más que repetirme las cosas que yo cuento pesadamente a todo el que se presta, y comencé a sospechar que pasaba algo extraño. Para cerciorarme colé en la conversación las preguntas que hacen las compañías para autentificar las cuentas de correo,  si prefieres la playa o la sierra, grupo de música favorito, primera empresa en la que trabajaste, cosas así. Éramos nosotros, nosotros con coche y llevando a los niños a clases de inglés.

Primero intenté ver el rostro de él, Roberto se llamaba, por si me daba alguna pista, pero apenas pude ver más que su mejilla, estaba yo sentado justo a su espalda, y llevaba, como su pareja, unas amplias gafas de sol. Todo era tan exacto, el gusto por las excursiones por Trasierra, la importancia de las artes, que me dí cuenta que algo pasaba, era imposible que dos parejas tan iguales, con solo dos pequeñas variaciones, se produjeran por azar, algo estaba ocurriendo. Me puse a pensar en otra gente que había conocido y llegué a la conclusión de que estábamos en algo gordo, y que en ese común viaje de Blablacar,  hoy 1 de agosto de 2017, empezaba a conocer algo que me cambiaría la vida.