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Iconografía de saludos (que nunca debieron producirse)

Sebastián De la Obra

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Un 23 de octubre de 1940, Francisco Franco y Adolf Hitler se encontraban en la estación de tren de Hendaya. Franco alargó su brazo derecho para estrechar la mano de Hitler (se cruzan los dedos pulgares y los cuatro restantes abrazan la mano del saludado). La imagen muestra a Franco sonriendo y colocando la mano izquierda encima de la mano de Hitler. Era un gesto que iba más allá del saludo protocolario. Había empatía. Cuando comienzan a andar por el andén, Franco toma el brazo de Hitler a la altura del codo (antebrazo)... Se trataba de un verdadero gesto de acompañamiento allí donde el destino los llevase. Un verdadero saludo. Coincidían en casi todo, pero este saludo nunca debió producirse.

El 1 de abril de 1987, Juan Pablo II es recibido en Santiago de Chile por Augusto Pinochet. Se estrechan las manos. Al día siguiente el Papa visita al dictador en el Palacio de la Moneda. Pinochet lo recibe, alarga su brazo derecho y aprisiona con sus dos manos la mano de Juan Pablo II. Ambos salieron a saludar desde el balcón a la muchedumbre que los aclamaba. No sé en cuantas cosas coincidían pero estos saludos nunca debieron producirse.

El i de junio de 2004, Juan Carlos I recibe en el Palacio de la Zarzuela a Basher Al Assad. Sonriendo alarga su brazo derecho para estrechar, con su mano, la mano de su invitado, mientras con su mano izquierda recoge el codo derecho de Al Assad. Toda la imagen derrocha amistad. Vayan ustedes a saber cuántas coincidencias podían tener... pero este saludo nunca debió producirse.

El 10 de noviembre de 2010, el ex ministro Miguel Ángel Moratinos se entrevista con el presidente de Túnez, Ben Ali (escasamente dos meses antes de su caída). Estrechan sus manos. Sonríen. Continúan sonriendo, sentados ya, en el palacio presidencial. No creo que coincidieran en casi nada (¿o sí?), pero este saludo nunca se debió de producir.

En la vulgata política, mediática y protocolaria se tiene la idea de que los saludos (y abrazos) entre las clases dirigentes son un ejercicio necesario y educado (más necesario que educado). Responde esta norma al “imperio de lo creado”. Los hechos son los hechos... vienen a decir. La política es la política... vienen a decir. No hay que ser mal educado con el invitado o el anfitrión. Esto lo dicen quienes, en momentos electorales ponen, en cuestión (y en solfa) los abrazos y saludos de los contrincantes (se produzcan en un rancho de Texas o en la ciudad de La Habana). Su cinismo no tiene límites. Están convencidos que la ética no tiene cabida en los saludos (realmente pienso que están convencidos que la ética tiene poca cabida en cualquier sitio).

Me puedo equivocar y son más inteligentes de lo que parecen. ¿Estarán poniendo en práctica el viejo proverbio oriental?. Ese proverbio dice: besa la mano de tu enemigo... hasta que se la partas.

Nota: algunos de estos saludos se podían haber evitado haciéndose los locos o los enfermos o dando un paso atrás con discreción. Estos saludos han provocado demasiado dolor. Demasiado.

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