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Desbocada orgía de pólenes

Sebastián De la Obra

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Las escenas de amor (y deseo) se deslizan, casi sin darnos cuenta, hasta conformar una extraña región deshabitada. Hay una inercia de instantes y silencios abandonados en el desarrollo de un acto de amor y deseo. Es un privilegio (y un gozo) vivirlo y, cuando no es posible, observarlo (y disfrutarlo). Viene a cuento este ejercicio evocador/provocador como consecuencia de las malditas alergias que padecemos (mi hijo y yo). Llevamos varias semanas padeciendo la alergia y a los causantes de semejante desdicha. Nos ponemos gafas de sol. Cerramos, a cal y canto, todas las ventanas. Intentamos respirar solo por la nariz (no siempre alcanzamos semejante perfección). Tenemos los ojos (y el ánimo) irritados. De vez en cuando se nos escapan lágrimas (unas pesan más que otras) y no nos atrevemos a preguntarnos el motivo. Las explicaciones siempre se dan más tarde. Ante semejante situación no se me ocurrió otra cosa que buscar una narración, lo suficientemente atractiva, que explicase que nos estaba sucediendo. En la adolescencia (y no solo) no hay nada que despierte mayor interés que vivir o describir una orgía. Por ahí empezó todo... Los pólenes son unos granos minúsculos que contienen células espermáticas producidas por el aparato reproductor masculino de las flores. Estas células son transportadas por el aire hasta fecundar el aparato reproductor femenino y... Es un minúsculo polvo amarillo imposible de ver. La natural mansedumbre de mi hijo se transforma en un pícaro gesto de conmiseración. Me está perdonando el ridículo esfuerzo de captar su atención.

Introduzco las palabras clave: Se trata de una desbocada orgía de pólenes. En marzo y abril pululan los procedentes de las coníferas, en mayo el polen de los plátanos de sombra, en mayo, junio y julio viajan por millones los procedentes de las gramíneas y del olivo... No hay manera. No lo puede ver. Pertenece a una cultura en la que lo que no se ve, no existe. Así es. Continuamos cerrando las ventanas, llorando sin preguntarnos el motivo y respirando como podemos. Esta increíble y hermosa orgía de pólenes seguirá su curso natural y nosotros intentaremos tomar precauciones. Al menos sabemos que nuestra reacción (alérgica) se produce ante un extraordinario acontecimiento de la naturaleza.

Nota: Mientras tanto en este periodo de alergias se está desarrollando una campaña electoral. Cupresáceas, coníferas y gramíneas pueblan todo el ambiente. Otras especies intentan levantar el vuelo con dificultad. Un castizo zampabollos hace bromas tabernarias sobre el tamaño de los flamenquines (su parroquia alaba su natural gracejo y lo exculpa de su impertinente machismo); una locuaz candidata construye eslogan tras eslogan para ocultar que su apuesta es la de mantener los muebles de su casa; un tercero en discordia aparece como alternativa de sí mismo (¿no había, sinceramente, ninguna posibilidad de renovación?); una cuarta, más vista que el tebeo (veinticinco años de representación política), ha conseguido aparecer como ¡novedad!, utilizando el antiguo juego de “hoy contigo, mañana con otro”. Y están los más pequeños, que se esfuerzan en volar con el viento en contra (y con los medios en contra). Estos me gustan. Me gusta su esfuerzo. Me agrada la posibilidad de imaginarlos y verlos. Las orgias de los grandes me las conozco (ya tengo demasiada edad). Han derivado en otra cosa. Esperando que pase este tiempo (y también la reacción alérgica), mi hijo y yo nos vamos a leer Las Mil y Una noches.

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