Si están leyendo esto es que han sobrevivido a la extorsión de los test de antígenos, a las comilonas, a la cena de Nochebuena con los que quedaron tras la criba del escupitajo o el bastoncillo violador, a los restos de comida y a las tonterías que hay que escribir estos días para tener -o creerlo- éxito social. Menos mal que llueve.
El nuevo libro (“Miénteme…si te atreves”) de Jose Luis Martin Ovejero enfoca fantásticamente la verdad y la mentira y el revelador lenguaje no verbal. Hace mucho tiempo empecé a “escuchar cuando veía” y a darme cuenta de lo que el cuerpo y los gestos revelan. En una primera cita con un cliente, o en una reunión desinhibida de amigos.
Estamos llegando al extremo en que o eres de los que creen que la verdad esta sobrevalorada y mientes más que hablas. Una vida de puro teatro. O eres de los sinceros a toda costa y te culpan de demoler a cada paso. Y es que la purita verdad, sin ambages, es como la lengua del volcán de la Palma. No deja nada a su paso.
Que el pavo de ayer de tu suegra fue un horror y le dijiste que estaba exquisito. Al primer grupo. Que tu hermana se había cortado el pelo a lo tazón y además está gorda como un sollo y le dijiste que parecía Cristobal Colón, al segundo. Que el sobrinito de tu marido es la viva imagen de Yoda y le dijiste a tu cuñada lo monísimo que está, al primero.
Las mentiras silenciosas, o sea el silencio sobre la verdad, también puntúa. Que viste salir a la novia de tu amigo de un garito achuchada con otro y te callas, al primer grupo. Que el amor se acabó, duermes en otro cuarto y le echas la culpa al estrés, también al primero. Las víctimas que quieren ser engañadas y las burdas mentiras que no te crees ni tú, puntúan para estar en el segundo.
Parece que está claro que todos mentimos. Porque para sobrevivir en este mundo de exhibición social, de tener más que el otro, de pretender ser lo que no eres, de que tus hijos sean los más de lo más, de ocultar tus cuentas bancarias y hasta tu agujero con Hacienda, tus míserias y tus miedos, hay que camuflarse en la mentira. Como el búho en el tronco del árbol, como el insecto hoja.
Si mentir es decir lo que no piensas, ni expresar lo que sientes, en ocultar una y otra deliberadamente la verdad, en callarla cada día, cuidado. Si empiezas a hacerlo sin importarte los demás, en beneficio propio, con frialdad y desdén, alerta. Puede que el éxito social sea seguro, pero también que seas un psicopata de los que ya abundan.
Tal vez en esto -y solo en esto- sea admisible el voto de centro: transitar y mantener el equilibrio en la delgada línea entre los sinceros -a medias- y los mentirosillos sociales.
Pero recuerden: a la verdad no le queman las preguntas… menos sobre la edad. Que el otro día oí que mentir sobre la edad es la mentira más justificable, porque quienes lo hacen se sienten mucho más jóvenes. Bendito sea.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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