A estas alturas de la vida, después de haberme puesto la toga tantas veces como pelos hay en la cabeza - en la mía, porque la de otros está como pista de aterrizaje - y de conocer cómo esto funciona, puedo decir que, si apostara, me arriesgaría a ponerlo todo al cinco de Aldama. Sí, sigan la rima… es lo que piensan.
Y es que la defensa en el ámbito penal tiene tres claves que no por evidentes son menos importantes. La primera es fundamental. Tener un buen abogado. ¡Anda toma - dirán ustedes- está claro! Pues no, no lo está. Que hay demasiados ilusos que creen que da igual el abogado que se busquen, desconociendo la importancia que tiene el ejercicio de una buena defensa.
El buen abogado no se prodiga, habla poco y actúa, tiene experiencia, especialización, es flexible, pero duro como un junco, conoce el terreno que pisa, rezuma solvencia cuando habla y se arriesga sin miedo, pero con innato sentido común. Podría ponerles ejemplos de lo contrario, pero por elegancia no lo haré. La prensa y los pasillos de los tribunales están plagados de chichiribailes que arrastran a sus clientes a situaciones peores que las que traían puestas. Porque, seamos francos, la actuación del abogado salva, pero también condena y hasta añade un puñado de años extra.
Hay una segunda regla que me sorprende comprobar cómo no está de moda hoy en día para algunos abogados: que el cliente declare. Miren ustedes, solo si el cliente ha matado a Manolete y estábamos todos delante, se le puede aconsejar no declarar sobre los hechos que se le imputan. ¿Que el cliente tiene derecho a no declarar? ! Claro que sí ¡¿Que no hacerlo causa un efecto poco favorable? ¡También! Cuando te imputan un delito hay que declarar ante el juez que te investiga… Y explicarte, callarte - lo que hayas de callar -, darle la vuelta a la tortilla y hasta mentir, si hace falta, pero declarar y defenderte. Doña Begoña es el claro ejemplo de lo poco favorable que resulta dar la callada por respuesta. Grave error. Al tiempo.
Y la tercera sería preparar concienzudamente esa declaración. Saber todo lo que hay arriba, delante, detrás y hasta debajo de la alfombra. La defensa de un asunto no es improvisada, ni baladí, ni fácil, porque el cliente es muchas veces el peor enemigo del abogado. Y esa declaración tiene que sustentarse con hechos que no se caigan a la primera. No, no todos los que declaran son inocentes, pero todos los que lo hacen deben poner encima de la mesa su verdad. Siempre hay una verdad con la que uno puede defenderse. Aunque seas culpable.
Choclán, el abogado de Aldama, es un buen abogado y su cliente ha declarado por segunda vez y motu propio. Decir todo lo que ha dicho y cómo lo ha dicho sería absurdo si no estuviera sustentado en algo. Ha sido una declaración medida, muy preparada. Y al rato estaba en libertad con un auto judicial y el visto bueno de la fiscalía - en los tiempos que corren -. No, no puede ser de otra manera, Aldama tiene pruebas.
… por cierto querellarse al día siguiente contra quien declara como investigado y tiene derecho a decir lo que quiera y hasta a mentir, es un suspenso en “primero de abogado torpe”. Todo al cinco.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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