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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

“Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”

"Adolescencia", serie de Netflix.

Magdalena Entrenas

12 de abril de 2025 20:03 h

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En el mes de octubre ya escribí sobre que “Somos lo que nos hicieron ”. Vuelvo a ello, pero ahora con Sartre de la mano. Cuando te dedicas a conocer las entrañas de las familias - o lo que queda de ellas - te das cuenta de que lo que antes era puntual, ahora es demasiado habitual. Los malos modos y los insultos que forman parte de las “crisis de pareja ”- y no hablo ya de comportamientos violentos, graves y delictivos - se instalan de manera tan automática en la mente de los niños que, más pronto que tarde, repetirán lo que vieron y normalizaron. 

Si unos menores escuchan cómo su padre le dice a su madre “eres una inútil”, “me das asco” “sabe Dios de donde vendrás” o “te comportas como una golfa”, no duden de que, en algún momento, si es un varón se lo dirá a otra mujer y, si es una niña, puede que normalice que otro hombre la trate así. 

El otro día una profesora de un centro educativo de un barrio marginal me contaba como el lenguaje de algunos niños, los insultos que profieren -incluso a los profesores- y sus conductas agresivas, son fiel reflejo de lo que ven a diario en sus casas. “Cuando Juan me insultó, decidí llamar a su casa. La respuesta de su madre fue mucho peor y con las mismas y exactas expresiones del menor. Tuve que colgarle el teléfono”. Desgraciadamente, esto ocurre también en las mejores familias. Mayor sutileza, pero no menor gravedad. 

La magistral serie “Adolescencia” debiera ser un ejercicio inexcusable para padres e hijos. Y antes de que sean adolescentes y ya no haya remedio. Mucho antes. Me ha fascinado por muchas razones. Ese plano secuencia, la interpretación del padre, la del hijo, las miradas, pero me ha dolido mucho reconocer cómo es fiel reflejo del mundo que me rodea y del que vivo cada día. 

Heredamos de nuestros padres cosas materiales, pero también, por ejemplo, la ira, la furia destructiva e incontrolada. Lo terrible llega cuando reconoces esa ira en tu hijo y el sentimiento de culpabilidad por darle semejante herencia te impide reprenderle a tiempo. La falta de límites hace que tu hijo tal vez te supere en aquello que uno rechaza de sí mismo. 

Y así, reflexionando sobre herencias malditas, me he topado con la frase de Jean-Paul Sartre: “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”. Sí, hay hijos que dilapidan la fortuna heredada y otros que la aumentan. Pues igual. Tenemos la capacidad de revertir lo que nos hicieron, eso a lo que nos acostumbraron como correcto sin serlo, eso que nos convirtió en un calco terrible de lo que vivimos.

Sí, menos mal. Sartre tiene razón. Conozco hombres y mujeres que, habiendo nacido en los entornos más hostiles y con los influjos más negativos, han salido a flote y hasta de manera brillante. Hombres y mujeres libres de pecado, ejemplo de que la propia determinación puede ir en contra de lo que hicieron con nosotros.

Ayer estaba hundida. Hoy Jean-Paul me ha abierto una rendija de esperanza para seguir creyendo en el ser humano. Domingo de Ramos, ilusión e infancia por las calles. No sé ... ¿Serán esos valientes excepciones que confirman la regla? … Sí, somos lo que nos hicieron … Hasta que dejamos de serlo y reaccionamos. 

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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