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Odio, mentiras y redes sociales

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el de VOX, Santiago Abascal, en el patio del Congreso en una imagen de archivo.

Herminio Trigo

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Cuenta Javier Aroca en su libro Democracia en Alerta que Emilio Romero, conocido e influyente periodista del régimen franquista, escribió que la derecha gobierna para doscientas familias y no tiene votos suficientes para ganar unas elecciones, por tanto tiene que mentir. Hoy sabemos por experiencia que las mentiras forman parte del ADN de estas derechas herederas de la dictadura donde las mentiras eran utilizadas habitualmente.

En una sociedad que utilizara la razón como herramienta de análisis, las mentiras no tendría recorrido y serían desenmascaradas rápidamente, pero la realidad nos dice que las sociedades, en su mayoría, no funcionan con razonamientos, lo hacen con sentimientos que previamente han arraigado y conformado una forma de ver el mundo que nos rodea. El razonamiento no conduce al odio, el sentimiento sí. Razonar conduce a comprobar la veracidad de los hechos, si no se razona, simplemente se constata si coinciden con los sentimientos que se tienen. Por tanto lo importante para la derecha no es ceñirse a la verdad, lo que importa es alimentar a la parroquia. Para ello es necesario señalar a un adversario como un peligro, si además se le añade la sensación de ser atacados, el adversario pasa a ser enemigo y surge el odio que, debidamente cultivado, arraiga en el sentimiento ya predispuesto y la consecuencia, si no se pone freno a la escalada, puede desembocar en actos de violencia. Ya han comenzado a producirse.

Una democracia para que funcione correctamente debe basarse en la libertad y el respeto a la verdad. Javier Cercas afirma con razón, que la mentira es letal para la democracia. La verdad es limitada, solo se ciñe a la realidad de lo que ocurre. Las mentiras, por contra, pueden ser infinitas dependiendo de la imaginación y maldad de sus fabricantes. Las más creíbles son las que pueden ser verdad, esas son las más peligrosas porque pasan el análisis y las comprobaciones superficiales. Las derechas, que utilizan estas mentiras para atacar al adversario político lo hacen al principio de su estrategia. Una vez que se ha creado el ambiente que se pretende de desprestigio, ya deja de ser importante que las mentiras sean creíbles. Y comienza una escalada en la que se consigue profundizar en un ambiente de crispación que les favorece. Hemos visto comportamientos de este tipo en personas que destilan odio contra Pedro Sánchez. Si se les pregunta la razón, o no responden o repiten los bulos y las mentiras que han provocado la intoxicación.

Este es un sistema que no es nuevo, Josep Goebbels, responsable de propaganda del partido nazi, lo definió en sus famosos once principios, entre los cuales destacan: Principio de enemigo único, centrar los ataques en un sólo enemigo (Pedro Sánchez). Principio de transposición, cargar sobre el adversario tus propios defectos (Corrupción, mafia). Principio de orquestación,utilizar un numero pequeño de ideas y repetirlas incansablemente. Una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad. Principio de silenciación, ocultar todos los logros del adversario contraprogramando con ayuda de los medios afines. Principio de unanimidad, hablar en nombre de toda la ciudadanía.

Podemos constatar como el PP y VOX practican esos principios nazis.

Un eje fundamental de esta estrategia es la difusión de los mensajes. Ya se tiene muy rodada la comunicación a través de los medios tradicionales afines, o creados exprofeso, sin embargo ahora la información a través de las redes sociales es el procedimiento habitual por el que se informa la mayoría de la población, especialmente joven. En este terreno no existen reglas ni deontología profesional, aquí todo vale y ahora la utilización de la IA viene en ayuda de la fabricación de “verdades alternativas”. Es el terreno abonado para que crezcan las mentiras, y se consiga expandir el odio. Basta con ver las reacciones que contienen las redes y los insultos que se prodigan para demostrar que el trabajo realizado por las derechas es muy eficaz.

Este ambiente de enfrentamiento y crispación tiene que ser respondido por los que nos consideramos demócratas. El manifiesto de los cien es el comienzo de una respuesta que hay que apoyar, no solamente con su difusión, sino con la participación activa en las redes sociales en la denuncia de las mentiras y en apoyo a las realizaciones que está haciendo este gobierno en empleo, libertades sociales, avances económicos, que son ocultadas por el conglomerado de las derechas. Nos jugamos la supervivencia de un régimen, que si llegan al poder, corre serio peligro de retroceder en derechos y libertades, basta con leer sus programas electorales, escuchar lo que dicen y ver cómo actúan.

La mentira alcanza su nivel más increíble en la imputación que hace el juez Hurtado al Fiscal General del Estado. Ya no se guardan ni las formas , ni las apariencias. Ya no se respeta la profesionalidad que se debe tener, especialmente los representantes de la Justicia. El descaro con que se produce la falta de ética y de profesionalidad es propio de un régimen fascista. Si un representante del poder democrático que tiene que garantizar el buen funcionamiento del sistema, se salta descaradamente su obligación con el ánimo de desestabilizar al Gobierno con acusaciones falsas y sin pruebas, es de una enorme gravedad. Acusar sin pruebas con un interés político es una práctica fascista.

En unas condiciones en las que todos respetaran las reglas de la democracia, esta situación no se podría haber producido. En España estamos acostumbrados a que los jueces, no todos, actúen políticamente, se manifiesten contra las leyes que emanan del poder legislativo y apliquen la legislación en favor de los intereses de Partido Popular. Pero se ha producido un avance en sus actuaciones, ahora lo hacen con el más absoluto descaro, sin importarles el descrédíto que conlleva sus escandalosas decisiones. Los Hurtado, Peinado, y un largo etcétera actúan sin recato alguno. Siguen fielmente la consigna de su inmoral Jefe: “quién pueda hacer, que haga”. Y lo hacen.

Es necesario denunciar públicamente y con la mayor fuerza posible este duro atentado que, junto al avance de la extrema derecha, pone en serio peligro nuestro sistema de libertades, basado en el equilibrio de poderes que define nuestra Constitución.

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