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La clase media y los impuestos
El término de “clase media trabajadora” utilizada últimamente por el Presidente Pedro Sánchez, viene a precisar una realidad que rompe con el concepto que definía las clases sociales. Tradicionalmente los considerados obreros, ahora trabajadores, ocupaban el nivel más bajo de la escala social. El crecimiento del nivel de vida les posibilitó alcanzar bienes que estaban considerados como de la clase media: vivienda, electrodomésticos, coches, vacaciones... Naturalmente la tradicional clase media también mejoró los que tenía, obligando esto a que se estableciera una nueva clasificación, clase media alta, la de siempre, y clase media baja, denominación dedicada a los recién ascendidos de la clase trabajadora. El crecimiento del nivel económico de estos contribuyentes ha hecho que su aportación al erario público aumente y sea un pilar imprescindible en la economía del país.
El ascensor ha funcionado mientras ha habido un crecimiento económico continuado que engordaba cada vez más la clase media. Pero últimamente las crisis se han sucedido con inusitada rapidez. La Gran Recesión de 2008 puso en un serio aprieto al mercado. Cuando se estaba saliendo de ella , vino la pandemia del Covid que paralizó la economía y por último, sin dar tiempo a la recuperación, llegó la guerra de Ucrania con el efecto terrible del brutal incremento del precio de la energía produciendo una galopante inflación.
Esto ha hecho que los ascensos sociales, no solo se hayan parado, sino que se ha iniciado un deterioro serio de las condiciones de vida de los ascendidos. A esto se añade que a las nuevas generaciones se les presenta un futuro sin esperanzas de crecer y en muchos casos de poder sobrevivir por si mismos, sin ayuda del Estado.
Por el contrario, la clase alta, los ricos, son los grandes ganadores de esta situación. En un informe de Oxfam Intermon con motivo de la última reunión de Davos nos dice que las 10 personas más ricas del mundo, todos hombres, han duplicado su riqueza en los dos últimos años, mientras el 99 % de la población se han visto afectados negativamente. En España, según los datos publicados por la Agencia Tributaria, el número de los que declaran una fortuna superior a los seis millones de euros ha aumentado un 3,74% con un total de 295 nuevos millonarios.
Mientras tanto el empobrecimiento de la clase media trabajadora ha aumentado de forma tan alarmante que hasta los defensores del sistema se han dado cuenta de la gravedad de esta situación. Saben que, cargarse a la clase media es frenar el motor de la economía; que el enriquecimiento sin límite de unos pocos lleva al colapso; que para que se pueda mantener y aumentar el consumo, base del crecimiento económico, los consumidores han de tener dinero para poder comprar bienes.
Es la Unión Europea, de la que nadie puede dudar de su política liberal, la que ha recomendado que los Estados consigan sus recursos subiéndole los impuestos a los ricos y que se aumenten los tributos a las grandes Corporaciones de la energía y además que se tope su precio, como han hecho los Gobiernos de España y Portugal. Esto lo han recomendado los partidos de derecha, mayoritarios en el gobierno de la UE, que tan reacios son al intervencionismo del poder político en la economía. ¡Cómo habrán visto la situación! La crisis del 2008 está aún fresca y el susto que se pasó con sus nefastas consecuencias.
También la UE ha creado los fondos Next Generation para apuntalar los recursos de los países miembros y así evitar el desmoronamiento de sus economías. En momentos como éste es cuando los defensores del mercado miran al poder político para que los saque del apuro. Pero los recursos que pueden aportar los gobiernos son lo que recauden de los impuestos que salen del bolsillo de todos los contribuyentes. De todos. Es de justicia que pague más quién más tiene, así consta en el artículo 31 de la Constitución “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad…”
Nuestro Gobierno ha rebajado el impuesto de sociedades a las Pymes y autónomos, en cambio lo ha aumentado a las grandes empresas. Ha rebajado el IRPF a los salarios más bajos y lo ha aumentado a los más altos. Está en marcha un impuesto a las grandes fortunas además de otras medidas que benefician a toda la población. Estos incrementos a los ricos son de justicia y de sentido común si el sistema quiere sobrevivir. Está claro que ahora más que nunca es cuando se necesita que el Estado reparta las cargas con justicia y que disponga de recursos para poder apuntalar a la clase media trabajadora. Esto no se resuelve con gestos de caridad sino de justicia social, porque ya no se trata de que podamos llegar a fin de mes sin pasar hambre, se trata de salvar el sistema.
Pero nuestra derecha en su afán de oponerse a cualquier medida que adopte el Gobierno, sea la que sea, se empeña en defender todo lo contrario, aunque en este caso ponga en peligro el sistema de mercado ( antes capitalista), del que es su máximo defensor. En las comunidades que gobierna les rebaja los impuestos a los ricos, a cuyos hijos además los premia con generosas becas.
El ejemplo del Reino Unido lo deja bien claro, el intento del gobierno de los tory de hacer lo que defiende el PP, rebajar los impuestos a los ricos, ha recibido la dura respuesta del mercado y de la bolsa, que detecta mejor que nadie cuando las medidas políticas se equivocan y amenazan el status quo, por tanto han tenido que dar marcha atrás. Hasta los correligionarios europeos del PP se lo han advertido, a los ricos hay que aumentarle los impuestos, no rebajarlos. Esta postura de nuestra ciega derecha, caso de ganar las próximas elecciones generales, si aplica esta demente política económica, conducirá al desastre a la clase media trabajadora.
Por otro lado los grandes beneficiados de las crisis, deben entender que ahora les toca a ellos pagar porque han ido demasiado lejos en su avaricia. Es necesario y urgente que lleguen a un pacto de rentas con los sindicatos para repartir con más justicia los beneficios que obtienen de esta situación. Ahora toca que ganen menos y que el resto de ciudadanos no pierdan para poder seguir manteniendo vivo el mercado. Pero esa es otra historia.
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