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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

¡Échale la culpa a otro!

Imagen que acompaña al post.

Magdalena Entrenas

1 de febrero de 2025 20:00 h

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Es como si, de repente, todo el mundo hubiera encontrado la fórmula para echarle la culpa a otro. Como si todo lo que ocurre viniera decidido por una fuerza sobrenatural que nos impone cómo actuar. La responsabilidad de los propios actos se diluye como un azucarillo en un té hirviendo. 

No, no corren buenos tiempos para la autocrítica. Cada vez que abrimos la prensa, encendemos la tele o nos conectamos a las redes sociales, lo que vemos una y otra vez son tipos que siempre le echan la culpa a otro. Y así cunde el ejemplo. 

Que eres juez y te caen más de 900 quejas ciudadanas ante el Consejo General del Poder judicial al escuchar lo que haces, pues la culpa es nuestra. Su señoría ya lo ha dicho en una entrevista a un medio. La culpa es de los que en pleno siglo XXI se escandalizan por oír palabras como pene o culo. Ah, y del cerdo que ha filtrado su interrogatorio a Mouliaá... ¡Cómo somos! 

En los tiempos que corren, con un cuestionamiento tan permanente al poder judicial, el juez Carretero se lo ha puesto fácil a los destroyer judiciales cuando lo cierto es que esa no es la forma en que a diario los jueces de instrucción hacen su trabajo y se dirigen a las supuestas víctimas de un delito. Por cierto, tampoco es de recibo el silencio del abogado de Mouliaá ante semejante trato a su clienta. ¡Ten abogado para esto! 

Ese tono desabrido, ese continuo cuestionamiento enérgico a la víctima, esas preguntas hirientes e inquisitivas, ese lenguaje soez, esa falta de la más mínima empatía, no es ni mínimamente justificable. A las víctimas se les “recibe declaración” y a los investigados se les interroga, y puede que, según la gravedad de los hechos, a veces de manera un tanto inquisitiva. A las víctimas, jamás. 

El colmo fue trasladar la culpa del supuesto agresor hacia la víctima. Ya me dirán sino a qué viene eso de saber inquisitivamente cuánto tiempo le chupó las tetas o cual es la queja si el señor “solo” se sacó el pene ¿Es muy distinto si te chupan las tetas un minuto y no cinco? ¿Es que acaso es penalmente atípico el primer chupetón? ¿Sacarse el pene es una gracieta soportable si el erecto miembro no te roza? “¡Qué exagerada es usted!”, le faltó decir. El mundo al revés. Y la víctima, el pobre juez. 

Bueno, y qué me dicen del señor del tinte de pelo amarillo. ¡Le está dejando frito, además del cabello, el cerebro! Va y a los cinco minutos de una de las mayores tragedias aéreas del país que gobierna, resulta que la víctima es el. ¡Pobrecito, víctima de los que le precedieron y de sus horribles políticas inclusivas! Han puesto a discapacitados intelectuales y tipos con problemas psiquiátricos a dirigir el tráfico aéreo y ahora él tiene que salvarnos. 

¡Dios, qué hartazgo de falsas víctimas! A esta corriente de ausencia absoluta de autocrítica,se le llama victimismo; un trastorno paranoide grave de la personalidad que, lamentablemente, es ya demasiado común. Asco de inmaduros emocionales y de narcisistas. Así nos va. ¿Les suena?

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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