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Ferrer y los suyos

Paco Merino

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No fue ni fácil ni agradable. Pero lo hizo. Albert Ferrer Llopis, al que conocían como “Chapi” en su época de gloria como futbolista (el gran Barça de Cruyff, el oro olímpico del 92, la primera Copa de Europa azulgrana, el Chelsea...), se despidió en la sala de prensa de El Arcángel. “Tenía la obligación de hacer esto y no dejarlo todo en unos simples tuits”, reconoció con su sonrisa enigmática, en la que algunos veían enternecedora timidez y otros una sorna prepotente. Se colocó ante los micros y las cámaras de la jauría mediática, un gremio con el que no tuvo nunca demasiado 'feeling', ni siquiera en los momentos de éxtasis post ascenso, y vino a decir que se va porque se lo mandan pero que, pese a todo, se veía “capaz de dar la vuelta a la situación”.

Pidió a la vida una nueva oportunidad para volver al Córdoba y unos minutos después agarró la puerta entre flashes. No hubo una gran salva de aplausos, ni un enjambre de aficionados abrazándole y diciéndole lo malos que son los que le echan mientras le pellizcan la mejilla o le palmean la espalda. El hombre del ascenso ya se ha ido. Dijo adiós sentado en la misma silla en la que su sustituto, Miroslav Djukic, contó unas horas antes lo que va a hacer para reactivar a un equipo desmadejado, que es colista y no gana ni juega a casi nada. Al nuevo lo acompañaban el presidente González y el director deportivo Cordero. Con Ferrer estuvieron el director de comunicación, Javier Bonache, y sus colaboradores más directos. La mayoría se marchan con él. No fue ni fácil ni agradable. Pero lo hizo.

Que no se despidiera de los futbolistas se puede interpretar como la confirmación de una ruptura en el vestuario, la constatación de que los malos resultados lo pudren todo y de que el fútbol no tiene memoria. “No creo que ninguno no diera el cien por cien”, dijo el barcelonés cuando le hicieron las clásicas preguntas sobre su relación con un grupo de futbolistas que no logró convertir en un verdadero equipo. Ni en la caseta ni en el césped, donde a partir de ahora se va a enjuiciar con mayores exigencias a los que se enfunden la blanquiverde. Ferrer llegó siendo el ex futbolista “Chapi” y se va doctorado como entrenador: logró un ascenso y lo han echado en Primera. González ya tiene a otro “mejor entrenador del mundo”, el cordobesismo un asidero de esperanza al que aferrarse y los jugadores a un jefe distinto para defender lo que tardó más de cuarenta años en conseguirse.

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