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La culpa de los peones

Víctor Molino

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El que se muerde la lengua, lo acaba pagando. Para ejemplo, Rafael Berges. El técnico de Las Margaritas, uno de los tipos más bonachones que han pasado por el banquillo blanquiverde, ha cavado su propia tumba por guardarse la verdad.

Desde su desembarco en el vestuario, el eterno olímpico cordobés ha vivido momentos duros y complicados que apenas ha podido resolver dadas las circunstancias. El ex míster cordobesista ha lidiado con temple pero no ha sido capaz de dominar a la bestia.

Berges tomó la alternativa en Segunda con un equipo por hacer con más posibilidades sobre el papel que sobre el césped. Pese a ello, la exigencia siempre fue la máxima. Aunque eso no fue malo.

Apretar los machos implica responsabilidad y, a su vez, obligación para sortear las embestidas que ofrece el campeonato. Poner la cota en lo más alto, supone un reto, sí, pero ayuda a no bajar los brazos.

El cordobés, cesado cuando el equipo posaba de la mitad de la tabla para arriba a comienzos de esta semana, tal y como advirtió una filtración periodística, se ha marchado sin romper a hablar.

Al técnico se le ha olvidado de manera intencionada contar todo lo que ha vivido dentro del vestuario. Ha obviado el distanciamiento de los unos con los otros y la falta de conexión y compromiso con la idea común.

De manera elegante, ha despachado su bagaje aportando cifras y no excusas. Estaba en todo su derecho. Pero la verdad debe ser contada. La afición que coreó en tono criticó su nombre en el último partido del año 2012 debe saber la verdad.

Porque su salida del Córdoba es, a todas luces, injusta. Berges conoce a la cantera, emergió de ella misma. Además, es de la tierra, siente el escudo como el que más y tiene potencial como entrenador.

A nadie se le escapan sus defectos, pero todos deben reconocer que los ha pulido con rapidez. Sus equivocaciones no han supuesto daño alguno más allá del hecho aislado. El verdadero problema lo ha tenido en la plantilla.

Ellos son los que encumbran y los que echan. Los mismos jugadores pueden ser capaces de lo mejor y lo peor. Y no solo es un problema de actitud, ni de físico. El inconveniente reside en la confabulación de unos con otros para ir contra el sistema.

Esta plantilla, que ha conseguido regalar a su afición uno de los mejores momentos de su historia, por alguna circunstancia, ha decidido forzar para buscar a otro mentor. La excusa perfecta para aliviar su meta.

Con Berges se ha ido del Córdoba una parte importante de la historia del club. Por su significado futbolístico, representatividad  y conocimiento de la casa, él era el llamado para devolver al equipo a Primera.

Pero el destino ha impedido que así sea por obra y gracia de los peones del balón. Los mismos que dicen sentir los colores y desvivirse por la camiseta. Quizás, algunos piensen que no es culpa suya únicamente. Quizá. Pero mucho ha tenido que ver su actitud para que así sea.

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