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Violencia machista: del odio y la negación a los bulos y la desinformación
Hace 27 años, la realidad nos golpeó tan fuerte con el brutal asesinato de Ana Orantes que España quedó conmocionada. La prensa escrita y televisada se volcó para exponernos cómo las llamadas de auxilio de Ana a las autoridades y a la administración durante años fueron infructuosas, y que hacer público su calvario, hasta verse libre de la violencia machista de su marido, tuvo como consecuencia la reacción más deshumanizada que podamos imaginar.
Esta tragedia hizo de revulsivo social y político, de manera que condujo a reformas cruciales para proteger a las víctimas de violencia de género. Desde entonces, y no sin una feroz resistencia por parte de la derecha más conservadora de nuestro país, la sociedad va apoyando leyes que poco a poco nos van dando la protección necesaria para ejercer nuestra libertad. Desde entonces, se han ido ganando espacios donde el discurso y las posiciones feministas se han encontrado refrendadas y asimiladas por gran parte de la población.
Pero la resistencia es cada vez mayor, sobre todo desde que la ultraderecha ha encontrado en el sentimiento subversivo que invade a gran parte de la población, principalmente a la más joven, el caldo de cultivo para sembrar el odio y la desinformación. Tanto se repiten las mentiras que mucha gente acaba asumiéndolas como verdad. Bulos como el volumen de denuncias falsas sobre violencia de género, contados una y otra vez, hacen que el único que conozcas se convierta en el dato que más pesa, a pesar de que lo desmientan las estadísticas y los informes oficiales.
Las declaraciones públicas de la decana de Procuradores y Procuradoras de Córdoba en una entrevista realizada esta semana son inadmisibles para quien preside un colegio profesional de aquéllos y aquéllas que trabajan a diario con mujeres que denuncian la violencia de género. La decana, María José Carralero, poniendo en tela de juicio no solo el trabajo de los policías que instruyen las denuncias, sino también las sentencias elaboradas por los jueces y juezas, no hace más que demostrar su falta de profesionalidad.
Sus opiniones son inadmisibles porque demuestran falta de conocimiento e información sobre un problema de Estado, con argumentos completamente subjetivos y carentes de datos que puedan refrendar sus afirmaciones, sin tener en cuenta el objetivo y propósito del legislador.
Para la decana, debe ser necesario que una mujer muestre las cicatrices, como las que tiene la cordobesa que sufrió un ataque brutal el pasado 6 de junio, para que sea considerado violencia de género. Con sus afirmaciones, entendemos que será difícil hacerle entender que la Ley contra la Violencia de Género está hecha para no tener que llegar a esos extremos. Nadie pone en duda que para acabar con el tráfico de droga es necesario combatir tanto a los grandes narcotraficantes como el menudeo, a la vez que se hace prevención en las escuelas y las generaciones que se tendrán que enfrentar a ello. Pero las mujeres tenemos que exhibir la herida sangrante para que la agresión sea creíble.
Que le pida a sus hijos que se protejan de las mujeres nos lleva al fondo del problema de la violencia de género: la educación. Debería educarlos en el respeto a todas las mujeres y a no tenerles miedo para que la violencia de género pudiera erradicarse de este país. La gran mayoría de hombres que conozco no van por la vida con miedo a acusaciones infundadas porque tratan con respeto y en igualdad a las mujeres.
En las últimas 24 horas hemos sufrido otro aldabonazo que nos deja consternadas: el asesinato de cuatro mujeres y dos menores a manos de asesinos que entendían que esas vidas estaban en sus manos porque eran mujeres. Ése fue su crimen, nacer siendo mujeres, encontrar un hombre al que ligaron su proyecto de vida y hallarse en una cárcel de la que quisieron salir.
Hasta que no entendamos todos y todas que la violencia es un proceso gradual, que necesariamente tenemos que parar antes de que llegue a mostrarnos su cara más terrorífica, no estaremos en condiciones de luchar contra esta lacra.
Alicia Moya, concejala socialista en el Ayuntamiento de Córdoba
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