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No era sólo un llavero
En estos días celebramos el desescalado del lince ibérico de “especie en peligro de extinción” al de “especie vulnerable” en la Lista Roja de Especies Amenazadas, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Seguirá siendo una “especie protegida” y por lo tanto no-cazable, pero el crecimiento poblacional obtenido en los últimos veinte años, justifica el cambio de catalogación como “especie amenazada”.
El motor fundamental de ese incremento fue, en el año 2000, cuando el Parlamento Europeo aprobó una estrategia medioambiental para salvar al lince ibérico y posteriormente el programa LIFE de cría en cautividad.
Pero el verdadero inicio de la conservación del lince ibérico hay que buscarlo un poco más atrás: en 1989. En ese año, un 18 de julio, el Parlamento de Andalucía aprobó la Ley 2/1989, elaborada por el gobierno del presidente Rodríguez de la Borbolla, con la que se protegían más un millón y medio de hectáreas del territorio andaluz y se declaraban las Sierras de Cardeña y Montoro, en Córdoba y la Sierra de Andújar, en Jaén, Parques Naturales.
Unos meses más tardes, tuvimos el inmenso honor de ser nombrados Director-Conservador del Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro y de establecer las bases de todo lo que vino después.
Cargados de una ilusión a prueba de bombas y con un profundo compromiso, gestionamos las 41.212 hectáreas protegidas, dando a conocer un término, hasta entonces desconocido, el ecodesarrollo o desarrollo sostenible.
Con un desbordante entusiasmo, suplíamos la ausencia de recursos, que llegaba al extremo de tener que hacer en un bar, las reuniones de trabajo con los Agentes de Medio Ambiente, al carecer de tan siquiera unas oficinas.
No fue una tarea fácil. Nos dejamos algunos pelos en la gatera. Citaremos dos hechos altamente descriptivos de la situación.
Desde el minuto uno de la Declaración como Parque Natural, los agricultores y ganaderos, organizados en una asociación, se opusieron a que se modificase su staus quo en el territorio, llegando incluso a amenazar a los miembros de la Junta Rectora del Parque, con secuestrarlos y luego “tirarlos por el balcón”.
Otra situación desagradable ocurría durante los fines de semana. Cada lunes teníamos en la puerta de nuestro despacho, personas, que denunciaban que, haciendo senderismo, por las vías pecuarias y por tanto públicas, que atravesaban el Parque Natural, eran tiroteados con bala para “asustarlos” e impedir que continuasen la caminata, por algunos de los dueños de los cotos de caza.
En cierta ocasión, un conocido nuestro nos interpeló acerca del motivo por el que el mayor especialista mundial en lince ibérico, el doctor Miguel Delibes, formaba parte tanto de la Junta Rectora del Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro, como de la Junta Rectora de la Sierra de Andújar.
Nuestras respuesta fue muy visual: “Las noticias que salen sobre el lince son siempre referidas al Parque Nacional de Doñana. Ellos son los famosos, los telegénicos, pero la mayor población mundial de lince ibérico está en las sierras de Cardeña, Montoro y Andújar”.
En la década de los noventa del siglo pasado, el logotipo del Parque con la figura del lince ibérico, estaba por todas partes. En llaveros, carteles o camisetas. Hoy sabemos que aquel compromiso no era sólo un llavero.
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