Soy una barcelonesa trasplantada a Córdoba, donde vivo creyendo ser gaditana. Letraherida, cinéfila aficionada, cultureta desde chica, más despistada y simple de lo que aparento y, por lo tanto, una pizca impertinente, según decía mi madre. Desde antes de tener canas, dedico buena parte de mi tiempo a pensar y escribir sobre el envejecer, que deseo armonioso. Soy una feminista de la rama fresca. Yo, de mayor, vieja.
Una vejez digna y libre
Nos solemos quejar de que no encontramos en la literatura y en el cine representaciones de seres mayores con quienes identificarnos, mujeres que viven vidas que podrían ser las nuestras o a las que no nos importaría parecernos, ahora o en el futuro. Tenemos toda la razón. Lo más frecuente es que las personas viejas que aparecen en el cine o en las novelas estén llenas de tics asociados a la vejez: estereotipadas, grises, torpes, poco atractivas e interesantes. A poco que nos despistemos nos topamos con imágenes de mujeres mayores sacrificadas y modositas que no nos inspiran ni atraen. O, por el contrario, nos las tenemos que ver con unas personas idílicamente felices, estilosas, deportivas, guapas, en pareja heterosexual, tiposas que, desde luego, no responden a la realidad de lo que es tener más de setenta años, artrosis y celulitis, que suele ser lo habitual. Qué difícil es desprenderse de los estereotipos sin caer en la mentira idealizada.
Esta introducción viene a cuento de mi reciente lectura del último libro de mi amiga Gemma Lienas ―La vida privada de Carmina Massot― que me ha parecido una muestra más que loable de buen hacer en el terreno de la literatura acerca de la vejez.
Se trata de una novela ágil, que tiene su puntito de misterio e intriga, pero que me ha fascinado por la sabiduría con que Gemma va desgranando importantes temas asociados a la última etapa de la vida con un realismo admirable, si pasarse ni quedarse corta, mostrando el día a día de una mujer de ochenta y tantos que vive sola, que tiene un pasado, un presente y un futuro a muy corto plazo.
Carmina Massot, una vieja desprogramada de los tics de la vejez demandante, es un personaje independiente, que lleva las riendas de su vida, sin hacer concesiones a la autocomplacencia y con las antenas dispuestas a detectar las conductas de cuidado que esconden una pátina de conmiseración. Conductas sobreprotectoras que anulan la voluntad de la persona cuidada, en nombre del amor.
Carmina es una vieja sensata, libre, que sabe ir dosificando la ayuda que necesita en cada momento, en función de sus necesidades reales. Cada cosa en su momento. Claro que, para que esto sea factible en la realidad se requiere de una Administración ágil que responda al acto cuando surge la necesidad, no ese lento elefante actual que tarda tanto en moverse y responder a una demanda que cuando por fin se pone en marcha, lo más probable es que te hayas muerto. Una Administración con falta de diligencia y atino crea una clientela demandante.
Es fascinante comprobar cómo Carmina Massot controla su vida en sus diferentes ámbitos: ejerce su autocuidado, pide cuando lo necesita y rechaza lo que considera innecesario, detecta lo que coarta su libertad y exige que se tenga con ella un comportamiento ajustado a sus deseos. Tiene un pasado por lo que hace genealogía y memoria, transmitiendo a sus jóvenes sobrinas sus recuerdos, ofreciendo un modelo de libertad, compromiso y diversidad afectiva.
Todo ello se produce en un mundo real. No es una vieja con una vida imposible, irreal, de esas viejas estupendas que esquían y tienen dentaduras perfectas, no, Carmina es una vieja con dificultades para desplazarse, como corresponde en gran medida a su edad, pero es sobre todo una mujer que vive una vejez digna y libre.
Una vieja que exige justicia, no caridad.
Sobre este blog
Soy una barcelonesa trasplantada a Córdoba, donde vivo creyendo ser gaditana. Letraherida, cinéfila aficionada, cultureta desde chica, más despistada y simple de lo que aparento y, por lo tanto, una pizca impertinente, según decía mi madre. Desde antes de tener canas, dedico buena parte de mi tiempo a pensar y escribir sobre el envejecer, que deseo armonioso. Soy una feminista de la rama fresca. Yo, de mayor, vieja.
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