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Sobre este blog

Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

El miedo

Imagen que acompaña al post.

Juan José Fernández Palomo

22 de febrero de 2025 20:17 h

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El 23 de febrero de 1981 yo era un chavalito de barrio, buen estudiante, muy enmadrado y, por qué no decirlo, más bien feucho y “gafitas”.

Acababa de atardecer y yo subía la cuesta que me llevaba del instituto a casa, el Parque Cruz Conde. Ya escuchaba cosas raras de las conversaciones que se traían cuesta abajo los estudiantes mayores que salían de ETEA. Ya vi a los lugareños detrás de un escaparate de la peluquería estar atentos a la televisión que tenía siempre puesta el peluquero, casi siempre con corridas de toros (aquel día de febrero, no).

Llegué a casa. Mi madre estaba en la salita haciendo punto con dos amigas después de haberlas invitado a café y pestiños. Tenían la tele y la radio puestas a la vez. Era el tema: guardia civiles asaltando el Congreso, tanques en las calles de Valencia, ruido…

Mi madre y sus amigas tenían a sus maridos fuera de España, trabajando, llevando tecnología española fuera de las fronteras y trayendo divisas. Mientras escuchaban las noticias de la cosa del Congreso pensaron en asuntos como “cierre de fronteras”, “separación”, “exilio” y tal. Dejaron de tricotar y tomar café. Miraban de reojo un teléfono “góndola” de pared que no sonaba.

Pasaron miedo. Eran hijas de la Guerra Civil y adolescentes y mujeres de posguerra.

Mi madre era hija de un fusilado en una cuneta a las afueras de Villanueva de Córdoba. El “delito” de mi abuelo fue ser “rojo”, “zapatero” y oyente de la Radio Pirenaica cuando cerraba su zapatería.

Mi madre estaba escuchando la radio aquel 23 de febrero.

Con el paso del tiempo, vemos aquel intento de golpe de estado como una suerte de astracanada cutre: los picoletos saltando por las ventanas, periodistas retransmitiendo desde el techo del coche, un tricornio con bigote, diputados fumando, un rey diciendo cosas, un libro anatómico de Javier Cercas…

Yo creo que el miedo es como un oso. Un ser que hiberna, se pone guarro de miel y manzanas y, luego, despierta y gruñe.

Y asusta. Porque así es su carácter.

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Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.

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