Fantasía 1: Grazia
(a mi amigo David y a “la sua famiglia”)
Estuve hace unos años en casa de Grazia, en Riposto, Catania, Sicilia. Íbamos a comer en el porche, bajo una parra, un buen plato de pasta con sardinas que a ella le salía muy bien.
Grazia era la madre de Franco Battiato. Una señora septuagenaria flaca y hábil, vestida de negro. Muy fibrosa y dinámica. Ahora entiendo de dónde heredó esa nariz su hijo.
Me sirve una copa de vino de la tierra y unos tomates aliñados con aceite de oliva virgen y albahaca antes de la comida principal.
“Mi hijo es rarito”, dice, “pero es muy buena persona”. “Se juntó con esos modernos de Milán y se dedicó a hacer discos”.
“Ya”.
“Pero vuelve por aquí de vez en cuando, a ver a su mamma y leer junto a la higuera por las tardes”.
“Le parecerá una tontería que me haga gracia que usted se llame Grazia”, dije yo.
“Yo, de joven, era muy guapa. La más guapa de por aquí, decían”.
“Lo es aún”
“Bueno, el tiempo no pasa en vano”.
“El paso del tiempo es un tema recurrente en la obra de su hijo”.
“Ya. Mi hijo siempre está cantándole al tiempo, a los océanos de silencio y apoyando la causa de los tibetanos frente al gobierno chino. Él es así. ¿Sabe usted que no come nada que tenga ojos?”.
“Sí, lo sé. Una vez que estuvo de gira por España coincidí con él en Cádiz y le ofrecí una ración de ortiguillas”
“¿Y…?”
“Pues le expliqué que eran una especie de anémonas y se las zampó”.
“¡Qué joío!”
“A mí me gustan mucho las canciones de su hijo y esta pasta con sardinas está de ”coglionni“ (no sé si lo he dicho bien)
“Me alegro”.
Grazia, la mamma de Franco, falleció unos años después de aquella visita. La higuera, la parra del porche y los atardeceres de otoño en Catania permanecen.
Y la memoria.
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