Cuando ustedes lean estas líneas, yo ya seré millonario y, sin embargo, ustedes tendrán salud, “que es lo más importante”.
Pero no se preocupen por mí, no se apiaden, porque es posible que al ser millonario yo, por fin, pueda tener una excelente salud, “que es lo más importante”. Y todos contentos (bueno, tal vez yo un poco más).
San Ildefonso fue arzobispo de Toledo allá por el siglo VII después de Cristo y dicen los que saben de estas cosas que una vez se le apareció la Virgen, le impuso una casulla y le dijo que, desde ese momento, él sería su “capellán y fiel notario”. Así, Ildefonso acabará siendo patrón de Toledo y también de Zamora, de Mairena del Aljarafe o de esa localidad granadina que tiene un nombre inquietante: Peligros.
El oficio de patrón implica librar a los ciudadanos de esas localidades de desgracias, pandemias y cosas así y procurarles salud. Es lo que tiene ser patrón.
Son los llamados “Niños de San Ildefonso”, ya saben, los que hoy cantan el número grabado en una bolita que me hace millonario y que, por defecto, al no coincidir con su número, a ustedes le han procurado ni más ni menos que salud.
Imaginen, no sé, por ejemplo a Díaz Ayuso, Moreno Bonilla o María Jesús Botella, al acabar el sorteo de la lotería de Navidad, sentados al brasero con una copita de anís, comprobando que no les ha tocado nada en sus múltiples décimos o papeletas (muchas adquiridas por compromisos ineludibles, como todos los años) y suspirando mientras se consuelan: “Bueno, por lo menos tenemos salud”.
Una imagen entrañable.
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