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Pleistoceno

Alfonso Alba

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"Siento vergüenza por el calvario del árbitro gay"

           (Antonio Hurtado. Candidato al Congreso)  

Los trogloditas se lo pasan de miedo en el fútbol. Por un módico precio, pueden evacuar la podredumbre que llevan en el interior sin que la autoridad competente les llame la atención. Un día vomitan su descomposición contra los negros y otro exhiben su hombría

ante la pobre jueza de línea que recorre la banda en pantalones cortos. La cuestión es regurgitar la basura de sus cerebros y reafirmar su masculinidad averiada.

Antes de ayer le tocó el turno a Jesús Tomillero, un árbitro de 21 años de edad, que había cometido la imprudencia de declarar públicamente su homosexualidad. ¿Cómo se le ocurre semejante temeridad en un universo, en el del fútbol, que en cierta medida vive aún en el pleistoceno? Los cavernícolas divisaron la presa desde lejos y se lanzaron en tropel a devorarla. Menudo festival el de las hienas. “Ese es el maricón que sale por la tele”. “Te vas a hartar a comer pollas”. “El gol te lo van a meter por el culo”. Y así tan ricamente.

Al igual que la guerra es un sitio donde puedes asesinar impunemente sin que la policía te detenga, el fútbol es un lugar donde los trogloditas pueden defecar sin que nadie les afee la conducta. Tanto que el Comité de Árbitros y la Federación de Fútbol han guardado un ominoso silencio que no es preciso ser licenciado en semiótica para saber interpretar en su justa medida.

Jesús Tomillero ha colgado las botas del arbitraje. Los hombres de Cromañón, en cambio, siguen acomodados en la grada esperando a que suelten otra presa sobre la hierba para hacer de vientre. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a retroceder?

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