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Una ética común

Enrique Santiago.

Aristóteles Moreno

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Ni consideramos ni dejamos de considerar

Enrique Santiago Diputado por Córdoba

El señor de la imagen es diputado por Córdoba. Es titular de un acreditado expediente como experto jurista internacional. Participó como letrado en las negociaciones de paz de Colombia y ejerció la acusación popular contra el dictador Pinochet por sus crímenes contra la humanidad. Ha intervenido en investigaciones sensibles de algunas de las violaciones del derecho internacional más flagrantes de las últimas décadas. Hablamos, por ejemplo, de los vuelos secretos de la CIA o del campo de detención ilegal de Guantánamo. Y ha sido vicepresidente de la Federación Española de Derechos Humanos.

Con este solvente bagaje profesional, se nos hace difícil entender que haya titubeado a la hora de calificar la naturaleza de la atroz masacre perpetrada por Hamás contra seres humanos indefensos. “Ni lo consideramos ni lo dejamos de considerar”, respondió el señor Santiago cuando se le preguntó si la organización que ejecutó a sangre fría a cientos de niños, mujeres y hombres podía ser adjetivada con el atributo de terrorista.

Si lo que quiso decir es que Israel también siembra el terror cuando bombardea de manera indiscriminada una ciudad densamente poblada como Gaza, seguramente no encontró las palabras adecuadas para hacerse entender. Un reputado jurista como él debería saber (y sabe) que el legítimo derecho a la defensa no ampara, en modo alguno, los ataques contra la población civil. Y así figura de forma taxativa en la Convención de Ginebra, cuyo protocolo de protección a las víctimas el diputado cordobés conoce como la palma de su mano.

Si el señor Santiago ni considera ni deja de considerar que la matanza de Hamás fue un acto criminal injustificable, va a tener complicado después considerar o dejar de considerar las decenas de miles de asesinatos de palestinos que el Ejército israelí lleva cometiendo desde que en 1948 puso en marcha una colosal operación de limpieza étnica para apropiarse de una tierra que no era suya.

Hamás regó de sangre y cuerpos mutilados las calles de Jerusalén en los años noventa. La organización terrorista ha sido el mejor aliado de Netanyahu y el supremacismo sionista para debilitar el liderazgo de Yasir Arafat y hacer descarrilar los acuerdos de paz. Una causa tan justa como la palestina no puede despeñarse por el abismo de la deshumanización y la vileza. Que es precisamente lo que buscan quienes quieren enjaularlos en los guetos de Gaza y Cisjordania.

La defensa de la dignidad de tus víctimas empieza por la defensa de la dignidad de las víctimas de tus adversarios. Solo una ética común, que ampare el derecho humanitario de todos, nos salvará como especie. Y eso debería saberlo un jurista de acreditada solvencia como el señor Santiago.

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