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Sandoval: “El fútbol sin emoción no es nada”

José Ramón Sandoval | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Llega algo acelerado pero se relaja cuando se sienta en su despacho y surgen en la conversación unas cuantas anécdotas sobre su trepidante carrera. A José Ramón Sandoval Huertas (Madrid, 1968) le encanta situarse en el centro de la escena. “Soy blanco o negro, el gris no me gusta”, dice. Desliza una disculpa innecesaria por el desorden de su lugar de trabajo, porque lo extraño sería encontrarse con una estancia impoluta, como la de un notario. Hay ropa deportiva colgando en las sillas, una bicicleta -“a veces la uso para venir a los entrenamientos”, dice- apoyada en una esquina y papeles por todas partes. En la pizarra no queda una esquina sin una anotación. Si ser entrenador de fútbol es surfear sobre un sinsentido, trabajar en el Córdoba es directamente un billete de ingreso en la espiral de la locura. A Sandoval le va esta marcha. Se forjó en el Rayo de los Ruiz Mateos y pasó por el Granada de Pozzo y Pina. En una década en los banquillos profesionales ha visto lo suficiente como para entender que uno no puede sorprenderse de nada.

En el curso pasado logró la remontada por la salvación más impactante en la historia del club y entró en el número uno del top de los técnicos con mejores números. Pero después de recoger el confetti de la fiesta le dijeron que no encajaba en el nuevo proyecto. Dos meses después le volvían a llamar después de un verano dantesco, con despidos masivos en los despachos, la huida pactada de Francisco Rodríguez, la marcha de los principales jugadores y un bloqueo de los derechos federativos para fichar por el límite salarial. Un caos. Y dijo que sí. El Córdoba lleva toda la liga en puestos de descenso, pero a Sandoval le aclaman cada vez que aparece por El Arcángel. “Vamos a salir de esta situación, estoy convencido”, dice el de Humanes, capaz de transmitir optimismo en medio de un campo de minas.

PREGUNTA. ¿Cree en el destino?

RESPUESTA. Firmemente. Creo en el destino y en los caminos que se cruzan.

P. En la temporada 10-11 se estrenó como entrenador profesional con el Rayo en Segunda División. Arrancan la Liga en Vallecas y ganan por un sufridísimo 3-2 al Numancia. Luego afrontan un par de salidas encadenadas: la segunda jornada de Liga y la eliminatoria de Copa del Rey. ¿A dónde? A Córdoba. ¿Se acuerda?

R. Como si fuera ahora mismo. La vida es cíclica. Y me acuerdo que ya en esa primera visita a Córdoba dije que algún día me gustaría entrenar aquí. Lo dije por mi circunstancia familiar [su esposa es natural de Pozoblanco] y porque me siento muy arraigado a esta provincia. Lo que yo viví ese día es algo que se te queda grabado y que piensas que te gustaría vivirlo en el banquillo local.

"Creo en el destino y en los caminos que se cruzan"

P. Se pusieron 2-0, con goles de Charles y Arteaga para el Córdoba, y terminaron remontando con un gol en el último minuto.

R. Sí, fue un gol de muy buena factura de Armenteros. Los dos anteriores los marcó Borja García. Estaba aquí Lucas Alcaraz, que aún recuerdo la cara de disgusto que se le quedó. Esa victoria nos dio pie a creer más en nosotros.

P. Cuatro días después le tocó la Copa del Rey y ahí cayeron. Tuvo en El Arcángel su primera alegría como entrenador y también su primera decepción.

R. Perdimos por 2-1 en la prórroga. Nos quedamos con uno menos y en un córner, el jugador que estaba libre de marca nos hizo el gol. Fue Alberto Aguilar. Aunque, fíjate qué curioso, ahí es donde empecé a tener contacto con el otro Alberto, el portero, al que años más tarde me lo llevé al Sporting. Siempre quise tenerle en cualquier sitio a donde yo iba. Me lo presentó Movilla, gran amigo suyo, y tuvimos una charla después del partido. Empatizamos mucho.

P. Aquel Rayo suyo terminó ascendiendo a Primera.

R. Fue mi primera experiencia como entrenador profesional y logré un ascenso a Primera División. Ya en la cantera había ascendido al filial del Rayo de Tercera a Segunda B. Yo en Rayo fui feliz, me sentía querido. Y en Primera División lo pasamos mal, pero ya estamos acostumbrados. Logramos la permanencia aunque fue una temporada dura, sin cobrar en todo el año y con la ley concursal. Estaban al mando los Ruiz Mateos, pero a falta de tres jornadas lo compró Martín Presa.

"Sabemos vivir metidos en el fango"

P. Le ha tocado siempre lidiar con situaciones instituciones complicadas. En el Rayo y después también en el Sporting, el Granada y el Córdoba.

R. Sí, bueno... En ninguno de los sitios en los que he trabajado se puede decir que haya habido una situación de calma institucional. Pero eso te da experiencia. Al final, todo se resume en que tienes que resolver adversidades. Nosotros somos profesionales que gestionamos grupos humanos y, al final, no te puedes salir del guion. Nos toca ayudar al club y eso lo debemos hacer llevando al equipo a conseguir los mejores resultados. Ese es nuestro papel en esta historia. Yo siempre me he considerado un hombre de club.

P. Siempre ha ido a clubes con mucho peso social, con mucha historia detrás, con humildad pero también presión.

R. Es lo que me ha tocado. Me gusta.

P. Y se mueve bien en esos escenarios.

R. Soy una persona a la que le gusta llegar a la grada. Me gusta que la gente se emocione en los partidos. Hoy se lo he dicho a los jugadores. Les he dicho que son una plantilla muy difícil de encontrar. Estuve el otro día viendo al Zaragoza jugando delante de veintisiete mil personas y en los últimos veinte minutos del partido no pasó nada en el campo. Yo tengo jugadores que son capaces de hacer cosas en el campo para que la gente vibre. Lo que ocurrió el otro día contra el Extremadura lo provocaron ellos. La gente quiere ver que luchamos, que no nos rendimos. Nadie quiere ver que su equipo se entrega porque su equipo son ellos mismos. No se pueden bajar los brazos, no se debe hacer porque eso hace que los aficionados se despeguen de ti. Puedes ganar o no, pero nunca debes dejar de luchar. Eso jamás. Yo veo que mi equipo se convierte en una fuerza de naturaleza y eso me lleva a pensar que podemos salir de abajo. A mí y a todo el mundo. Lo más importante es que venimos de una experiencia del año pasado, de vivir en el fango. Y eso otros equipos no lo tienen. Nosotros sabemos vivir ahí. Por eso hemos tenido la paciencia para ir sacando puntos y no perder la fe en el proyecto.

"Tras el partido contra el Granada nos dijimos las cosas a la cara y hablamos de rectificar cosas para sacar a flote el barco"

P. ¿Que tipo de entrenador es Sandoval? ¿En esos dos primeros años de su carrera, el del ascenso y el de Primera, se cimentó toda su filosofía?

R. Se trata de generar dinámicas positivas y mantenerlas. Eso es con resultados, pero algo más que eso. Mira, con el Rayo veníamos de un año espectacular, creo que hicimos 78 puntos y perdiendo muy poquito. Y en Primera estábamos prácticamente los mismos. Luego en el mercado de invierno hicimos el fichaje de Diego Costa, que venía de una lesión, pero en general cogimos a jugadores que nadie los quería en la categoría. Michu venía del Oviedo, Costa del Celta... También estaban Trashorras, Tamudo... Gente con calidad, pero que venían de situaciones complicadas y de jugar poco. Y debutamos en San Mamés, que para mí fue cumplir un sueño. No me digas por qué. Es un escenario muy simbólico. No quería Bernabéu, Vicente Calderón o Nou Camp. Mira por dónde el destino quiso que hubiera una huelga de jugadores y no debutáramos en Vallecas con el Mallorca, sino en San Mamés. En La Catedral. Y además contra Bielsa, un entrenador estudioso y metódico.

P. Palabras mayores.

R. Tengo una anécdota con él. En la pretemporada, intercambiamos con el Athletic los vídeos de los últimos seis partidos de la pretemporada para preparar la Liga. Yo en ese momento me reía, porque yo no pude conseguir el equipo que se enfrentó al Athletic en San Mamés hasta el último día. No nos dejaban inscribir jugadores y todo el verano estuvimos trabajando con la gente del filial. Y claro, les pasamos los vídeos. Y Bielsa, al final del partido, que quedó 1-1, le dijo a su ayudante: “Éste nos ha engañado”. Pero es que yo no tenía otros jugadores. Me impresionó que Bielsa dijera en la rueda de prensa que yo había influido más en mi equipo para conseguir el resultado que él en el suyo. Eso me dio mucha autoestima porque me vi en la élite del fútbol, compitiendo con entrenadores a los que veía como ídolos.

P. Se salvaron sufriendo.

R. Recuerdo la visita al Bernabéu, al Madrid de Mourinho. Marcamos a los veinte segundos del partido. Y luego nos metieron 6-2, con tres goles de Cristiano Ronaldo, pero nuestra imagen fue buenísima. Nos aplaudieron. Es lo que te digo de los resultados. A veces de una derrota se sacan cosas que te hacen mejor. Para muchos de mis jugadores, aquellos aplausos en el Bernabéu les hicieron sentirse fuertes y reconocidos. Y cuando eso sucede estás esperando al próximo partido para comerte el mundo. Me acuerdo que terminamos la primera vuelta con 25 puntos y bien, y en la segunda vuelta estuvimos rozando los puestos europeos.

P. Pero al final se desmontó todo y, para no perder la costumbre, se pasó mal. Le metieron 6-0 a Osasuna y después vino un desplome inesperado, con muchas derrotas seguidas hasta que llegaron al último partido con la necesidad de ganar al Granada.

"A veces de una derrota se sacan cosas que te hacen mejor"

R. Osasuna era un equipazo, que estaba con Mendilíbar en la Europa League. En lo de las seis derrotas seguidas influyó que la gente ya lo daba por hecho. Hubo futbolistas que bajaron los brazos, mucha fiesta en la afición... Y aquello no se había terminado. Tuvimos también muchas desgracias porque se nos lesionaron jugadores clave como Movilla, Armenteros o Javi Fuego. Y así llegamos a la última jornada jugándonos la vida contra el Granada. Fue una racha increíble, porque nosotros perdíamos y mira qué casualidad que todos los rivales directos ganaban. Pero bueno... Ganamos el último partido. Uno a cero, gol de Tamudo. El Tamudazo. Sabíamos que eso no nos lo podía quitar nadie. Creo que junto con lo del Córdoba y lo del Granada, son tres vivencias que me marcaron. Me quedo más con la alegría de las salvaciones que con los ascensos. No es lo mismo vivir que alcanzar la gloria. Descender es morir. Dejamos al equipo en Primera, como se merecía Vallecas. Yo siempre me sentido vallecano.

P. Y con el espíritu vallecano recala en el Sporting de Gijón, un histórico en convulsión.

R. Es que Vallecas es mi vida. Allí hice cinco años de entrenador, tres en cantera y dos en el primer equipo, y eso es un máster. Te puedo asegurar que lo que aprendes allí te deja marcado para siempre. Mira, allí les da lo mismo ganar que perder. Su orgullo es que la gente se deje la vida por el escudo. Yo me acuerdo que cuando íbamos a por el ascenso sufrimos una derrota ante el Huesca. Y al llegar al estadio había trescientas personas esperándonos. Además, no habíamos cobrado y los aficionados hicieron una colecta para ayudar a los jugadores más humildes, que empezaban a llegar al fútbol y no tenían ni ahorros ni un sueldo alto. Ese día lo recordamos todos. Nos dio tanta fuerza que ganamos después diez partidos seguidos. Al final, todo eso te educa. Cuando te sientas en un banquillo o te dedicas al fútbol no te puede faltar la pasión en lo que haces. Si no pones el alma, estás perdido. Estar en Vallecas me hizo mejor entrenador y creo que mejor persona.

P. En El Molinón hay presión.

R. Yo llegué en la jornada novena. Acababan de bajar de Primera División y estaban a un punto del descenso. Habían colocado a un chico de la cantera, Manolo Sánchez, pero no les iba bien y me llamaron. Ese año, después de estar abajo, hicimos una temporada majeta porque tuvimos que equilibrar el equipo en el mercado de invierno. Nos desprendimos de seis o siete jugadores que quedaban de Primera División y al final nos quedamos en medio de la tabla. Fue una temporada difícil también institucionalmente, porque hubo problemas para cobrar durante tres o cuatro meses. Se solucionó en buena parte porque vendimos a Óscar Trejo al Toulouse y eso trajo una buena inyección de dinero. Con eso empezamos la campaña siguiente y pudimos hacer fichajes. Siempre humildes, de gente que yo quería para hacer un proyecto interesante. Del Córdoba nos trajimos a Alberto García, el portero, y a López Garai. Hicimos un proyecto interesante, pensando en lo máximo. Es que allí no puedes hacerlo de otra manera. Hay muchísima presión. Ellos siempre recuerdan la época buena. Tienen ídolos como Quini, Ablanedo... Llegaron a tener a ocho internacionales en el equipo. Y claro, a la hora de comparar, pues... En ese momento el Sporting estaba en Segunda División y es lo que había que afrontar. Hicimos una primera vuelta buena, cerca de la zona de play off, pero a falta de cinco jornadas decidieron sustituirme. Yo lo acepto. Me tocó reconvertir a un equipo al que llegué para salvarlo del descenso y lo dejé unos meses después mirando los play offs de ascenso.

"Me quedo más con la alegría de las salvaciones que con los ascensos"

P. Luego llega lo del Granada.

R. Me llamaron para hacer algo que parecía imposible. Faltaban cuatro jornadas y el equipo estaba a ocho puntos de la salvación en Primera.

P. ¿Cómo se toma un entrenador este tipo de trabajos? ¿Tenía algún premio especial después? ¿Renovación?

R. No, no... Yo hice lo mismo que aquí en Córdoba. No me gusta hipotecar a ningún club ni estar donde no me quieren. Allí llegué por cuatro partidos y le dije al club que, si lo salvaba, era obvio que iba a seguir. Pero sin firmar nada. Y tú sabes que en los clubes, al final, haces tu trabajo, lo salvas y de dicen que hasta luego y muchas gracias. Allí tuve el reconocimiento del club, aunque la situación era complicada. Justo cuando logramos la salvación saltó la bomba: Gino Pozzo quiere vender. Y Quique Pina, que me había dado su palabra, no se sabía si iba a seguir. Y ahí me tienes mes y medio en mi casa esperando noticias.

P. Y después de salvar al Granada tendría un buen cartel.

R. ¡Hombre! En esos momentos me llamó el Córdoba. Pero seis o siete veces me llamó el presidente. Yo le dije que había dado mi palabra en Granada y tenía que respetarla. Me volvieron a llamar por última vez momentos antes de firmar a Oltra. A mí me hubiera gustado, pero al final todo se arregló en Granada. Gino Pozzo no vendió entonces y yo me quedé allí para entrenar en Primera. Me tenían mucho aprecio entre la afición. Figúrate que a falta de cinco jornadas pierden con el Espanyol y todo el mundo llorando, viendo el descenso ya hecho. Luego ganamos al Getafe, al Córdoba, a la Real Sociedad y llegamos al final en Los Cármenes contra el Atlético de Madrid. Empatamos a cero y nos sirvió.

P. Todo un poco de locos.

R. Es buena esa locura, pero tienes que equilibrar. El jugador tiene que saber claro qué es lo que se persigue en cada partido. Hay que tener responsabilidad pero quitarse presión, dentro de lo que cabe. Yo sigo haciendo lo de los bloques de cinco partidos como estrategia para centrar a los futbolistas. Marcamos metas cercanas y no miramos más allá. Cuando se pasa ese periodo, y dependiendo de cómo haya salido, pues nos planteamos el siguiente. Es una manera de trabajar que hace menos angustioso el día a día del equipo, sobre todo cuando se está en circunstancias complicadas como la lucha por evitar un descenso. Son muchas cosas en juego. El club, la ciudad, la afición, la carrera deportiva... Hay que asumir la derrota como una parte del juego que está ahi, pero no te puedes quedar clavado en ella. Hay que asumir el riesgo y si se falla, cogerse de la mano todos y mirar hacia el próximo reto. Se puede salir de todo, eso ya lo sabemos. Nunca se puede dejar de pensar en que es posible.

P. Pero cuando un equipo está una semana y otra también sin ganar, los discursos pierden fuerza. Se puede imaginar mucho, visualizar el futuro, pero la gente cree en lo que ve. Y si ve derrotas...

R. El año pasado nos sirvió de mucho. Hay que afrontar las derrotas y conseguir que no te penalicen en el siguiente partido. No podemos sentir que somos menos que nadie. En la temporada pasada tuvimos un momento difícil cuando nos ganó el Huesca aquí en El Arcangel por 2-4. Recuerdo que ese partido ni lo analizamos con los jugadores. Pasamos página y miramos al siguiente, que era el del Rayo. Sabíamos que si hacíamos hincapié en el algún concepto o en algún error que se hubiera cometido íbamos a restar energia al grupo. Mira: yo creo que en el fútbol, y en cualquier empresa, tienen que pasar cosas. Sucesos, sucesos. No sé en qué ámbito, pero tienen que suceder cosas para que se provoque una reacción. Si vas en una línea, al final ni te das cuenta de que estás muerto. Yo veía que el club hacía todo lo posible, que el campo se llenaba, y yo tenía que transmitir al jugador esa emoción. Les dije que no íbamos a penalizar el error, sino el poco atrevimiento. Quise que se atrevieran a hacerlo todo. Y muchos partidos los sacamos porque íbamos al límite. Hubo partidos en los que nos quedábamos con dos defensas, porque el empate no nos valía. Fijate en los pocos empates que hicimos.

"No estamos en un club que pueda fichar jugadores de élite y gastarse millonadas. Aquí estamos todos más o menos cortados por el mismo patrón"

P. Le trajo Oliver al Córdoba.

R. Sí, fue el que se entrevistó conmigo. Habló previamente con mi representante y le dijo que estaban buscando un entrenador. Marcamos una cita para conocermos personalmente y me dijo: “Yo a usted le quiero fichar ya”. Yo le dije que se podía conseguir con la plantilla que había, eso sí, a mi manera y con paciencia. Marcamos los pasos y se logró.

P. Los refuerzos ya habían llegado.

R. Sí, cuando yo llegué los fichajes ya estaban hechos. Pero ojo, no nos equivoquemos. Había futbolistas en un estado físico que no estaban para jugar. Hacía falta paciencia, pero dentro de esa paciencia debían llegar los resultados porque no nos quedaba más remedio. Era cuestión de tener confianza. Había gente como Álex Quintanilla, que venía de no jugar, o gente que estaba aquí como Loureiro que no había participado. Yo les necesitaba a todos. Participaron todos, en mayor o menor escala. Me acuerdo de Josema, que participó muy poco conmigo porque cuando llegué estaba en un momento delicado, y jugó un partido brillante ante el Sevilla Atlético. O el de Quintanilla contra el Reus.

P. Entonces, lo de los jugadores fijos...

R. Los jugadores deben tener competencia. Nosotros no estamos en un club que pueda fichar jugadores de élite y gastarse millonadas. Aquí estamos todos más o menos cortados por el mismo patrón, tanto el entrenador como los jugadores. Tenemos que sentir competencia interna. Aquí han pasado todos por la grada, por el banquillo y por el campo. Y ellos, todos, han ido de menos a más. Ellos son los responsables de haber mejorado. Al final, nos agarramos de la mano y comprendemos que todos nos necesitamos a todos. Salga uno o salga otro, lo importante es el Córdoba.

"El respeto se lo gana un entrenador cuando actúa con justicia"

P. Ese estilo es arriesgado. Hay jugadores con distinta personalidad, trayectoria, expectativas...

R. Sí, pero es lo que hay. Seguro que hay peajes que yo los pago muy caros. Si no hay buenos resultados está claro que me penaliza mucho. Pero es mi manera de verlo y a mí no me ha ido mal en mi vida profesional. Como creo en esto, lo hice igual en el Rayo, en el Sporting y en el Granada. Creo en esa forma de gestionar los grupos. Lo único que necesito es tiempo. El respeto se lo gana un entrenador cuando actúa con justicia. Y eso no se hace en una o dos jornadas. Ahora estoy convencido de que todos se sienten importantes y saben que pueden salir a jugar. Cuando uno sale por otro, nunca puede echarle en cara al entrenador por qué juega el otro y no él. Todos tienen la capacidad de salir y la decisión es del entrenador. Cada partido es una vida diferente. Cada kilómetro de nuestra maratón es diferente. En uno hay una cuesta, en otro una bajada, en otro no tenemos agua para hidratarnos... Hay que saber dosificarse. Yo planteo los partidos para neutralizar las virtudes del rival pero sin perder mi identidad. Todo eso hay que modelarlo, que todos los mensajes al jugador sean potenciadores y no limitantes. Si a un futbolista le estás reprochando contínuamente por qué ha hecho esto o no ha hecho lo otro, seguro que le estás mermando su capacidad. Tenemos casos como el de Jaime Romero este año. Él ha llevado su proceso y no ha sido sencillo. Este año lo empezó con problemas musculares, pero se ha ido haciendo el sitio y va mejor. Él es un jugador que se sabe importante y que tiene su papel en el equipo, que al final es lo que nos une a todos. El equipo. El Córdoba. Esté quien esté en cada momento. Ni Sandoval ni este o el otro jugador. Si conseguimos el objetivo marcado, al final vamos a salir ganando todos. La afición lo está viendo. Ha habido jugadores que han tenido ofertas para irse de aquí y se han quedado en el Córdoba. Eso es un compromiso que hay que valorar.

P. El partido contra el Extremadura fue el que más recordó al año pasado. El equipo estaba muerto y resucitó.

R. Nos estamos convirtiendo en expertos en eso. Ojalá algún día no sea así, pero si es lo que nos toca pues vamos a por ello.

P. Los rivales saben que en El Arcángel les puede ocurrir cualquier cosa hasta el final.

R. Exactamente. Nuestro campo debe ser difícil para el que venga. Los entrenadores lo preparan de esa manera. Fíjate que en los minutos finales el Deportivo de la Coruña empezó a perder tiempo porque sabía que si el balón rodaba nosotros les podíamos remontar. Cuando los equipos ven las cosas que pasan en Córdoba, ya vienen condicionados. Nos respetan. Esa vitola de equipo que nunca se da por vencido me gustaría tenerla en cualquier equipo que yo entrene. Lo importante también es saber gestionarlo.

P. ¿El Córdoba juega como quiere o como puede?

R. Hay que buscar un modelo de juego, pero las circunstancias mandan. Yo, cuando llegué aquí, lo primero que hice es evaluar lo que tenía, porque no se parecía a lo que dejé. Luego marcamos una planificación de trabajo y un objetivo: sacar el máximo rendimiento a la plantilla. Aquí, además, había unas emociones negativas por todo lo que había sucedido durante el verano. Sabíamos que los resultados no iban a llegar de inmediato, por eso es importante que todo el mundo tenga claro que debe dar el máximo de sí mismo. Cuando todo va de cara es más fácil. Pero cuando hay problemas, hay que aparcarlos y salir a darlo todo en el campo delante de mucha gente y con mucha presión detrás. Creo que al principio cada uno jugábamos un partido distinto, no íbamos como teníamos que ir.

"Si echarme fuera la solución, yo sería el primero que me quitaría de enmedio porque quiero al Córdoba"

P. Hubo un momento crítico en Granada.

R. En ese partido tocamos fondo. Ese día nos hizo madurar. Nos dijimos las cosas a la cara y hablamos de rectificar cosas para sacar a flote el barco. Creo que al final fue un punto de inflexión bueno porque todos dijimos la verdad, lo que habíamos visto, tanto los jugadores como el técnico. Recapacitamos y vimos que no se podía seguir así. Por nosotros y por la gente que nos sigue. No podíamos terminar haciendo eso. A partir de ahí hemos ido mejorando a empujones. Creo que ya tenemos un modelo en el que los jugadores se sienten cómodos, independientemente del sistema que sea.

P. El Arcángel no baja de las diez o doce mil personas de asistencia en cada partido, a pesar de llevar el equipo en puesto de descenso casi el noventa por ciento de las jornadas desde que usted llegó el año pasado.

R. Eso es porque les damos algo diferente. Hay gente que piensa que perder es un fracaso y que ganar es un éxito. Y ahí se quedan. Pero hay matices. Hay victorias que no son reales y derrotas que se transforman en éxito porque transmiten algo. Es difícil convivir con la derrota, pero yo quiero hacerlo. Sé que con el tiempo, poniendo las cosas en su sitio, todo esto que estamos pasando hará que renazca un Córdoba más fuerte.

P. Aunque parece que, por unas cosas o por otras, no se alcanza la estabilidad nunca.

R. Desde que llegó Jesús León no hay otra cosa que agujeros y baches que aparecen. Si le dejan llevar a cabo el proceso de asentar el club, todo tendrá su recompensa. Todo pasa por que este equipo y este club se queden en Segunda División, en categoría profesional, un año más. Y asentar las bases de categorías inferiores, primer equipo, institución... todo. Estaba todo un poquito abandonado y ahora estamos siendo una referencia en La Liga. Y eso se lo está ganando el club a base de lo que está haciendo, de trabajo y de arreglar cosas que estaban mal hechas.

P. ¿Cómo evalúa la temporada en curso?

R. No soy de poner notas hasta el final. Lo que sí es verdad es que estoy viendo un equipo de menos a más. A mí eso es lo que más me gusta. El equipo está cogiendo confianza, adaptándose a situaciones a las que otros clubes serían incapaces de hacerlo. Estoy viendo crecer a jugadores que, por lógica, al principio no podían dar el rendimiento que ahora están dando. Aunque mi obligación es ponerlos porque, aunque no estuvieran en un estado óptimo, es la única manera de hacerlos mejorar. No se puede dejar a nadie en el olvido. Hay que dar minutos, porque para mí son importantes todos. Nuestra misión desde hace unos meses es salir de todo lo que nos había rodeado, que no es fácil. Ya están empezando a llegar los resultados. Se vio que pegamos un cambio radical después de lo de Granada. La victoria en Copa de Elche nos confirmó lo que estábamos haciendo. Hemos ganando aquí en casa al Almería y al Extremadura, empatamos con el Depor. Vamos cogiendo ritmo y ya no perdemos. Los jugadores están viendo ese proceso. ¿Que vamos a perder partidos? Pues claro. Pero lo que quiero decir es que estamos ahí, compitiendo, con un equipo de gente comprometida y con todas las opciones para cumplir el objetivo marcado. Esto es muy largo, son 42 jornadas, y creo que estamos ya saliendo de la situación.

"Yo creo que cualquier otro equipo, en nuestras circunstancias, se hubiera descolgado más"

P. ¿Cómo lleva lo de que se cuestione su continuidad?

R. Soy profesional y sé cómo funciona esto. Yo lo que digo es que a ninguno de los equipos que ha cambiado de entrenador les ha funcionado. Si esa fuera la solución, yo sería el primero que me quitaría de enmedio porque quiero al Córdoba. Yo intento aislarme un poco de todo. Sé que tengo la confianza por parte del club y de la persona más importante que es mi director deportivo, que convive conmigo y empatiza.

P. ¿Qué tal con Rafa Berges? Muy diferente a Oliver.

R. Te puedo asegurar que uno de los grandes éxitos de Jesús León es haber fichado a Rafa Berges para su proyecto deportivo. Es alguien con sentido de pertenencia al club y también con mucho sentido común a la hora de aplicar las medidas. Él sabe la dificultad que ha habido para formar el equipo y sabe también las circunstancias en las que yo he venido. Me está dando tranquilidad, porque me potencia las cosas buenas que hemos hecho. Aunque las malas también las hablamos, ¿eh? Pero todo va dentro del trayecto que está teniendo el Córdoba, que no es fácil. Todo esto nos hará más fuertes. Tanto a Jesús [León, el presidente] como a Rafa [Berges, el director deportivo], a Alfredo [García Amado, el director general], a los jugadores o a mí mismo. ¿Sabes por qué? Porque nos hemos dado la mano. En los conflictos llega la oportunidad. Todo lo que nos ha pasado nos ha dado la oportunidad de demostrar quiénes somos. Lo más fácil hubiera sido tirar la toalla, que el entrenador no hubiera venido, que los jugadores se hubiesen ido... Lo bonito de todo esto es que nos hemos mirado a la cara, hemos visto el error que cada uno de nosotros ha podido cometer, y hemos dicho que esto hay que defenderlo. Detrás de nosotros hay una ciudad y una afición. No les hemos dado casi nada y están siempre con nosotros. ¿Quién tiene eso? ¡Nadie! Eso tiene un valor que nos hace levantarnos. Tenemos que insistir.

P. Cuando su nombre suena en El Arcángel la gente aplaude. Y el equipo ha ido colista muchas semanas. ¿Cómo vive eso?

R. Eso para mí es la fuerza, me da impulso como entrenador. Yo la crítica la acepto. Esos aplausos no los entiendo como un elogio, porque nos queda mucho por dar, sino como una muestra de cariño. Te lo digo por mí. Cuando me siento valorado y querido soy imparable. Me lo llevo todo por delante. Me faltan horas del día para intentar mejorar. Y eso al final tendrá su recompensa. El que te quiere te debe criticar. No he visto a nadie perfecto en la vida. Las críticas que me hacen desde el respeto me sirven de mucho y lo valoro. Es normal tener críticas y alabanzas, pero al final lo que quedan son los objetivos conseguidos y la satisfacción de saber que los hemos logrado entre todos. Sandoval es uno más. Yo no concibo que cuando un futbolista coja el balón y le salga algo mal, le silben. Eso es dar alas al equipo contrario. Una afición es grande cuando permite el error, cuando entiende desde el amor por su equipo que debe ayudarle siempre en las buenas y en las malas. Un futbolista que se siente querido se esfuerza más por entrenar, por jugar, por devolver esa muestra de gratitud a la gente. Somos el Córdoba todos. Y las batallas solo las ganan los verdaderos guerreros.

"Cuando me siento valorado y querido soy imparable"

P. El Córdoba colecciona ascensos y salvaciones, lo que se suele conocer como los títulos de los pobres. Igual que los clubes en los que ha estado. ¿Disfruta con la alegría de los humildes?

R. Yo es que me considero una persona humilde. Para mí, la remontada que hicimos ante el Extremadura habrá muchos equipos que jueguen en la Champions League y no sientan esa sensación jamás. Y eso no se puede comprar. Para mí la humildad es defender lo que tienes. Para nosotros, ahora, la lucha es lograr los 50 puntos y la salvación. Nos quedan 39 y vamos a muerte a por ellos. No nos puede confundir nadie.

P. Un título se gana y al año siguiente hay otro, pero la categoría se pierde y quién sabe dónde puede uno terminar.

R. Ganar un título es la gloria, pero cuando hablamos de la salvación es la propia vida lo que está en juego. Y eso vale más que todo. El Córdoba es para mí inconcebible más abajo de la Segunda División. Es lo que tenemos ahora, está en riesgo y hay que defender para conservarla. Somos humildes. El que venga aquí como un crack se equivoca totalmente. Ahora, eso sí, que nadie nos falte al respeto. El Córdoba es grande. Aquí escuchas el himno en el El Arcángel y se te ponen los vellos de punta.

P. ¿Sueña con un Córdoba más arriba?

R. Mi proyecto lo sabe Jesús. Yo apuesto por salvar al Córdoba y llevarlo lo más alto posible. Si todo va bien, no voy a parar de trabajar para ello. He venido este año a intentar que este club no sufra lo mismo del año pasado.

P. Hizo los mejores números de un entrenador en la historia del club.

R. Y este año se harán también, paciencia...

P. Pero no le sirvió para seguir.

R. Eso fue una cosa del director deportivo, que creía que no tenía cabida en su proyecto, pero el tiempo es el mejor juez. Al final nos ha puesto a cada uno en nuestro sitio. Yo he vuelto al Córdoba y hay personas que no han podido seguir.

"Una afición es grande cuando permite el error, cuando entiende desde el amor por su equipo que debe ayudarle en las buenas y en las malas"

P. Cuando se fue dijo que iba a volver.

R. Estaba convencido porque, al final, creo en el destino. Si hemos venido aquí a hacer lo que hemos hecho, es porque algo bueno nos espera detrás. Eso es lo que creo. Las cosas no pasan así como así. Todo esto tiene un significado. Mientras, solo podemos hacer una cosa: trabajo, trabajo y trabajo. Ya lo ves. Soy un psicópata. No tengo más sitio para escribir en las paredes. A mi gente estoy todos los días mandándoles mensajes. Al preparador físico, al segundo entrenador, al scouting, al fisio, al médico... Siempre hay que planificar y modificar cosas. Ahora estamos todos como tenemos que estar. Ahora sí que estamos todos.

P. Dentro de lo malo, pudo ser peor.

R. Yo creo que cualquier otro equipo, en nuestras circunstancias, se hubiera descolgado más. Las sensaciones se han transformado en resultados y eso es lo que a mí me da la confianza, porque si no es es así todo es papel mojado. Los jugadores creen más en mí ahora, porque con las derrotas es al contrario. Lo que tú dices no les llega. Es así. Yo a los jugadores tengo que convencerles desde las victorias. Y si perdemos, sacar algo positivo para que vean que algo estamos haciendo bien. Lo que tenemos que evitar es dar mala imagen, como pasó en Granada. Eso creo que lo hemos cogido a tiempo. Los jugadores, con su actitud, me han enseñado mucho. Yo tengo agradecimiento a la plantilla, porque en este proceso son ellos los que están tirando hacia adelante. El otro día celebramos la remontada contra el Extremadura como si hubiera sido una salvación. El Arcángel vibró como hacía mucho tiempo que no lo había hecho y la gente se emocionó. Esa es la base. Porque el fútbol sin emoción, qué quieres que te diga... Es nada.

"Somos humildes, pero que nadie nos falte al respeto"

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