Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Salvador Gutiérrez Solís: “La literatura tiene que contar historias porque el mundo ya está contado”

Salvador Gutierrez Solís | ÁLEX GALLEGOS

Juan José Fernández Palomo

0

El escritor Salvador Gutiérrez Solís (Córdoba, 1968) ha pasado por su ciudad para “defender” su última novela El Lenguaje de las Mareas (Almuzara 2020) dentro del ciclo que mantiene el Centro Andaluz de las Letras. Su visita nos ha permitido volver a charlar con él en un entorno que le es muy cercano: el casco antiguo de su ciudad natal escenario de algunas de sus narraciones anteriores como El sentimiento cautivo. Escritor que siempre ha apostado por la fabulación y la ficción pura y dura, a Gutiérrez Solís se le nota encantado de haberle tomado al pulso a los códigos y a los ingredientes más contemporáneos para divertir y divertirse escribiendo novelas de crímenes, thrilers, true crime o novela negra o como se llame este festín literario adictivo tanto para el autor como para sus lectores.

El Lenguaje de las Mareas es una obra trepidante donde encontraremos no sólo un crimen por resolver, sino también reflexiones sobre el papel espurio de ciertos medios de comunicación, los problemas de la sobre exposición en las redes sociales, la violencia de género, las nuevas concepciones de la familia, narcotráfico, corrupción política, inmobiliaria –como si fuera diferente-...

Nos encontramos con un Salvador contento, hiperactivo y parlanchín, como siempre debe estar un narrador al que, en terminología futbolera –él es madridista, nadie es perfecto- asemejaría a un delantero al que le centras un melón y lo remata a puerta. Pues a Gutiérrez Solís le das un caso rarito sacado de una gacetilla de provincias y te construye una novela de la que no puedes abandonar su lectura. No falla.

Pregunta. ¿Tú también estudiaste Derecho, como esa generación tuya que salió de los Salesianos?

Respuesta. No. Yo estudié Relaciones Laborales, que es todavía más feo, pero tiene ese componente social que lo humaniza un poco. Fue divertido.

P. ¿Ejerciste de ello?

R. Me propuse no ejercer nunca de eso. En aquellos años eso era ir a una gestoría, hacer declaraciones de renta y eso, que me parece un trabajo dignísimo y que seguro que ganan más dinero que yo, pero, no, no, nunca ejercí.

P. ¿Y desde muy joven ya querías ser escritor?

R. Mira, los primeros años de escritura, cuando yo empecé a escribir, a ser un escritor profesional, ganaba una pasta con los concursos literarios. Yo gané, creo, cuarenta o cuarenta cinco premios, estaba “entacao”, no como ahora, que es ruinoso. No había el control que hay ahora con internet y tal. Ahora ganas un premio con un relato y ya lo tienes “machacado”. Recuerdo que con un relato gané no sé cuántos premios. Creo que ya han prescrito todos esos delitos que estoy comentando y que los jurados de los premios ya no me pueden denunciar; pero, sí, hacía esas cosas, claro, porque no había el control virtual que hay ahora y esas cosas, y la verdad es que gané un montón de dinero.

"¿Usted a qué se dedica?" "Yo, a los concursos literarios"

P. Vaya chollo y qué momento ¿no?

R. Pues sí. Luego, sin embargo, cuando ya te estabilizas, fichas por una agencia literaria y te dicen “no, presentarse a esos premios no da prestigio, que si patatín, que si patatán…”, resulta que acabo ganando bastante menos dinero que cuando me dedicaba a los premios. A lo mejor quedaba un poco chusquero eso de “¿Usted a qué se dedica?” “Yo a los concursos literarios”; pero también hubo gente que ganó pasta con el Un, dos tres y esas cosas. Todo tiene sus virtudes y sus defectos.

P. ¿Y en los Salesianos ya eras bueno en “redacción”?

R. Era bueno inventando, y la Lengua, comentarios de texto y esas cosas no se me daban mal; pero era bueno inventando, todavía algunos amigos se acuerdan de las obras de teatro que me inventaba totalmente desquiciadas, de vez en cuando hacía informativos, telediarios con noticias disparatadas para aquel momento y para eso sí era bueno.

De los Salesianos siempre tendré un recuerdo de emoción con ellos y un elogio por el espíritu inquieto, el acercamiento a la cultura que siempre promovían

P. En la vida de esa generación son momentos que se quedan, que permanecen ¿no te parece?

R. De los Salesianos siempre tendré un recuerdo de emoción con ellos y un elogio por el espíritu inquieto, el acercamiento a la cultura que siempre promovían: teníamos cine fórum, disco fórum… diversos movimientos culturales que había en torno al colegio que yo devoré, porque los devoré, me fascinaban. Recuerdo ver grandes clásicos del cine en aquella sala que te dejaba el culo como una tabla con unas sillas durísimas, recuerdo ver películas maravillosas, yo intentaba colarme, costaba, creo, cinco pesetas entrar y había un bono de cinco duros-seis películas, me parece…

P. Eres “el narrador”, el novelista, en un grupo generacional de poetas en ese momento en Córdoba, los del tránsito del Milenio…

R. Sí. Es cierto. De mi edad creo que soy el único narrador que sigue desde aquel tiempo porque tanto Eduardo (García), al que echamos tanto de menos, Pablo (García Casado), Antonio Luis (Ginés), luego ya Juan Carlos (Bernier) y los que vinieron un poquito después, también Pérez Azaústre, que ése sí también es narrador… pero es cierto, la mayoría eran poetas y, sobre todo, unos espléndidos poetas.

P. Vaya cosecha…

R. Una generación poética en Córdoba que yo creo que es la más potente después de Cántico o junto a Cántico, y yo creo que en cuanto a producción, cuando sean mayores, será superior a la del Grupo Cántico.

Si dividiéramos nuestra vida en capítulos, en secuencias, yo no creo que mi vida haya sido suficientemente atractiva como para meterle la chapa a nadie

P. Se llenan ahora los anaqueles de literatura de autoficción en la narrativa española y tú siempre has optado por la ficción. Pregunta doble ¿Por qué de una cosa y de la otra?

R. Sí, sí. Además, cada vez soy más “pro-ficción”. Parto de la base de que muchas veces, narrando, siempre he renegado de la autoficción y, ojo, hay libros de autoficción que me gustan, que me han parecido atractivos. Pero, ya digo, siempre he renegado de la autoficción pero sí digo que cuando cuentas sentimientos, cuentas experiencias sí que hay un cierto componente de autoficción. Pero si dividiéramos nuestra vida en capítulos, en secuencias, yo no creo que mi vida haya sido suficientemente atractiva como para meterle la chapa a nadie y es que, sobre todo, la autoficción que se está publicando en España –y, ojo, que tiene éxito porque le gusta a la gente, porque se están vendiendo muy bien los libros- son de una amargura y de un dramatismo… de padres que se están muriendo durante quince años, de desastres económicos, padres horribles, infancias maltrechas… qué cansino. Sinceramente, no me atrae nada hacerlo y tampoco creo que tenga yo los mimbres para poder hacer ese tipo de obra.

Si yo llego a saber que se pasa tan bien escribiendo este tipo de novelas hubiera empezado hace veinte años

P. Pues siguiendo con tu apuesta por la ficción recorres por varios “subgéneros” hasta llegar a la novela negra ¿Cómo es el proceso?

R. (Sonríe, apoya los codos en la mesa y se acerca a este interlocutor) Mira, Juanjo, si yo llego a saber que se pasa tan bien escribiendo este tipo de novelas hubiera empezado hace veinte años. Las amarguras que yo he pasado, por ejemplo, con El Escalador Congelado o El Orden de la Memoria u otras novelas como El Sentimiento Cautivo … Esto es como pasar de ser Ingmar Bergman a ser Spielberg: aquí hay espectáculo, hay asesinos, persecuciones, tecnología… O sea, que me lo estoy pasando muy bien escribiendo novela negra.

P. Le caben cosas ¿verdad?

R. La novela negra tiene un componente que ya utilizó Vázquez Montalbán, gran precursor, o González Ledesma; en Grecia, Markaris, y es que le puedes meter de todo, puedes usarla para lo que quieras, es una muñeca rusa en la que puedes decir “bueno sí, han matado a o han desparecido estos o estas y hay que encontrarlos, hay que resolver el crimen”, pero a partir de ahí, tú puedes hablar, como yo hecho en El Lenguaje de las Mareas de violencia de género, de la sobre-información, de las redes sociales, recuperar historias del Levante andaluz, no sé… puedes meterle lo que tú quieras, corrupción política, narcotráfico… te permite hacer una radiografía de la actualidad y eso me ha fascinado.

Yo creo que Balzac, si escribiera hoy, escribiría novela negra

P. Bueno, puede decirse que la novela negra que estáis escribiendo hoy día es prácticamente la novela realista o naturalista del XIX. Es una misión muy parecida la que cumplen ¿no te parece?

R. Sí. Tiene mucho de eso. Yo creo que Balzac, si escribiera hoy, escribiría novela negra, no me cabe duda. De hecho, esas intrigas palaciegas que él orienta hacia la ambición, el poder, tienen también un componente de novela negra porque sigue el canon clásico de la presentación, nudo y desenlace.

P. Tú, que impartes también talleres de creación literaria, tendrás en cuenta que no se escribe igual desde la llegada de la cultura audiovisual, el cine, la tele. La novela cambia radicalmente…

R. No, no. Es impensable que se escriba igual. Cuando escucho planteamientos de críticos o teóricos de la literatura como con añoranza o melancolía de la gran novela del XIX… Pues, no. La novela decimonónica tiene un componente pedagógico fundamental porque, a lo mejor, necesitaban veinte páginas para describir una catedral o cómo era una muralla o el uniforme de un soldado. Hoy no tienes que hacer eso porque la gente sabe cómo es una catedral, el uniforme del soldado o cómo es un teléfono móvil… esa literatura tenía el componente de enseñarle a la gente el mundo. Hoy la literatura tiene que contar historias porque el mundo ya está contado, lo vemos todos los días.

Yo no quiero que me cuenten otra vez lo que vimos todos con nuestros ojos

P. Habrá que contar a la gente de ese mundo y lo que les puede pasar…

R. En los talleres siempre se lo digo a los chavales: Los personajes no se describen, se muestran, se tienen que ir mostrando a lo largo de la narración, mucho más que detenerse en elementos, en situaciones que todo el mundo conoce. Hay gente que dice “todavía no se ha hecho la gran novela del 11-S o del 11-M.. . Yo no quiero que me cuenten otra vez lo que vimos todos con nuestros ojos, quiero a lo mejor que me cuenten qué pudo haber sido, quienes los responsables, una trama anterior, una trama posterior, ¿pero el instante…? Que alguien emplee cien páginas para contarme como las torres gemelas caían, no, si en cinco minutos ves cualquier vídeo y ya está.

P. El Lenguaje de las Mareas, no sólo formal, sino temáticamente, es una novela ambiciosa ¿Es una ambición pretendida desde el principio o fue creciendo mientras se construía?

R. La novela se ha hecho ambiciosa mientras se construía. El primer planteamiento es que dos chicas desaparecen y resolver el caso. Luego entendí que el tema de las incidencia de las redes sociales, unido a los adolescentes, estaba claro, el de la información, estaba claro, y luego elevé un poco situaciones que te recuerdan continuamente a casos como el conocido de la manada, que es un tema muy interesante, vamos, muy repugnante, pero digno de ser llevado a una novela porque creo que es un caso que se ha dado con más frecuencia de lo que nosotros podamos imaginar y que muchos de esos vándalos siguen por ahí, incluso tendrán niños y niñas a los que acarician con dulzura sin apenas recordar lo que han hecho. Se trata de utilizar elementos de la realidad, aunque suene descabellado, pero es que hay asuntos como el de Marta del Castillo o el de Diana Quer que he utilizado descaradamente para la novela.

En una narración los personajes no se describen, se muestran

P. Burradas que tenemos muy presentes, trituradas en los medios de comunicación de masas hasta el fango, más allá del “caso” meramente policial o judicial ¿No se nos va la cosa de las manos? Es tremendo…

R. Ya te digo. Con el caso de Diana Quer, que yo seguí y del que tengo cientos de reportajes almacenados y demás… había periodistas, bueno, periodistas no, tertulianos a los que les viene largo el nombre de periodistas… pongamos personajes que comentaban la presencia de esta chica en las redes sociales y no es que justificaran lo que le hubiera pasado por eso, pero sí había un comportamiento ahí, un tufillo…

¿No hemos subido a coches de desconocidos dos millones de veces? ¿No hemos ido a fiestas que no sabíamos quién las organizaba? Eso una chica no puede contarlo

P. Estaban al borde.

R. Eso, al borde: “es que la chica… esas fotos, lo que hacía…” Como el caso de Laura Luermo, la chica se fue a hacer footing, otro caso parecido en ese tratamiento malsano. Y es que a ti te habrá pasado lo mismo porque somos de la misma edad ¿No hemos subido a coches de desconocidos dos millones de veces?

P. Sí…

R. ¿No hemos ido a fiestas que no sabíamos quién las organizaba?

P. Sí…

R. …Y nunca hemos tenido sensación de peligro en nuestra vidas. Jamás. Eso una chica no puede contarlo así porque, como mínimo, alguna vez se ha encontrado con el típico baboso que ha intentando tirar los tejos de la mala manera y buscando ciertas situaciones.

P. Eres usuario activo de las redes sociales, trabajas con ellas. Supongo que no las demonizas.

R. Para nada.

P. ¿Y su uso? Hay una lectura también dialéctica en tu novela sobre lo público y lo privado, la alteración de la identidad…

R. Eso me preocupa mucho, una preocupación lógica porque tengo un hijo de quince años y una hija de doce. El de quince ya es usuario de las redes y tengo cierta preocupación porque ellos no tienen cierto control sobre lo que muestran y no tienen cierto control sobre quien recoge la información que ellos desprenden y no saben con qué objeto quien está al otro lado recibe la información y cómo la utiliza. Yo creo que esa ignorancia de las redes que a veces acaba en situaciones dramáticas porque hablamos de bullying, estafas, sobornos, extorsiones y todo tipo de delitos… la gente joven debería tener un componente de pedagogía con las redes. Yo creo que tanto en la escuela como los propios padres deberíamos tener una actitud de pedagogía, enseñar a usar un Smartphone, a navegar por internet de una forma segura, placentera, sabiendo lo que puede y debe buscar; pero muchas veces esa actitud de “toma el teléfono niño y te entretienes mientras me tomo una cerveza” es chunga, no estamos atentos y nos supera.

P. Como tenía que ser, una de esas muñecas de la “muñeca rusa ”de tu novela es el binomio “novela negra-corrupción política”. Una cosa lleva a la otra ¿Te preocupa el descrédito, y más en estos tiempos, de la política y de la función pública?

Parece algo surrealista que los que deberían propiciar que nosotros tuviéramos una vida mejor fueran nuestro principal problema

R. Me preocupa muchísimo. En encuestas esas del CIS, y otras empresas de análisis, una de las principales preocupaciones de los españoles son los políticos, cuando los políticos son los encargados de solucionarnos a nosotros los problemas. Parece algo surrealista que los que deberían propiciar que nosotros tuviéramos una vida mejor fueran nuestro principal problema.

P. A las pruebas se remiten, perdón por el chiste.

R. Y es que ha habido unos años, y todavía sigue habiendo, en que los casos de corrupción han sido muy grandes, los escándalos han sido tremendos, el dinero despilfarrado, robado es incontable, yo creo que es imposible saberlo y es normal que haya un descrédito. Pero yo matizo: hay un descrédito con la “clase política” –una expresión que odio-, con los políticos, con las personas; pero no con la Política. Ni con la ideología. Yo creo que la política, lo digo sinceramente, es hermosa, es honorable y quienes la practican desde la vocación y desde la pasión, me da igual del partido que sea, son personas honorables que normalmente tienden a anteponer el bien común, el bien público por encima de sus intereses. Es más, yo que he trabajado muchos años con políticos, y lo digo y hay gente que me mira extrañada, normalmente son honrados, lo que pasa es que hay, si te paras a pensar, diez, quince, veinte, cien, muchos que son unos auténticos golfos; pero eso no quiere decir que dos mil más lo sean. Lo que pasa es que llaman mucho la atención, sí.

P. Como casi todo autor de novela negra has creado un personaje, la inspectora Carmen Puerto, muy buena en lo suyo, pero que no es superwoman ni mucho menos, de hecho es disfuncional ¿Quién es esta tipa?

R. Totalmente. Primero tiene la metáfora de que está hiperconectada y, sin embargo está confinada. Confinada desde mucho antes del 15 de marzo, eh, está confinada desde el 2016, que nadie se crea que he venido aquí a apuntarme al carro de la “literatura pandémica”, que ya ha empezado, ojo. Por eso esa situación que se da en muchas personas que son, por un lado una nulidad en sus relaciones sociales, pero luego son unas máquinas a la hora de tener amigos, likes y demás historias. Pero también me interesaba el hecho de que tú puedes tener un don, una habilidad y luego puedes ser un cazurro o un zoquete o alguien sumamente imperfecto en otras expresiones o ámbitos de la vida. A ella le sucede eso, es muy inteligente, tiene una intuición y una capacidad de observación absolutamente alucinantes, deslumbrante, pero para su vida personal es un caos, un desastre, es nefasta. Tiene problemas de adaptación, de miedo, de no encontrarse ciertamente asombrosos.

Me gusta mucho la descripción por los hábitos culturales porque si alguien te cuenta lo que lee, lo que ve, lo que escucha… te puede caer bien, te puede caer mal

P. Lo que decías: el personaje se nos va mostrando con la música que escucha, las mierdas que come o bebe, lo que fuma, el cuadro al que le habla en la soledad de su casa…

R. Eso siempre lo he utilizado. Vázquez Montalbán en sus Carvalhos lo hacía, también Joyce, por ejemplo, describian personajes por lo que comen, alguien que no come más que hígado o huevos con chorizo pues le adjudicas una personalidad. A mí me gusta mucho la descripción por los hábitos culturales porque si alguien te cuenta lo que lee, lo que ve, lo que escucha… te puede caer bien, te puede caer mal según las respuestas que te dé. Ahí tienes un tufillo, una pista muy cercana a cómo es.

P. Perdón por la expresión, pero sufriste un “gatillazo” con la novela anterior, Los amantes anónimos. Estaba todo a punto y la editorial quebró ¿Cómo lo llevaste?

R. Un gatillazo y más. Una decepción, un derrumbe. Que haya habido cuatro años de distancia entre la anterior novela y ésta no es casualidad. Los primeros años fueron auténticamente de depresión post parto, nunca mejor dicho, porque fue un parto. En aquel tiempo fichar por esa editorial no es que fuera un chollo, es que todo el mundo quería publicar con esa editorial. Resulta que es la que paga mejor que nadie, distribuye mejor que nadie, tiene, aparte de la española, una editorial en Francia y otra en Italia, con lo cual vas a publicar en esos países casi automáticamente. Tenías una reunión con tu editor y era “toma billetes de avión, dame los tickets de taxi, comidas en restaurantes acojonantes de Barcelona…” Todo era algo alucinante y, cuando publicas con esa editorial, cuando la novela está a punto de salir al mercado, la declaran en concurso de acreedores. Un mes más tarde me llegó una carta de un juzgado de Barcelona diciéndome que si me quería hacer cargo de los ejemplares, que me los dejaban a un precio simbólico y tal. Les dije que no, que no me interesaba mucho el asunto. La verdad es que aquello, durante más de un año, fue un batacazo del que me costó mucho reponerme.

P. Tiempo de “barbecho” ¿Pero, te ha venido bien?

R. Luego no escribí porque me lo estaba pasando muy bien: salía mucho –que lo sigo haciendo-, veía muchísimas películas, muchas series, escuchaba muchísima música… y yo creo que todo eso me ha venido muy bien porque estoy ahora un poquito atómico, no sé si es fusión o fisión pero estoy ahí acelerado.

P. ¿Habrá más Carmen Puerto?

R. Pronto. Almuzara va a reeditar Los amantes anónimos, y como en esta vida hacer las cosas fáciles es lo más torpe y lo más feo del mundo, pues no va a ser la misma novela, va a haber cambios sobre la trama que permanece casi igual, pero es otra novela. Y estoy ya también escribiendo la tercera entrega que conecta con la primera y la segunda siguiendo esa máxima de no hacer lo fácil, a ver si disfrutamos más y nos entretenemos más

Ahora a mí me dicen de leer un libro sobre la pandemia, vamos, ni de coña

P. ¿Saldrá gente con mascarilla y echándose hidrogel?

R. El otro día me decía alguien que había estado de jurado en un premio de poesía que casi el cincuenta por ciento de los poemas eran “pandémicos”. Y no nos damos cuenta –y yo creo que las editoriales serían torpes- de que lo estamos pasando tan mal, estamos hasta los mismos cojones de todo esto que yo creo que lo último que vamos a querer hacer es leer novelas o poemarios o ver películas sobre esto. A lo mejor dentro de treinta años dices “oye, pues un repaso histórico de lo que paso, con la mente fría y todas esas cosas…”, pero ahora a mí me dicen de leer un libro sobre la pandemia, vamos, ni de coña.

Etiquetas
stats