Mongolia: “Los grandes medios generalistas son de la banca y no se puede esperar nada de ellos”
Mongolia es una revista satírica que a través de un humor salvaje dice cosas muy serias. Pero si quieren reírse -o no- mejor será que bajen al quiosco y compren el último número, con un Cristo yihadista en la portada que seguro que no les dejará indiferentes. Porque esta entrevista a dos de los socios de la publicación, Eduardo Galán (Oviedo, 1980) y Pere Rusiñol (Artés, Barcelona, 1973), divertida, lo que se dice divertida, tal vez no lo sea.
Nacida de la crisis que asola a los medios de comunicación, Mongolia dispara con bala desde 2012. Algunos de sus componentes proceden de la prensa generalista, de los grandes medios, y su visión de los mismos se resume en el titular que encabeza este texto. Un panorama angustiante y, al mismo tiempo, esperanzado, pues los integrantes de esta saeta de la sátira se consideran parte de una ola de cambio que, según ellos, está devolviendo el control de las cabeceras a los periodistas a través de pequeñas iniciativas como la propia Mongolia.
Y se lo pasan bien. Especialmente, cuando hacen sus particulares homenajes a publicaciones insignes españolas. La última fue ¡Hola!, reconvertida en Monghola, aunque no se lo tomó con mucho humor, pues pidió la retirada de la publicación en la que aparecía un demencial fotomontaje de la infanta Cristina entre rejas y tatuada como una verdadera veterana de los módulos más peligrosos.
PREGUNTA. ¿Cómo está el tema de la revista ¡Hola! y su demanda por Monghola?
EDUARDO GALÁN. La historia ya la sabéis. El 25 de febrero la revista ¡Hola!, nos manda un burofax alegando que el logo de Monghola inducía a error para con sus lectores. Mongolia, en su versión Monghola llevaba en quioscos desde hacía días. Ellos se centraban en un aspecto legal más referido a la marca, pero estaba claro que todo tenía que ver con el contendio de la portada: estaba con la hija del Jefe [la infanta Cristina, hija del Rey] entre rejas. Les hemos contestado con otro burofax explicándoles que no hay ningún problema legal y que todo se debe a aun error. Y ahí estamos.
P. ¿Habíais tenido problemas legales con otras cabeceras con las que también habéis jugado, como El País o Interviú?.
PERE RUSIÑOL. Ningún problema. Es más, en el caso de Interviú fue justo al contrario. A los compañeros de la revista incluso les gustó y al director también. Se tomaron la sátira a la revista como personas normales. Pero es que el caso de ¡Hola! fue muy raro porque el burofax llegó muchos días después de que la revista saliese a los quioscos. De hecho, ocurrió después de que Monghola saliese en el programa Salvados del 23F que tuvo mucha audiencia. En cualquier caso, entendemos que fue un aviso. Todo el mundo sabe que ¡Hola! es una revista muy próxima al poder. También pensamos que es una señal de que realmente empezamos a tener cuerpo.
P. ¿Cómo se compone una portada vuestra?
E. G. Con drogas (risas). Ya en serio, pues con las ideas que hay... Los temas que se tienen... Es más difícil explicarlo a posteriori que cuando se hace la revista en sí. Nos sentamos en un bar las cuatro personas que hacemos la sátira: Eduardo Bravo, Darío Adanti, Fernando Rapa y yo; y pensamos en los temas que están candentes y que van a estar candentes en un mes, es decir el día de salida. Y si en ese momento cuadra meterlo en algún contenedor mediático que a la sátira le dé más entidad, como pueda ser El País, el Interviú o el ¡Hola!, pues se usa. Y si no, te mantienes en el formato habitual que, por otro lado, nunca es igual. Solemos cambiar la tipografía y los colores. Pero tampoco te creas que somos muy conscientes, va más con el tema, si creemos que se adapta y enfatiza pues se usa algo distinto. Y si no, pues no.
Cuando 'Hola' quiso retirar el número de 'Mongolia', pensamos que era una señal de que realmente empezamos a tener cuerpo
P. En los setenta tuvimos El Papus o el Por favor. ¿Por qué se ha tardado tanto en volver a tener una revista de información satírica pura y dura y con tanta mala leche?
P. R. De alguna forma se vendió la moto de que vivíamos en el país perfecto y que no tenía sentido la sátira; un país en el que los poderosos eran tan buenos que si solo se tiraban un pedo, también beneficiaban al pobre. Con este ambiente, la sátira no tenía tanto sentido. Y es verdad que en la Transición, al ganar el PSOE, hubo mucha gente que pensaba que se había llegado a un punto en el que el estado social en el que se vivía era algo extraordinario. Y esa tradición tan rica que teníamos de La Codorniz, El Papus, Hermano Lobo, Por favor se acaba cuando en el año 82 gana el PSOE. Incluso a muchos de los que hacían estas publicaciones les parecía que se había llegado a un punto tan maravilloso que no era necesario seguir por la sátira. Pero ahora se ve claro que no es así y es necesario adaptar esa misma tradición olvidada a estos nuevos tiempos un poco más descreídos, un poco más sin horizontes, un poco más salvajes.
De alguna forma se vendió la moto de que vivíamos en el país perfecto y que no tenía sentido la sátira
P. En general da la impresión de que los medios tenemos mucho miedo a meternos con el poder.
E. G. Esa sensación se tiene más ahora porque se tiene miedo a perder lo poco que se tiene porque no hay muchas más alternativas. Hace 15 años no se tenía miedo a perder nada porque siempre había un futuro. Pero no se hacía por lo que dice Pere, porqie sobre todo había absoluta inconsciencia de nuevos ricos en el que no tenía sentido criticar al Estado. ¿Para qué? ¡Si este era el estado perfecto! Nos decían que no existía la pobreza, éramos una de las principales potencias tanto en los económico como... ¡en lo militar! (risas).
P. Pero hubo otros países, como por ejemplo Gran Bretaña en el que la sátira política era salvaje. Cuando vi el primer Mongolia pensé en Spiting Image de la ITV británica. Allí se había vivido en un estado del bienestar bastante más desarrollado que el de España y en el programa no se tenía misericordia con nada.
E. G. Tendríamos que meternos en esos rollos del protestantismo, el catolicismo. Y por otro lado, ese programa llegó a su esplendor justo cuando el neoliberalismo total de Margaret Tatcher destrozaba todo lo conseguido por lo laboristas tras la Segunda Guerra Mundial. Lo arrasó todo: sindicatos, minas, trenes... Lo que fomentó la aparición de Mongolia o de Spitting image es el mismo reflejo una escena social provocada por estos cambios tan bruscos. Y es cierto que en España no existía porque vivíamos en el país perfecto, en el fin de la historia; un país en el que las generaciones futuras iban, por huevos, a vivir mejor que nosotros. ¡Por huevos! En el fondo es la renuncia a la lógica histórica más grande de la historia, porque nunca antes en las generaciones futuras se había dado por ley que fuesen a vivir mejores que las anteriores. sabemos que funciona por ciclos, pero aquí sí se creyó.. Y volvemos al hecho de que eso elimina cualquier crítica y sátira. Y si la hacías, eras un aguafiestas.
Al haberse hundido todo de nuevo, se pone de manifiesto que hay una gran necesidad de crítica y sátira. Porque todo era una gran farsa
P. ¿Somos un país de imbéciles o de gente sin sentido del humor?
P. R. Yo no diría que...
E. G. Yo es que como creo tanto en los condicionantes sociales...
P. R. A ver, España llegó a ser un imperio donde nunca se ponía el sol, existía ese sentimiento de que esto era la hostia. Pero luego nos dimos cuenta de que habíamos caído en lo más bajo de todo. El alzamiento de Franco es en realidad un alzamiento contra la Revolución Francesa. Eso es lo más bajo a lo que se podía caer en el siglo XX: dar un golpe de estado en contra de los valores de la Ilustración. Realmente todos los problemas atávicos que se crean durante tantos siglos son los que nos hacen perdurar en ese complejo de desgraciado que se cree extraordinario. Y de alguna forma, la Transición no hizo creerlo otra vez. Discrepando con algunos compañeros de Mongolia, creo que la Transición fue un proceso estupendo que nos ayudó a pasar de la dictadura a la democracia, pero obviamente se ha entrado en una mistificación que supone que, de repente, este país había resuelto todos estos problemas atávicos de siglos y siglos. Y volvimos a ser la hostia. También es lógico que este discurso lo comprara el pueblo y todo el mundo. ¿Y qué pasaba con el sentido del humor? Con la victoria de Felipe González parecía que, insisto, no tenían sentido ni la crítica ni la sátira, pero al haberse hundido todo de nuevo, se pone de manifiesto que hay una gran necesidad de crítica y sátira. Porque todo era una gran farsa.
P. Cuando lees Mongolia está claro el filo que tiene y la sangre que hace. Me decís que responde al sentido de los tiempos. ¿Pero qué ocurre con los medios de comunicación generalistas? ¿Existe un reflejo en ellos de ese punzón incisivo que demandáis?
P. R. Primero quiero decirte que Mongolia es fruto de los tiempos pero también del mestizaje, somos una revista muy mestiza con latinoamericanos con una tradición satírica mucho más salvaje a la que no estamos acostumbrados aquí. Seguramente, si nos hubiésemos juntado solo nosotros, tal vez no nos hubiésemos atrevido pero ese mestizaje nos ha arrastrado. Y respondiendo a tu pregunta... A ver, los medios de comunicación, obviamente, son parte integral de este sistema que se está desmoronando. Eso no quiere decir que algo nuevo venga a sustituirlos de manera inmediata; este proceso puede durar mucho. Pero naturalmente, los medios de comunicación han sido arrasados por la crisis. Todos sin excepción han pasado a ser propiedad de la banca y de ellos no se puede esperar nada: ni información ni crítica al poder ni nada. Eso de que son el cuarto poder es una broma, ahora son la unidad de propaganda del sector financiero. Y mucho menos se puede esperar sátira desde el sector financiero, claro...
P. A qué se le tiene más respeto o miedo a la banca, al gobierno, a los anunciantes...
P. R. En este momento, por supuesto, a la banca porque siempre ha sido muy importante por los créditos, la publicidad. Pero ahora, con la crisis sus ejecutivos...
P. Directamente están en el accionariado.
P. R. Es que son los dueños. Cuando yo trabajaba en El País o en cualquier otro medio, uno no imagina una portada en contra de los intereses de su editor o que le pueda perjudicar, aunque no hable de él. ¿Qué ocurre ahora? Pues que el editor es la banca Por eso digo que no es una cuestión de miedo, es que hay que ser un kamikaze para llegar al puesto de director y perjudicar a tu propietario. El periodismo nunca va en contra del sentido común. Los medios son instrumentos que antes eran editores y ahora son de la banca y no tiene sentido que un director vaya en contra de sus propiedad. No es que sea tonto o traidor, es que no tiene sentido. El problema está en que la propiedad ha pasado a ser de la banca.
Que los medios son el cuarto poder es una broma, ahora son la unidad de propaganda del sector financiero
P. Entonces, ¿dejan de tener sentido los medios?
P. R. Para mí sí. Pero este es un proceso largo. Y pese a que ha sido muy rápida la toma del capital de los medios por parte de la banca, obviamente en la media en que se perciba el obligado cambio que esto supone en los contenidos de los propios medios de comunicación, éstos dejará de tener sentido. Porque desde un punto de vista económico, los medios prácticamente ya no tienen sentido al estar todos quebrados. En realidad, si en vez de ser medios de comunicación se hubiesen dedicado a hacer zapatos, ya hubiesen cerrado. Puedo poner el caso de Prisa, pero hay muchos. Prisa tiene 3.000 millones de euros de deuda todavía, con unas pérdidas el año pasado de más de 600 millones de euros. Hay más casos. Evidentemente, son negocios que no tienen más sentido que el de la propaganda. Y cuando se descubra que solo es eso, propaganda, ésta dejará de ser efectiva. Pero mientras no se descubra, no importa perder dinero porque se compensa con lo efectividad de la propaganda misma. En España los medios de comunicación han presionado a Mariano Rajoy para que pidiese el famoso rescate a Bruselas, fuese cual fuese las condiciones, simplemente porque les interesaba a los propietarios de los medios: la banca.
P. ¿Se acabó la vía publicitaria en el modelo de negocio de los medios?
P. R. Tal vez en un mundo de prensa local tenéis más margen, pero en general la publicidad la controlan los mismos bancos. Las grandes cuentas de publicdad de este país lo controlan los bancos poniendo anuncios directamente pero también controlando a las empresas que ponen publicidad. El principal anunciante ahora mismo es Movistar, más que El Corte Ingles que históricamente había prevalecido. Pues bien, el primer accionista de Movistar es La Caixa... Al final, todo termina siendo el Ibex 35 y el Ibex 35 es la banca. Mi opinión personal es que los periodistas debemos de hacer un esfuerzo para no tener una vara única, hay que ser flexible y adaptarse a todas las circunstancias. Pero pienso que es bueno impulsar modelos que no dependan al 100% de la publicidad. Precisamente porque esto te da más margen en contextos de crisis salvaje como la actual. Lo que no me gusta del modelo basado en la publicidad es la dependencia de cinco o seis anunciantes poderosos. Si estás saneado, tienes ingresos y dependes de 100 anunciantes, me parece fantástico. Pero si dependes de cinco o seis solo, la lucha es mucho más difícil. Pienso que, sin renunciar del todo a ese modelo, que se reduzca la dependencia de los cuatro o cinco anunciantes poderosos es una buena contribución no solo para un modelo de negocio más sano, sino para el periodismo en sí. Eso no quita que se pueda seguir haciendo periodismo basado en los ingresos publicitarios, por supuesto, pero te la juegas permanentemente.
Pienso que es bueno impulsar modelos que no dependan al 100% de la publicidad
P. ¿A qué solución ha llegado Mongolia para conseguir vender entre 10.000 y 12.000 ejemplares cada mes, sin publicidad? ¿Os ganáis la vida con esto?
E. G. El modelo de negocio de Mongolia nació basado en ventas exclusivamente. Calculamos también que iba a ir entrando publicidad, que lo hace muy lentamente, pero de momento nos estamos sosteniendo a base de ventas. Pero tal y como ha dicho Pere, diversificamos el producto. Mongolia no es solo la revista. Todo parte de la revista pero no es solo ella: son los shows, es el merchandising, son los libros (Libro Rojo, Papel mojado y Pasatiempos) Hay más patas de banco para no depender solo de las ventas de la revista. Y aun, así solo con ella estamos funcionando y ya rondamos los 2.300 suscriptores. Además, las ventas de kiosco nos van bien y también tenemos ventas en librerías y tiendas de cómic. Y no tenemos que olvidar que somos una PYME de seis autónomos. Calculamos mucho los costes, no tenemos oficinas, lo que es muy importante.
P. R. Pero la clave de todo es que tenemos el control de la empresa. Y a pesar de que en términos clásicos no podemos decir que nos ganamos la vida con Mongolia -porque ganamos muy poco para vivir y sinceramente, yo no trabajaría en Mongolia- algo la hace diferente. ¿El qué? Pues que nosotros somos los dueños de la empresa y por lo tanto estamos dispuestos a dejarnos los codos. Yo no trabajaría por mil euros al mes para un patrón, pero si es para una cosa que estamos haciendo crecer nosotros y que decidimos nosotros. Y además, tenemos fórmulas flexibles como cuando decidimos que, inicialmente, cobraríamos en acciones para tener la mayoría de la sociedad. Trabajar formalmente sin cobrar era algo que nos resultaba impensable antes. Pero es que no es sin cobrar, trabajamos para obtener la mayoría. Eso implica unos cambios mentales muy grandes que están todavía en la fase de ensayo y error pero que solo son posibles en mi opinión si se tiene un control total de la empresa. Por eso creo que los periodistas ahora tenemos que implicarnos en la construcción de herramientas y controlarlas. No es suficiente con escribir.
P. La crisis ha arrasado a los medios de comunicación. Pero también ha provocado que surjan productos como Mongolia. Hay otras iniciativas periodísticas no satíricas como eldirario.es, infolibre, andaluces...
P. R. Yo mismo estoy en otra que se llama Alternativas económicas que es solo de economía. Es una cooperativa de información económica independiente.
Los periodistas ahora tenemos que implicarnos en la construcción de herramientas y controlarlas. No es suficiente con escribir
P. Es un momento tan interesante como duro para los periodistas.
P. R. Sin duda. Es un momento interesantísimo porque se está construyendo el panorama del futuro de los medios y con unas variables completamente distintas. En mi opinión, aunque parezca dogmático y exagerado, el mundo tradicional del periodismo ha muerto. Quedan unas empresas que son cadáveres pero que siguen vivas por intereses que no tienen nada que ver con el periodismo sino porque son útiles con su propiedad, es decir porque son útiles como unidades de propaganda. Nada más. No hay que esperar nada de ellas. Pero al mismo tiempo, la información sigue siendo importante no solo para ser un ciudadano informado sino para hacer inversiones, por ejemplo. La información siempre ha sido poder y el que sepa darla, en términos puramente capitalistas, tendrán un valor de cambio. Y aunque los periodistas ahora mismo la hemos desvalorizado regalando el producto que antes había que pagar, sigue siendo importantísima. La información sigue siendo poder y mientras los medios tradicionales han dejado ya de ser útiles para conseguir información y solo cuelan propaganda, queda un enorme campo libre capitalista que ocuparse con nuevas empresas. Pero si queremos controlarlas nosotros los periodistas (y eso es indispensable) solo pueden ser pequeñas, temáticas, de nicho. Y ya veremos luego más adelante cómo se reconfiguran. Pero inicialmente la oportunidad es enorme porque la tecnología se ha abaratado mucho. No hablo solo del canal de distribución por web, sino de otra forma de trabajar en la empresa con programas como dropbox se han reducido mucho los gastos. Por ejemplo, vosotros lo que pagáis de alquiler por esta redacción sería impensable hace cuatro años, hubiese costado cuatro veces más. Es decir, se dan todas las condiciones para poder hacer un instrumento que además tiene una oportunidad de mercado como nunca ha tenido.
Uno de los elementos básicos de 'Mongolia' es poder ir por la calle leyendo 'Mongolia'
P. El gran debate de la prensa escrita entre el soporte de papel o el digital parece que se ha quedado viejo. De hecho habéis nacido en papel con plena intención.
P. R. No queremos dar lecciones a nadie. Para mí el elemento fundamental es de quién es la propiedad, quién controla la información. Luego ya se encontrarán fórmulas en papel o en Internet. A mí el modelo de la Red que más me gusta es el del diario.es porque combina lo abierto con los socios, pero personalmente siempre he pensado que el papel tiene unas características no necesariamente mejores pero sí capaces de hacer a un producto diferente. Cuando MacLuhan decía que el medio es el mensaje, evidentemente nos dice que el papel es distinto. Implica un proceso de producción distinto: si mandas a imprenta algo y te equivocas, ahí se queda. No es como en Internet que se puede borrar y no pasa nada, el papel tiene una gran repercusión. El papel también te obliga a jerarquizar, mientras que en Internet jerarquizas y cambias a cada momento. El papel te obliga a cortar y para mí cortar es muy importante para el periodismo, mientras que en Internet no hace falta porque el espacio es ilimitado. Cuando empezamos Mongolia, algún gurú amigo nuestro con el que hablábamos nos desaconsejaba completamente el papel y no entendía que uno de los elementos básicos de Mongolia es poder ir por la calle leyendo Mongolia.
E. G. Y mostrarlo.
P. R. Eso es, mostrarlo. Eso te ayuda a crear identidad, a provocar a la vieja facha que se sienta delante tuya en el metro. Esa es una parte fundamental de Mongolia que solo te lo puede dar el papel y que además te asegura los ingresos. Cada medio tiene que encontrar su camino, para algunos puede ser mejor el papel, para otros Internet. Pero lo verdaderamente relevante es quién controla la información, quién es el dueño de la empresa.
P. Mongolia nació con esa idea de hacer broma y sátira compaginándola con las páginas centrales de información real.
P. R. Eso también nos lo habían desaconsejado, pero desde el principio quisimos hacerlo. A mí me sorprendía porque yo siempre pensé que algunos de los productos y revistas de sátira que nosotros más hemos admirado tienen también una parte de información seria. Es el caso del Private eye o el The Clinic, chileno. La clave está en separar muy bien la sátira de la información para que no se mezcle. Y que quede claro dónde hay sátira -que también es periodismo- y dónde hay información, hard news. Una información que debemos procurar que no se publique en otros lados.
P. Pero hay veces que cuando lees las Reality News parecen de humor, por lo surrealistas y bestias que son las historias que sacáis.
P. R. Tú es que eres un poco vicioso. (Risas). Sí, estamos un poco en un momento en el que parece que todo lo que está pasando sea una broma, una farsa...
P. Es que tal vez os lo estamos poniendo fácil para hacer humor. La sociedad en su conjunto y los que mandan, sobre todo.
E. G. Es que la realidad española se presta. Si te pones a escribir sobre la realidad sueca o alemana quizás puedas hacerlo desde el drama o la tragedia, pero es que la realidad política española es muy difícil no abordarla desde otro género que no sea la sátira. Solo hace falta ver a un personaje como [Rafael Gómez] Sandokán: Cómo vas a hacer un drama sobre este personaje que de repente dice que salió del coño de su madre. Y lo mismo ocurre con Juan Antonio Roca... hay 1.000 ejemplos. O Cascos en Asturias. Es que son personajes que te hacen reír. Y hay que abordarlos desde la sátira que también tiene una parte no necesariamente graciosa: utilizas el humor como herramienta pero puedes no reírte. Yo creo que por eso no se puede abordar la realidad española desde fuera de la sátira. Por eso es tan raro cuando veo una serie como Crematorio porque retrata a un constructor valenciano, al que da vida Pepe Sancho, como alguien trágico. Pero vamos a ver, si nosotros conocemos a los constructores valencianos y por encima de todo son unos cutres. Es una comedia. Como este de Cajasur que teníais aquí, ese cura...
Estamos un poco en un momento en el que parece que todo lo que está pasando sea una broma, una farsa
P. Miguel Castillejo.
E. G. ¡Castillejo! Veníamos riéndonos ahora sobre el tema por aquel de poner su nombre a los equipamientos que financiaba Cajasur. Eso es una broma, eso no puedes abordarlo desde el drama. Por eso es la sátira es tan potente y tan española.
P. Maruja Torres está trabajando con vosotros. Ella fue capaz de hacer información seria con mucho sentido del humor e ironía. Eso ya apenas se ve en la prensa.
E. G. Es que ya no hay margen en los periódicos. Es como ponerte a jugar en un equipo de Clemente. Solo puedes jugar por aquí. Y jugadores talentosos como Maruja Torres que lleva toda la vida creando juego se frustran. Y en su caso, después de su despido, que fue una cosa totalmente miserable, se encuentra que en Mongolia, además de eldiario.es puede desarrollar su voz. Y ella llevaba toda la vida haciendo sátira. De alguna forma Mongolia estaba hecha para ella. Y Maruja nos lleva apoyando desde el principio con aquel artículo que escribió en El País Semanal, La hora mongola, que fue un apoyo increíble.
P. También ella tenía sus antecedentes importantes en El Papus...
E. G. Eso es, claro.
P. R. Pero si te fijas, además de a Maruja, a algunos de los mejores periodistas de España les han echado como una consecuencia lógica que no debería de sorprendernos. Porque si tenemos un discurso en el que decimos que los medios de comunicación nos dicen que ya no aspiran a hacer periodismo sino a ejercer de unidades de propaganda del sector financiero, a los viejos periodistas más peleones les echan. Es natural. En la constelación de nuevos medios están algunos de los mejores periodistas de España que fueron despedidos haciendo su contribución para que se consoliden. El director del Alternativas económicas es Andreu Miset que había sido subdirector de El País durante 30 años, corresponsal en Bruselas y el mejor periodista de economía de este país. Y en eldiario.es está Nacho Escolar, en Jot Down está Enric González, que también está en Alternativas Económicas. Santiago Carcar está en Info Libre junto a Jesús Maraña y otra gente... El plantel de los grandes veteranos del periodismo ha sido exterminado en su mayoría de los grandes medios tradicionales y ahora lo normal es encontrártelos en los nuevos medios. Unas cabeceras que, por otro lado, solo tratan de hacer lo que hacíamos siempre. Incluso mejor, porque antes siempre había alguna servidumbre. Pero ahora no, porque ahora controlamos nosotros mismos las herramientas.
P. Habéis colaborado en la salida d El Heraldo de Madrid. ¿Es vuestro gran grito de ya estamos aquí?
P. R. Podría ser, sí. Primero se pensó como una reivindicaicón de la memoria de El Heraldo porque nunca hubo una reparación de este importante símbolo republicano. En segundo lugar, se quiso dar a conocer a estos medios por separado porque cada uno hacía una sección. Y tercero, lo más difícil: hacer un primer ensayo para decir, “ojo que aquí solo hace falta juntar a unos cuantos con una mentalidad distinta para hace cosas nuevas”. Porque si alguna vez sale de aquí sale una cosa seria nunca más será como hace años cuando llegaba alguien desde arriba para poner cuatro millones de euros encimqa de la mesa. No, a partir de ahora van a ser uniones temporales o no temporales para distintos proyectos; a veces con uno u otro y manteniendo cada uno su propia identidad aunque sea contradictoria entre sí. Hay muchos modelos de negocio distinto pero la característica conjunta es que son medios creados y controlados por periodistas.
P. Otra característica que encuentro es que en esta miriada de nuevos medios son de carácter progresista y de izquierdas..
P. R. En el caso de El Heraldo, el hecho de que quienes aparecen sean más progresistas tiene que ver por el hecho de que quienes lo hemos montado hemos ido a buscar a las publicaciones que nos parecen más afines en su conjunto. Pero lo que ha pasado tampoco es raro desde el punto de vista que ya no hay medios de izquierda. Puede haber alguna firma que se escape pero en general todos los medios son de derechas, más o menos afines y amigos del Gobierno. Por eso, lo lógico es que los expulsados no sean de ese mundo y que lo nuevo que monten no pertenezca a ese mundo. No deja de ser una cuestión lógica: todos los medios están controlados por la banca y se han puesto al servicio del poder. Porque no hablamos tanto de derechas o izquierdas, sino del poder.
El plantel de los grandes veteranos del periodismo ha sido exterminado en su mayoría de los grandes medios tradicionales
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