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Los Patios de Córdoba, testigos de la Historia
De un día para otro, alegría en los Patios y terror con ETA

Los Patios de Córdoba, testigos de la historia (1996)

Rafael Ávalos

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Muy lejos quedaron ya los tiempos en que la inestabilidad lo acompañaba. Tanto que la última interrupción fue durante el franquismo y la ciudad se encontraba en la época del progreso español. Aunque esto último fue relativo. En cualquier caso, el certamen no dejaba de sumar ediciones año tras año, hasta que alcanzó las 40 consecutivas en 1993. Fue entonces cuando se produjo la primera gran expansión de la fiesta, ya que en este período se superó siempre la cuarentena de inscripciones e incluso se acercó a la cincuentena. Definitivamente, el Concurso de Patios era un evento arraigado en Córdoba. Por cierto, en este ciclo se produjo un hecho histórico en lo referido al Mayo Festivo: el traslado de la Feria de Nuestra Señora de la Salud.

El Paseo de la Victoria iba a quedar para el recuerdo. Porque en 1994 la celebración que cierra el mes por excelencia de Córdoba ya no tuvo lugar en la céntrica avenida y sus jardines. Arrancaba otra etapa para la Feria, que ya nada tenía que ver con lo que fue en su origen, al desplazarse a El Arenal. Pero ésta es otra historia. El relato estos días muestra la trayectoria del Concurso de Patios, que comenzó a ser referente en el calendario de la capital. No sólo para los propios sino para los foráneos. Si bien el auge casi desmedido del turismo todavía tardaría en llegar unos años, alguna década de hecho. Lo cierto es que este período fue muy positivo para el certamen, pero tuvo un cierre inesperadamente indigno. Eso sí, no se debió a la propia fiesta.

Para ello, conforme al criterio de series históricas, hay que adelantarse hasta 1996. El 6 de mayo de ese año arrancó con un Concurso de récord hasta ese momento. No en vano, se llevó a cabo con el mayor registro de inscripciones desde 1921. Fueron hasta 47 las casas-patio que intervinieron en una edición que se desarrolló con éxito a pesar de que aún no existía una repercusión mediática como la actual. Básicamente porque el mundo digital estaba por llegar. También otros medios como El Día de Córdoba o la publicación provincial de ABC. Sin embargo, la alegría de las flores y mucho más de quienes las cuidaban, se tornó en horror en apenas un día. El que transcurrió del final del certamen a la actuación criminal de ETA en la ciudad. Todo oscureció de repente.

Luto, tristeza y terror, que pudo ser mayor

Corría el 20 de mayo de 1996. La capital atravesaba con normalidad su mes festivo. Y su cotidianidad, que no se perdía entonces tanto como ahora, también continuaba sin cambios. Se tenía como un momento para recuperar cierta calma mientras comenzaba la Feria de Nuestra Señora de la Salud, el sábado 25. Pero la tranquilidad de Córdoba terminó por romperse de golpe. Era lunes. Los niños se preparaban para ir al colegio, los adultos para ir al trabajo. Cada cual a lo suyo. De repente, en la zona de Levante, sonó una gran explosión. Sobre las 7:30 de la mañana, una bomba estalló en el tramo último de Carlos III, en la calle interior de Fátima. En primera instancia, quienes no andaban cerca, quizá imaginaron que el estruendo podía ser consecuencia del reventón de una bombona de gas, eso que ya casi está olvidado.

Pero no. Era un artefacto colocado por ETA, que pretendía una auténtica masacre. La suerte mostró sus dos caras en cuestión de segundos. La positiva fue para quienes ya viajaban en el autobús. La negativa, para una de las personas que lo esperaban. Hubo una muerte, con un nombre y unos apellidos, con una historia personal. Jamás caerá en la desmemoria. El sargento Miguel Ángel Ayllón Díaz-González tenía 27 años, era natural de Granada y estaba adscrito al cuartel de Cerro Muriano. Hasta el mismo se desplazaba en un autocar que también aguardaban esa mañana otros dos militares. El explosivo detonó antes de tiempo y segó la vida del joven oficial. La intención de los terroristas era impactar al vehículo y causar muchos más daños humanos. No tuvo fortuna Miguel Ángel, sí la tuvieron otros.

Lo peor fue el fallecimiento, que llenó de luto y tristeza a la ciudad, que también pasó la jornada con terror. Para ETA aquello parecía poco y había preparado otros actos en Córdoba. Los asesinos habían alojado otros dos artefactos en sendos coches. Durante la tarde, los rumores no cesaban en la calle. Apenas había móviles y estos no tenían Internet, que casi apenas había también en los hogares, e Internet no contaba con la vertiginosa realidad informativa actual. La radio era el mejor aliado. Lo que no fue una habladuría es la desactivación de la primera de las otras bombas. Como tampoco el estallido descomunal que sobre las diez de la noche sobrecogió a muchos vecinos de Fátima, Zumbacón y Levante. Con el control de los artificieros de la Policía Nacional, explotaron 40 kilos de amonal. Destrozos y ocho heridos. El día fue uno de los peores que se recuerden, en su historia reciente, de la capital.

Un Concurso en continuo crecimiento

Ni siquiera 24 horas antes de que ETA sembrara el horror en la ciudad, ésta despidió su Concurso de Patios con un hito. El 19 de mayo finalizó el certamen de 1996, que tuvo su más amplia lista de participantes desde que nació en 1921. Superada ya con creces la barrera de los 30, la de los 40 aparentaba existir de forma efímera. En 1993 fueron 41 los recintos que intervinieron en la fiesta, tres años después la cifra aumentó hasta los citados 47. Entre ellos, todavía se encontraban recintos emblemáticos como el número 84 de San Juan de Palomares o el 4 de Trueque, ambos en San Lorenzo. Precisamente el primero disfrutó de cuatro ediciones magníficas pues obtuvo tres máximas distinciones y un segundo premio.

De hecho, la entrega de 1996, que a la mañana siguiente de su desenlace tuvo tan terrible epílogo -que fue terrible prólogo también, pero de la Feria-, el triunfo fue para la casa-patio que hoy en día se numera como el 11 de su calle. El que actualmente es la sede de la Asociación de Patios y Rejas de Córdoba Claveles y Gitanillas se alzó con la victoria por tercera vez en este período. Superó al 9 de Martín de Roa, enclavado en el Alcázar Viejo y, poco a poco, cada vez más presente en la fiesta y en el palmarés. Y también al mencionado número 4 de Trueque. Todo quedó en dos populares barrios, que quizá sean los más añejos en cuanto al Concurso de Patios -sin desmerecer, ni mucho menos, al resto-.

Así, el año en que culminó este nuevo ciclo del certamen resultó inmejorable. Aquellos tiempos de asentamiento y después los de consolidación eran historia con la notoria expansión del evento. Fue sólo el punto de partida para la que hoy por hoy es, sin la más mínima duda, la celebración más considerada a nivel internacional. Y Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, si bien para eso quedaba mucho en ese 1996 en que por primera vez el Partido Popular tenía la Alcaldía de Córdoba e iba acceder al Gobierno central. Antes de que la Unesco reconociera la costumbre de las casas floreadas, se introdujeron novedades esenciales en la cita. Y la capital se preparaba para gozar de otra, de tipo cultural, que la colocaría en el mapa global, a la altura de París. Eso tuvo lugar en 2001, cuando Medina Azahara se abrió a ‘El esplendor de los omeyas’. Ésta es otra historia en realidad, probablemente la siguiente relacionada con el Concurso de Patios…

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