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Juan Velasco

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Paco Peña contaba con 75.000 pesetas y la cesión de la Posada de El Potro cuando arrancó, el 20 de julio de 1981, el Primer Encuentro Flamenco de Córdoba, germen de lo que después se llamó Festival de la Guitarra, un evento único, uno de los más veteranos festivales de música de España y el primero íntegramente consagrado a un instrumento, la guitarra española.

Aquel 20 de julio, como ahora, hacía calor. Aquel año, días antes del festival, Córdoba batió un récord histórico en los termómetros, que llegaron a marcar 43 ºC. Aquella calima entre la que se filtraba el sonido de la guitarra sigue siendo hoy santo y seña de un evento que nació prácticamente como un seminario teórico y lectivo sobre toque flamenco, y que se adelantó a todos los eventos similares que surgieron con posterioridad.

“Como yo siempre venía a mi tierra en verano a estar con mi gente, pues me di cuenta de que, no ya en Córdoba, sino que en ningún sitio de España, había un festival de guitarra. ¿Pero y esto cómo es? Yo estaba harto de hacer festivales de guitarra en otros sitios. Y por eso lo monté”, recordaba el impulsor del festival, Paco Peña, en una entrevista con Cordópolis realizada hace dos años.

68 estudiantes de una quincena de países

En aquella charla rememoraba también como aquellos cursos de verano, que prácticamente pagó de su bolsillo y que se extendieron hasta el 16 de agosto del año 81, acabaron convirtiéndose en una sucesión de conciertos a cargo de los mejores guitarristas de la ciudad. Oficialmente, solo estaban previstos ocho. Extraoficialmente, había prácticamente uno por noche, ya que el festival se movía de la Posada de El Potro a la casa de Paco Peña hasta bien entrada la madrugada.

Pero el origen estaba en El Potro, adonde los vecinos se acercaban al escuchar el sonido de la guitarra y por donde corría el vino de la bodega de Enrique Santos, amigo del impulsor. Aquel primer Primer encuentro flamenco, que se había anunciado en las revistas Guitar (Reino Unido), Jaleo (EE.UU.) y Gitarre und Laute (Alemania), tuvo un sorprendente tirón: concitó a 68 estudiantes de una quincena de países distintos, atraídos por el sonido flamenco, que Peña, al igual que Paco de Lucía, llevaba años luchando por situar a nivel internacional como una música de prestigio y no como un género exótico.

“Yo conocía a gente en todo el mundo y tenía muchos pasos andados. A mí me conocían en muchos sitios. De todos esos países venía gente a dar clases. O a que se las diera yo”, explicaba el guitarrista, que, por aquel entonces, ya había fundado el primer curso universitario sobre guitarra flamenca en el Conservatorio de Rotterdam y se había fijado como objetivo llevar a Córdoba un evento similar al Festival de Guitarra de Nantes, el único que había en Europa de una naturaleza parecida.

Para ello, creó el Centro Flamenco Paco Peña y convenció al Ayuntamiento de Julio Anguita para que se sumara a la idea. Lo despacharon con 75.000 pesetas y un emplazamiento único, que todavía hoy es el kilómetro cero del flamenco en Córdoba, y donde se puso en marcha un corpus teórico de nueve sesiones en las que se aprenderían conceptos como el compás, la falseta, toques flamencos básicos, otros toques flamencos relacionados básicos, el fandango y sus derivados, toque flamencos de origen extra-andaluz, acompañamiento cante flamenco, acompañamiento baile flamenco, técnica general y modo de estudio del guitarrista flamenco.

Cada uno de los nueve encuentros duraba seis días, con dos noches de puesta en común y una buena dosis de nocturnidad y alevosía. Vaya, que se aprendía flamenco por las bravas. Eran “jornadas vividas las 24 horas, con ligeras intermitencias de sueño” -recordaba el escritor, periodista y flamencólogo montillano Agustín Gómez-. A las doce, terminadas las clases, llegaban las tertulias y los conciertos, que sucedían en El Potro, en Pedro López y hasta en la Mezquita. Y luego, los más noctámbulos, se iban al patio de la casa de Paco Peña, donde se tiraban improvisando otras tantas horas.

Una idea copiada al año siguiente

El éxito fue incontestable y la energía contagiosa. Tanto, que, un año después, Manolo Sanlúcar desarrolló en Sanlúcar de Barrameda el mal llamado Primer Curso Internacional de guitarra flamenca, cuya presidencia de honor la ostento la reina Doña Sofía.

Este certamen, fue acogido con perplejidad por Paco Peña: “Se ha creado un copia calcada que además ha sido apoyada por una serie de organismos. ¿Por qué no se hace así en Córdoba?”, se preguntaba entonces el guitarrista, sugiriendo la celebración de “un magno festival flamenco simultáneo” al encuentro de guitarra. Dicho y hecho. Tardó en llegar, pero llegó seis años después, cuando el Ayuntamiento asumió directamente la organización del festival. 

Claro que para entonces ya habían pasado por Córdoba los mejores guitarristas de su época (Paco de Lucía, Seranito, Pepe Habichuela, José Antonio Rodríguez, Vicente Amigo, David Russell, James Tayler, entre muchos otros). Paco Peña recordaba especialmente el hito de 1983, cuando coincidieron en la ciudad John Williams y Sabicas, probablemente los dos más grandes maestros de la guitarra clásica y flamenca del mundo.

Un concierto de clausura

En 1988, sin embargo, Paco Peña cedió su sueño de verano a Córdoba. No llegó nunca a desvincularse, pero dejó de cargar con el peso del certamen, que ya se sentía como un evento de ciudad. No pasó demasiado hasta que le volvieron a llamar. No una, sino dos veces, para que volviera tomar las riendas y ejerciera de programador, a lo que se negó respondiendo que “el festival está en buenas manos”.

Manos que hace tiempo que no son las suyas. Sus dedos, este año, sin embargo, sí que van a trabajar para el Festival de la Guitarra. Será el próximo 17 de julio, en el Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral, cuando Paco Peña ponga punto y final al 40 aniversario de la cita que él creó en 1981. Tocará Requiém por la tierra, una de sus obras más relevantes, otro de esos sueños proféticos (una obra flamenca y ecologista creada hace dos décadas) que este cordobés tiene de cuando en cuando y suele acabar llevando a término.

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