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Paco Peña: “El flamenco es una cultura que se transmite de primera mano”

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Juan Velasco

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Paco Peña tiene un hueco vacío en su propia web. En ella, cuando uno pulsa en el apartado en el que suele ir la biografía del artista, no hay nada. Un negro vacío, ni una letra, ni una nota, ni una palabra. Cuando se le comenta al maestro, al genuino impulsor del Festival de la guitarra, al Oficial de la Cruz de la Orden del Mérito Civil, al Medalla de Oro de las Artes por el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas, él se encoge de hombros, se ríe y dice: “No me digas... Yo es que eso no lo miro. En cualquier caso, nunca he querido un pergamino de esos”.

Peña es un hombre menudo envuelto en un halo de grandeza del que no parece ni ser consciente. Como guitarrista, como maestro, como creador, ha acometido todas sus empresas con la misma humildad con la que contesta a esta entrevista, que tiene lugar en el patio de su casa en la calle Cabezas. Ha venido a pasar unos días a Córdoba y ha concertado una charla con el mismo periodista que hace un año le llamó a Londres para preguntarle su opinión sobre el festival que él creó de la nada y que estos días llena de música la ciudad.

Sobre aquella gesta, que levantó el guitarrista entre su casa y la Posada del Potro sin más ayuda económica que 75.000 pesetas del Gobierno de Julio Anguita, se hablará en algo más de 45 minutos de entrevista, trenzada por los recuerdos de aquel chiquillo que se escondía en su guitarra en una Córdoba recién salida de una Guerra Civil, y en cuyos bares estaba prohibido el cante.

Peña es memoria viva de un flamenco dolido y doliente, una característica sin la cual él no entiende este género y que no sabe si se enterrará en la fosa de las nuevas voces y estilos, ajenos al sufrimiento de sus antecesores. Por si acaso, él lo cuenta. El flamenco siempre tiene una narrativa, un hilo invisible, como si fuera un secreto.

PREGUNTA. Hemos terminado el vídeo hablando de su tierra. Vamos a seguir con ello, pero viajando al pasado. Me gustaría que me contara cómo era la Córdoba en la que crece Paco Peña.

RESPUESTA. Madre mía. Bueno, yo recuerdo una calidez familiar enorme y una cercanía de la gente enorme. Porque todos estábamos cerca, las calles eran estrechas, todo el mundo hablaba. Recuerdo, no sé, una vida fácil para un niño, pero también con la propia tragedia de aquellos tiempos. Viendo a mi madre levantarse a las 5 de la mañana para irse al mercado a vender verdura para darnos de comer. Éramos nueve hermanos.

En realidad, Córdoba era… Yo me sentía muy bien. Los niños éramos libres en la calle y eso hoy casi no se ve. Estábamos jugando en la calle y eso hoy no es común. En ese aspecto he visto un cambio terrible, en el sentido de muy fuerte. Y luego, más tarde, me fui dando cuenta de la belleza de las cosas, de los silencios, de las callejuelas. Yo tocaba la guitarra muy joven, muy chico, e íbamos con amigos y tocábamos serenatas. Y yo podía disfrutar de la sensibilidad que tenía la ciudad. Y eso no se me olvida. Las flores. La cantidad de flores que había. ¿Cómo era esa Córdoba? Es difícil decirlo. Lo que yo digo es lo que puedo sentir o lo que sentía en aquel momento.

"La Córdoba de mi infancia era una soleá"

P. Si aquella Córdoba fuera un palo flamenco, ¿cuál sería?

R. (Se ríe) La Córdoba de mi infancia era una soleá. Porque la tranquilidad y la sobriedad de Córdoba, que no ha sido tumultuosa sino contemplativa, reflexiva… Así entiendo yo a mi tierra. Y la soleá tiene ese carácter de profundidad, grandeza y la habilidad de que, sin querer impresionar, impresiona terriblemente por la profundidad que tiene.

P. ¿Cómo se vivía el arte entonces? La música en unos tiempos un tanto oscuros.

R. El arte se colaba en todos lados. La gente quería divertirse.

P. ¿Y podía?

R. Sí. Sí podía. Lo que pasa es que la diversión era casera. O sea, se inventaban cosas para divertirse. Un bautizo, una boda… Cualquier celebración. Con muy pocos medios económicos la gente se buscaba la forma. Cada uno contribuía como podía. En mi patio éramos una casa de vecinos y aquello estaba lleno de gente. El latonero, el basurero, el carrero que se le llamaba entonces… En fin, mucha gente que, en cualquier momento que se preparara una fiesta, el que podía bailaba, el que podía cantaba. En aquel entonces casi todo el mundo cantaba. Mi hermano, que tocaba la guitarra, pues tocaba la guitarra. Así se divertía la gente. Pero lo que es la actividad de la música no era elitista, todo era de querer expresar. Eso es lo que te impacta y te impresiona. Y, si eres retraído como yo era y tienes una inclinación artística, te inclinas por eso. Y la música era eso: el folclore, lo que tenías alrededor.

P. ¿Recuerda la primera vez que tocó una guitarra?

R. Claro que sí. La de mi hermano. Yo tocaba la de mi hermano. Él tenía una guitarrilla y ésa es la que tocaba, porque yo no tenía para una guitarra. Y era muy joven. Tendría seis años o así.

P. ¿Y cuándo descubre cómo sacarle partido?

R. Eso ya es un proceso. Suena presuntuoso, pero en mi caso fue muy pronto. Era tan grande el amor que yo sentía que me encerraba en la guitarra un poco. Porque, para comunicarse, para dialogar con las personas, para mezclarse con las personas, hace falta algo. Y cuando vas creciendo… Yo no era muy entrante, así que trataba de expresar con lo que me resultaba más fácil. Así que me escondía detrás de la guitarra y ese era mi vehículo social. Luego, más tarde, también con las nenas. Lo que quieres es impresionar. Entonces, la guitarra era mi vehículo. Para eso me servía.

P. La guitarra ha sido un vehículo, una compañera, una amiga… ¿Qué ha sido para usted?

R. Buena pregunta. Por supuesto, en el sentido práctico de ayudar a forjarme ha sido un vehículo. Pero es que ha sido una inspiración maravillosa. Porque yo me sentaba en el patio de mi casa por la noche y tocaba la guitarra. ¡Madre mía!, eso era disfrutar al máximo. Entonces, esa inspiración también te forja y te hace. Y ya no es solo que te comuniques con la gente, sino que ya hablamos de disfrutar uno mismo. Disfrutar, investigar, descubrir, aunque sea una nota.

Yo recuerdo que, cuando era un chavalillo, pasaron por mi casa, en la calle Coronel Cascajo (actualmente calle Lineros), en frente de Bodegas Campos, unos chavales… Y me acuerdo de la cara, me acuerdo del tipo, y llevaba una guitarra y tocó una soleá. Y me impactó de una forma que me acuerdo hasta hoy. Eso son cosas importantes. Supongo que le ocurrirán a todo el mundo, digo yo. Pero la guitarra… Yo quería hacer eso. Y la guitarra tira de ti, ¿sabes? Yo quería tocar la guitarra.

"Era tan grande el amor que yo sentía que me encerraba en la guitarra"

P. Entonces el flamenco no era un género culto o respetado. Era algo popular, ¿no?

R. Era popular. Claro que sí. El flamenco… En los bares se prohibía cantar. Porque la diversión de las personas era tomarse un vino, estar con amigos charlando y cantarse un fandango. Entonces, en algunos bares se prohibía. Pero era el folclore, una cultura muy popular. Y claro, lo que es el lenguaje también era popular. Y la canción española, que es algo que ha nutrido mucho. Mis hermanas, que tenía siete hermanas, y mis hermanos, todos cantaban. Las vecinas, cantando también. Lo que ellas escuchaban en la radio o lo que fuera. Entonces, el flamenco es una cultura tremendamente cercana y popular.

P. Que se ha vuelto seria. Es un arte con unas reglas muy marcadas.

R. ¿Cuál?

P. El flamenco.

R. Ah, el flamenco. Yo estoy hablando en el sentido del cante. Cantar, moverse o bailar por sevillanas. Cosas de poca monta, pero con profundidad también. Y claro, cuando el flamenco te dice aquí estoy yo, pues te comprometes.

P. ¿Cuándo siente que al flamenco se le empieza a tomar en serio?

R. ¿Históricamente o yo, personalmente?

P. Usted lo ha vivido. Usted ha visto el tránsito de ser un arte semiclandestino a los teatros.

R. Bueno, cuando realmente me quise dedicar a esto yo ya había tocado tipos de música semiclásica. Porque siempre me había gustado la música y tenía habilidad para ello. Entonces, me llamaban para esto y lo otro. Y yo era muy amigo de Ramón Medina, el compositor y, aunque era un niño, iba a la Peña El Limón, en la calle Montero, en Casa El Pancho. Yo tenía varias actividades musicales que procedían de esta música popular impregnada de flamenco, pero que no era flamenco. Y, al mismo tiempo, hacía otras cosas pero eso estaba detrás porque yo lo había escuchado toda mi vida. Pero cuando yo me decidí fue después.

Yo, de joven, daba clases. Era un niño dando clases. Pero cuando iba con los Coros de Danza de Educación y Descanso, que viajábamos, se tocaba un flamenco que era prácticamente música regional y folclórica. Pero los mismos músicos que estaban allí ya tocaban flamenco. Entonces ya me involucré y me comprometí con eso. También mi madre estaba en la plaza (de la Corredera) y allí, en las calles, recuerdo que tenía yo un amigo que tocaba la guitarra y a él y a otros amigos de por allí que sí estaban interesados en el flamenco.

"El flamenco es una cultura tremendamente cercana y popular"

Y recuerdo a un gitano que tocaba muy bien la guitarra, que se llamaba Frasco. Tocaba muy bien flamenco. También tocaba otras cosas, pero eso… Entonces, uno va aprendiendo y se va metiendo de lleno en eso cuando te impacta. Pero la decisión hay que tomarla en algún momento. Y yo la decisión la tomé después de los viajes estos que hacía a Madrid, Barcelona, Zaragoza, Salamanca… Y esto te da una visión de la vida que dices ¡coño! (se da cuenta de la expresión). ¡Contra!

P. No se preocupe. En CORDÓPOLIS se puede decir coño y no pasa nada.

R. (Se ríe) Entonces, es como que dices: esto es lo mío.

P. Y empiezan a caer los reconocimientos.

R. También. La pasión la tienes, porque yo adoraba la guitarra. Pero la pasión, sin un aprendizaje profundo, estaba. Y eso marca a las personas.

P. ¿Qué papel jugaban entonces las peñas? Ahora que ha hablado usted de la Peña El Limón.

R. Bueno, la Peña El Limón no era de flamenco. Ramón Medina era un compositor, poeta y gran genio, pero un señor trabajador que era también todas esas cosas. Y hay infinidad de canciones dedicadas casi todas a Córdoba. Medina había nacido en Salamanca, creo recordar, pero se crió en Córdoba y era un enamorado total de Córdoba. Y ha cantado a esta ciudad con una belleza maravillosa. Así que en El Limón era su música. Si había algún flamenco era extra, aparte de esa actividad de cantar en coro las canciones de Ramón Medina.

Pero luego había peñas flamencas. Una de ellas estaba aquí en la Sociedad Plateros del Potro. Y, bueno, eso ya… La vida te va llevando un poco. Vas adelantando, vas creciendo y te vas viendo con gente en otras circunstancias. El papel de las peñas era muy importante porque traían a gente que ya quería escuchar flamenco. Entonces, traían a artistas que ya respondían a nivel más importante. Había una en la calle Munda, junto al Bocadi, El Mordón y la Prima creo que se llamaba. Allí vi yo al Niño Ricardo. El gran guitarrista. El ídolo de aquellos tiempos. Yo era un nene. Entonces, te fijas en eso, y si te ofrecen estar en presencia de un personaje así… Yo estaba viviendo eso que se estaba convirtiendo en algo tan importante para mí. Se estaba haciendo real.

P. De esa cercanía de la que habla, decide irse solo a Londres, con una guitarra bajo el brazo, a tocar y a darse cuenta de que esa música no solo conecta con la gente de aquí, sino que es capaz de conectar con todo el mundo.

R. Totalmente. Eso fue una pequeña aventura. Es que yo había tocado en tantos sitios… Yo había tocado en la tuna. Y uno de los tunos tenía una hermana casada con un inglés. Entonces, nos reunimos allí unos pocos. Era una especie de aventura para experimentar y ver qué pasaba. No fue una decisión consciente. Fue para ver qué pasaba. Pero noté que había un interés.

"Cuando el flamenco te dice aquí estoy yo, pues te comprometes"

P. Hablamos del Londres de los años 60, una de las ciudades que más ha marcado el devenir de la música popular contemporánea. En la que surgen muchos estilos y donde surge un cordobés que empieza a tocar flamenco.

R. Exactamente. Y fue muy bonita la experiencia pero no sé si me la estaba tomando tan en serio como al final vino a ser. Yo no quería ser solista, pero había visto ese interés que había en Londres… Había ido a la Costa Brava, acompañando, que es lo que me gustaba. En la Costa Brava se ganaba dinero fácil y se tenían chavalas fácil. O sea, era una vida de juventud. Te lo tomabas todo tranquilo, casi como sin tener que trabajar. Haces lo que te gusta un par de horas y ya está. Y encima estabas ganando dinero. Es una vida que se disfruta, pero también uno tiene ambición. Yo cuestionaba también esa vida, porque era un poco somera.

P. ¿Usted quería rascar un poquito más?

R. Yo no tenía más remedio.

P. He visto la entrevista que le hizo en 1975 Fernando Quiñones en TVE. Allí dice algo parecido sobre su experiencia en la Costa Brava. También dijo entonces que el flamenco está muy vivo. ¿Sigue el flamenco tan vivo como lo veía entonces o piensa que está un poco anquilosado al haberse convertido en un género con todas sus convenciones?

R. Sí, bueno, es género. Es cierto. Entonces, en su mayoría son profesionales los que lo practican. Pero yo hablaba de que el flamenco estaba muy vivo en la gente. Y eso sigue vigente. El flamenco no solamente está vivo, sino que es una influencia musical en todas las partes del mundo. Hay una conciencia directa de esa música. Y surge interés en otros músicos, que intentan entender la complejidad rítmica del flamenco. Un ejemplo es la bulería. Hoy, los percusionistas de todas partes quieren enterarse de algo así.

Ahora mismo estoy en una institución en Rotterdam llevando la cátedra de flamenco y hay otros tipos de músicos de otras disciplinas y todos se mezclan y están súper interesados en aprender el flamenco. O sea, que está vivo en ese sentido. Muy vivo. Lo que pasa es que, cuando se convierte en un género, se suaviza un poco. Se suaviza en el momento en que se estandariza. En ese sentido, el que brilla es el que tiene algo que decir. Y yo creo que no faltan artistas que tengan cosas que decir. No cabe duda de que vivo sí está porque ha llegado a todos los confines del mundo.

P. ¿Qué hubiera pensado el guitarrista gitano de La Corredera que ha mencionado si le hubiera dicho que iba a acabar dando clases de flamenco en Rotterdam?

R. No se lo creería. Eso era impensable en aquel tiempo. Y al final, mira. También es importante que sepamos que el flamenco es una cultura que se transmite de primera mano. Quisiera pensar que en eso no estamos equivocados. Que por mucho que el flamenco ya esté en instituciones, e incluso aunque yo insista en que mis alumnos tengan que aprender música y puedan leer la música de otros y escriban su propia música, la primera herramienta del flamenco siempre ha sido el contacto directo con la persona que lo hace. Vivirlo. Descubrir la sensibilidad de la nota, cómo se hacen las cosas, escribirlo… Eso es una cosa. Pero vivirlo es otra. Y eso sigue siendo indispensable. Al menos eso pienso yo.

P. Ahora hay incluso artistas que utilizan el flamenco como estética, más que como género.

R. Sí. Y yo no tengo inconveniente en eso. Lo que pasa es que también hay que definir bien lo que se está haciendo y buscar la calidad siempre. Si lo que quiere uno es darle un barniz de flamenco a una cosa, pues eso queda así y a lo mejor la enriquece, pero eso no va a dejar un poso. Es un barniz. En la otra parte está la raíz del flamenco. Eso que, por suerte o por desgracia, se ha vivido. Yo la he vivido de primera mano.

"El papel de las peñas era muy importante porque era gente que ya quería escuchar"

P. ¿A qué se refiere?

R. No, hombre, a que los tiempos aquellos eran una lucha continua. En la casa había que sacar el agua del pozo. Y antes de eso, si querías llenar los cántaros, tenías que ir a la plazuela La Paja a coger el agua. O sea, hasta que pusieron un grifo para todos los vecinos en mi casa, yo no sé el tiempo que pasó. Yo era chico. Pero en mi casa se ha pasado hambre, e igual que yo tantísima gente. Pero con esto me refiero… No es que eso valga de nada. Eso es solo una experiencia. Pero está ligado al flamenco. Eso todavía está vivo. Todavía hay gente que ha pasado por ahí. Y eso se esboza. La juventud se roza todavía con esa realidad. Y cuando eso se pierda, pues no sabremos si el flamenco va a ser más cosmético o más superficial. No lo sabemos. Pero es algo que se transmite en el cante y en el flamenco. Y ese hilo conductor todavía lo tenemos. No sé qué pasará después.

P. ¿El purismo alguna vez le ha frenado a usted a la hora de componer?

R. ¿El purismo? Yo es que no entiendo las cosas de otra manera. Ser purista en el sentido de decir que este cante hay que hacerlo de tal manera, lo respeto y, de hecho, hay que hacer los cantes como son. Pero hay que darle también personalidad y el carácter del artista. Y luego está la fantasía musical. Y aunque no te apartes nunca del tronco que lleva la raíz y la pureza de lo que el arte este tiene que decir, al mismo tiempo que ver otras cosas y nutrirte de otras cosas que son igualmente bellas. Y eso no es un pecado.

P. La creatividad no entiende de patrones.

R. No. Yo creo que no. Lo que no perdono es apartarse del tronco. O sea, que si te metes ahí, dos cosas: si tú tienes que aportar lo tuyo, eso tiene que tener la raíz y tú aportarle la verdad de quien eres. Y, al mismo tiempo, si estás metiéndote con otra cultura, tienes que intentar también llegar al tronco de aquella cultura si quieres mezclar las cosas con respeto. Y yo creo que así es como yo me manejo. O intento manejarme. No tengo otro sistema. El respeto, el roce y el acercamiento a esa verdad… Ahí quiero estar yo siempre.

P. ¿El flamenco es la mejor carta de presentación que tiene Andalucía en el mundo?

R. (Se lo piensa) Hombre, yo creo que sí. Es un estandarte. Es la bandera. Es una cultura reconocible, bella, que todo el mundo aprecia. Igual no está tan reconocida como para que todo el mundo sepa que el cante es lo más esencial. Yo he tratado de introducir eso fuera con mi gente. Y yo creo que todo aquel que aprende a bailar o a tocar la guitarra, por lo menos la conciencia del arte la tienen. En todas partes. Así que yo creo que sí. La respuesta pueda ser que sí. No quiero ser superficial, porque España y Andalucía tienen mucho más que el flamenco y estamos hablando de una propuesta musical. Pero es una ayuda importantísima a la salida de lo que es España hacia el exterior.

P. Y es patrimonio de un país e incluso de alguna raza, como pueden ser los gitanos, que lo consideran un patrimonio propio.

R. Sí, bueno. Propio no sé yo.

P. No digo propio e intransferible, sino que ellos lo consideran un cante que va ligado a su pueblo.

R. Sí, pero el flamenco no puede ser sin España. Lógicamente los gitanos son fundamentales en forjar el arte, pero no es su arte propio y único. Necesita todas las influencias del mediterráneo del este, todas las influencias incluso ibéricas. Porque eso se ha forjado aquí, con los elementos musicales y folclóricos que ha habido en este país. Y eso no se puede obviar. Entonces, yo no diría… Yo no quiero insultar a nadie ni decir nada en ese sentido, pero si alguien pregona o proclama que eso es suyo…

"Yo no quería ser solista"

P. Como le decía, hablaba más en el sentido de que lo sienten propio, pero no de manera excluyente. Lo sienten como propio y lo han hecho crecer mezclándolo.

R. Por supuesto. Tenemos muchos ejemplos. Los gitanos han sido fundamentales en la creación del flamenco. Y si son geniales en interpretar e imbuirlo y darle una calidad especial, es porque ellos lo tienen. Pero los elementos los recogen, del mismo modo que en Europa del centro hay otros músicos que son gitanos y no hacen flamenco, ni muchísimo menos. Son geniales en la interpretación, fantásticos, y tienen una gracia especial. Tienen ese duende. Pero no solo ellos son los que tienen el duende. Quiero decir, son personas que tienen cierta cualidad en la interpretación, pero el flamenco se ha forjado con elementos musicales llegados de muchas culturas. Y esa mezcla se ha hecho aquí, incluidos los gitanos.

P. Ha hablado usted de muchos países, muchos estilos, muchas músicas. No sé si ese era el germen de aquel primer Festival de la Guitarra. El que usted montó en su tierra. ¿Cómo recuerda aquel año 81 y cómo montó usted aquel evento?

R. Bueno, precisamente por eso. Porque yo había estado en tantos sitios participando en festivales de guitarra… Y, como yo siempre venía a mi tierra, en verano, a estar con mi gente, pues me di cuenta de que, no ya en Córdoba, sino que en ningún sitio de España había un festival de guitarra. ¿Pero y esto cómo es? Yo estaba harto de hacer festivales de guitarra en otros sitios. Y por eso lo monté. Lo hice yo. A mí no me dio nadie… Miento, el Ayuntamiento me dio 75.000 pesetas de ayuda económica y me dejaron la Posada del Potro.

P. ¿Julio Anguita, no?

R. Sí. Julio Anguita, sí.

P. Te dio 75.000 pesetas y la Posada del Potro.

R. La Posada del Potro porque yo se la pedí. Porque yo vivía al lado del Potro. Y Artespaña, una tienda que había allí, se habían ido y estaba aquello abandonado prácticamente. Arriba tenían la concejalía de Cultura. Total, que les pedí que me la dejaran. Y el concejal de entonces accedió. Y el festival se hizo allí, porque no había otro sitio.

P. ¿Y en su casa también, no?

R. En mi casa después. En mi casa lo que pasó es que yo ya quise… Yo costeé el festival, porque yo le pagaba a los artistas, que eran todos amigos míos, pero yo no le cobraba al público. Yo lo que quería era crear un festival. Y lo que pasó es que compré mi casa y estaba allí y para el segundo año ya teníamos una segunda sede en mi casa. El festival siguió en la Posada del Potro hasta que me ofrecieron otro sitio en la Espartería, donde había un palacio muy bonito, y en cuyo patio hacíamos conciertos. Los cursos se hacían donde ensayaba la orquesta.

"El que brilla es el que tiene algo que decir"

Con posterioridad me acerqué al Palacio de Congresos y me encontré con una directora que era un encanto y que nos pidió que nos moviéramos allí. Y allí se hicieron los cursos. En aquella época ya estaba el Ayuntamiento involucrado. Pasados unos años, el Ayuntamiento ya vio que el festival era una cosa importante. Tuvo sus más y sus menos, pero ya decidieron colaborar y traíamos a gente más poderosa.

P. ¿Quizá fueron los cursos lo que acabó de distinguir a este festival del resto, no? Porque si, ya de por sí, apenas había festivales de guitarra, que hubiera uno con apartado lectivo era algo rarísimo.

R. Sí. Ya ves. Ese también era el gancho, porque yo conocía a gente en todo el mundo y tenía muchos pasos andados. A mí me conocían en muchos sitios. De todos esos países venía gente a dar clases. O a que se las diera yo. Luego ya vino gente de mucho prestigio a que participaran. Traje a Mario Escudero y a Sabicas.

P. ¿Qué edad tendría Sabicas entonces?

R. No tanto. Sabicas murió con 74 años. Cuando vino tendría sesenta y tantos años. Traer a Sabicas, que no había estado en Córdoba nunca, mira tú qué galardón tan bonito. Y no sé. Esas cosas luego ni se pregonan siquiera. Pero eso fue un lujo. Sabicas fue el mejor guitarrista que existía en aquel tiempo. Traje a John Williamson, al mismo tiempo. El mejor guitarrista clásico del mundo. Y viene porque es amigo mío. Porque dinero, no había dinero. Esa es la historia de lo que pasó. Luego, el Ayuntamiento tomó cartas en el asunto.

Lo que ocurre es que en aquel tiempo estaban interesados pero querían llevarse el festival a otra época del año. Esto no es una queja. Es la realidad. Se hizo un estudio en el Ayuntamiento para ver cómo se habían hecho las cosas y se encontraron fallos. Se buscaban fallos. Y lo que querían era trasladar los conciertos a septiembre y octubre, qué sé yo, porque la gente estaba de vuelta de vacaciones y era más popular o más fresco. No sé. En ese momento yo me planté y dije que el festival se quedaba en julio. Entonces, se quedó la parte de los cursos y algunos conciertos menores en julio y luego se dieron cuenta de que lo que había que hacer era lo que estaba pensado desde primera hora. Pero bueno, esto son altibajos normales.

"La primera herramienta del flamenco siempre ha sido el contacto directo con el que lo hace. Vivirlo"

P. Usted deja finalmente de coordinar el festival y se limita a venir cuando le llaman.

R. Sí, pero luego también me pidieron que llevara otra vez el festival. En dos ocasiones me han ofrecido que llevara de nuevo el festival. La primera vez fue durante el gobierno del PP. Un concejal de Cultura me ofreció ser director del festival y yo le dije: “Encantado”. Con la condición de que yo iba a hacer lo que quisiera y que no quería dinero ni ningún sueldo de ninguna clase. Esto es curioso y es estrictamente la verdad. Se quedó en blanco. No sabía qué decir. Eso creó una tensión… Nunca nos fue bien. Así que no se hizo.

Después, en una segunda ocasión, me pidieron que yo llevara el festival. Y yo decliné la invitación porque acababan de nombrar a un gerente del IMAE. Le escribí una carta y rechacé el ofrecimiento. Le dije: “El festival está en buenas manos y no quiero crear un conflicto con un señor que estaba recién llegado. Muchísimas gracias, pero no puedo aceptar”.

P. ¿Usted cree que el festival debería programarlo alguien? ¿Tener un responsable máximo?

R. No es necesario. No es esencial. Lo que sí es importante es que quien se encargue tenga una sensibilidad musical. Porque hay que combinar elementos y tener una visión de lo que puede funcionar o no. No digo que tenga que ser un músico activo, vaya.

"Lo que no perdono es apartarse del tronco"

P. Usted que va a festivales de guitarra por todo el mundo, ¿le gusta la deriva que ha tomado el de Córdoba?

R. Yo ya pensaba entonces, cuando yo llevaba esto, en incorporar otros instrumentos de cuerda e incluso otras culturas. Porque yo lo que quería es que el centro fuera la guitarra, pero que creciera al mismo tiempo. Yo quería involucrar a mucha gente, incluida la ciudad, que creo que no está involucrada en el festival. Yo tenía mucho interés en eso. Yo no estoy opuesto a que se incorporen otras cosas, pero hay que tener tiento. Hay que saber que no te estás saliendo. Que, por traer a alguien famoso, no estés tergiversando un poco el sentido del festival. Yo creo que hay que defender el festival y que, si se llama Festival de la Guitarra, la protagonista tiene que ser la guitarra. Y también pelear por ella. Porque si eres Vicente Amigo, Paco de Lucía y tal, pues tienen que tocar, pero hay que imaginar otra forma de llevar la guitarra a las casas de la gente y a las plazas. En fin… No digo que tenga que ser así…

P. Se parece bastante a lo que es y, en cualquier caso, es como le gustaría a usted.

R. Sí. Así es.

"Los gitanos han sido fundamentales en la creación del flamenco"

P. Usted ha usado la guitarra para hablar de grandes temas. Por ejemplo, composiciones sobre la Guerra Civil, sobre el ecologismo… ¿Usted cree que el arte debe buscar la emoción o la reflexión?

R. Yo creo que si el arte conmueve, ya tenemos eso ganado. Y si al mismo tiempo tiene un mensaje social o legítimo, también se gana por ese lado. No es que haya que hacer política del arte. Pero, con respecto a cada uno, creo que el artista, si tiene una creencia, tiene que expresarla. Si nos estamos cargando el planeta y yo soy artista, ¿qué hago? Pues escribo música y lo digo. Lo puedo plantear sin meterme con nadie. Yo creo que son dos cosas que se dan la mano con mucha facilidad.

P. Cuando se consigue debe ser casi un diez, ¿no? El máximo.

R. Claro (se ríe). Pues claro.

P. ¿Por qué obra de las que ha hecho usted le gustaría que se le recordase?

R. Qué sé yo… Si es que yo soy muy delicado.

"En dos ocasiones me han ofrecido que llevara de nuevo el Festival de la Guitarra"

P. Usted no quiere ni oírse, que ya lo sé yo. Repreguntamos pues: ¿qué obra siente que le pide el público más?

R. Hombre, la misa fue una cosa muy novedosa, que ha gustado mucho y ha conmovido a mucha gente a todo el mundo. Después, casualmente has mencionado el Réquiem por la tierra, que es una obra con su propia historia. Porque eso se escribió hace quince años y hoy día, fíjate cómo estamos: el ecologismo es conciencia en todo el mundo. Lo mismo que canta el réquiem es lo que el mundo está diciendo constantemente. Entonces, sería bueno que eso tuviera repercusión. Y aquí no hablo de mí. Cuando yo hice el espectáculo Patrias, sobre la muerte de García Lorca y la Guerra Civil española, también me conmovió mucho. Es algo que me conmueve mucho porque estoy ahí nadando en todo ese tumulto de emociones. Para mí representa mucho, aunque luego a lo mejor no tiene tanto éxito como otras cosas, pero lo voy a resucitar. Ahora que hablamos de todo esto, pues pienso: “Lo voy a resucitar”. Porque voy haciendo espectáculos y los voy dejando. Y hago uno y otro y otro. Y alguna vez lo tengo que coger.

P. ¿Qué es el éxito para Paco Peña?

R. Hombre, el reconocimiento. Yo soy muy delicado conmigo mismo. Soy muy exigente. Yo no pretendo ser nada, pero cuando pongo una obra en el teatro, yo no tengo más remedio que conmover a la gente. Incluso hacerla bailar o lo que sea. Pero yo tengo que remover las emociones de la gente. Así yo entiendo que me han reconocido.

P. Es usted tan delicado que en su web no tiene usted ni su biografía, y sin embargo tiene un apartado para Paco de Lucía.

R. Ah, sí, hombre, sí. Claro (se ríe). Paco es que era…

P. ¿Qué fue Paco para usted?

R. Hombre, Paco de Lucía ha sido una explosión maravillosa en el flamenco. Paco de Lucía es el mejor guitarrista que ha existido. Es la maravilla y la desgracia tan enorme de haberlo perdido. Porque tenía tanto qué decir. Paco de Lucía… Yo creo que no se puede uno escapar de su influencia. Ni yo que soy más viejo que él, me puedo escapar de su influencia. Nadie. Arrasó totalmente. Cambió el flamenco muchas veces. Cuando ya estaba establecido una forma de hacerlo, lo cambiaba y obligaba a todos a seguirlo. Ha sido una explosión continua de verdad. Lo adoro y lo respeto tantísimo. Porque yo también estaba intentando cambiar cosas. Pero cuando aparece este monstruo… ¿Qué vas a hacer? No puedes hacer nada.

P. Vivirlo.

R. Escucharlo y vivirlo. Exactamente.

"Paco de Lucía es el mejor guitarrista que ha existido"

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