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Guadalcázar: el vanguardismo de una biblioteca más que singular

Biblioteca Antonio Gala en Guadalcázar

Alejandra Luque

28 de febrero de 2021 05:45 h

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Al Norte de Córdoba y a tan sólo 30 minutos de la capital, el municipio de Guadalcázar guarda unos de los edificios más singulares de toda la provincia. Su historia y sus edificios del siglo XV como la Parroquia de Nuestra Señora de Gracia o la Torre Mocha conviven desde 2011 con un edificio que rompe sin lugar a dudas con la estética reinante: la biblioteca municipal que recibe el nombre del escritor Antonio Gala.

La necesidad de ofrecer al pueblo un mejor servicio cultural fue lo que llevó a la corporación municipal de entonces la construcción de una biblioteca. Hasta el momento, Guadalcázar tenía una biblioteca de tan sólo 36 metros cuadrados; un espacio muy reducido que impedía a todas luces dar a los vecinos un servicio más allá del préstamo de libros.

Fueron los arquitectos Rafael Alcántara, Miguel A. Lázaro, Francisco López y Gudula Rudolf, del Servicio de Arquitectura y Urbanismo del Bajo Guadalquivir, los que diseñaron la que es hoy la biblioteca de Guadalcázar. Situada enfrente del Ayuntamiento, el edificio ocupa casi 415 metros cuadrados y tiene otros siete metros de altura. Toda su estructura mira hacia un jardín delantero y su interior está dividido en dos plantas y un sótano.

El diseño vanguardista del exterior tiene su explicación en el interior: las grandes cajas de hormigón juegan un doble papel como estantería de libros y protege, a su vez, de la luz solar. Esta biblioteca apenas tiene dos estanterías de pie (una de temática variada y otra de literatura feminista para todas las edades) y todos los ejemplares se agrupan por temáticas en las voluminosas estanterías correderas de hormigón. En la planta baja, donde se ubica la biblioteca y zona de estudio, los libros se encuentran a su vez divididos en dos alturas: en la más baja se encuentran los más demandados y el propio usuario puede acceder a ellos, como son los de teatro, novela o infantil. Mientras, en la zona más alta se sitúan los menos usados y son elegidos exclusivamente por los trabajadores de la biblioteca ya que es necesario el uso de una pequeña grúa.

La primera planta está compartida con el centro Guadalinfo, permitiendo que los vecinos del municipio puedan acceder a jornadas, cursos y hasta presentaciones de cortos. En esta planta, los cubos de hormigón también guardan libros en su interior aunque, esta vez, tan sólo tienen una altura. El baño tiene en su interior una pequeña claraboya por la que se accede a la azotea del edificio y que ha sido escenario de un videoclip.

La funcionalidad del edificio la completa un sótano convertido en sala de usos múltiples en la que se realizan proyecciones y diversos actos culturales. Todas las plantas están diseñadas como espacios diáfanos para que el usuario tenga la sensación de mayor amplitud.

Cuando llega la noche y los libros vuelven a sus estanterías, la biblioteca expulsa vida desde su exterior gracias a una suave iluminación que ocupa toda la fachada. Su sistema de uso permite que las luces arrojen diversidad de colores, como el morado en el Día de la Mujer o el blanco y el verde por el Día de Andalucía. A pesar de la ruptura en la arquitectura de un pueblo de apenas 1.700 habitantes, sus vecinos la sintieron como propia desde el día de su inauguración. Dos años después, en 2013, la biblioteca recibió el Premio de Arquitectura Félix Hernández.

Día tras día, pequeños y adultos han recorrido sus instalaciones buscando ejemplares en los que sumergirse o actos culturales a los que acudir. La pandemia ha echado al traste estos momentos para compartir y con los que devolver la vida a esta biblioteca ejemplo de vanguardismo.

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