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Alejandro Jiménez

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Disciplina, compañerismo y superación. Tres valores fundamentales en la práctica totalidad de los deportes y que, sin embargo, bien podrían ser enseñanzas que aplicar en el día a día de cualquier persona. El deporte en general, y el taekwondo en particular, son prácticas que, en caso de querer llevar a la excelencia, implican un nivel de implicación ciertamente inimaginable para la gran mayoría de la población. En la referida arte marcial, además, todos estos atributos se intensifican ya que se trata de un combate, de un golpe, de un segundo, en el que se puede definir todo, y puede llevarte a la gloria más absoluta.

Lourdes Navarro (Villafranca de Córdoba, 1997) es una de las mayores exponentes del taekwondo tanto cordobés, como andaluz y nacional. Con tan solo 25 años, la taekwondista ya atesora en su curriculum un Campeonato de España, mientras que también se ha convertido, nada más y nada menos, que en doce veces campeona de Andalucía. Unos méritos que le han llevado a ser un auténtico ídolo para los muchos niños que entrenan con ella y con su padre, Pepe Navarro, en el Club Los Remedios, también una de las referencias a nivel base del taekwondo andaluz.

Toda una vida dedicada al taekwondo

En la vida de Lourdes Navarro, el taekwondo siempre ha sido una cosa inamovible. Fija. Tal y como confiesa a CORDÓPOLIS en el tatami del Club Los Remedios, donde enseña a los más pequeños, no recuerda “ni cómo comenzó, porque tenía tres años. No tengo un recuerdo de la primera vez que pisé un tapiz, porque era muy pequeña y es como que he vivido toda mi vida con eso”. Y es que la pasión por el arte marcial de origen coreano le viene prácticamente desde nacimiento, también influenciada por su padre, Pepe Navarro, que además, es su entrenador y otro de los profesores del club villafranqueño.

Pese a ello, la joven cordobesa también ha probado otra infinidad de deportes, practicando otras disciplinas como la natación, la equitación, el balonmano o el voleibol. Una niñez repleta de actividades deportivas, y que recuerda con una sonrisa en su boca ya que disfrutaba de cada momento. “Recuerdo que los viernes iba a equitación, los martes y los jueves a taekwondo y voleibol, y en verano practicaba mucha natación”, explica. Sin embargo, el paso de los años y el aumento de exigencia en los estudios le obligó a centrar sus esfuerzos en un solo deporte, y acabó siendo el taekwondo. “Cuando iba creciendo, tenía que dedicarle más tiempo a los estudios, y, como mi entrenador es también mi padre, quieras o no eso tira un poquito. Ya empecé a dedicarme un poquito más a subir de cinturón, con miras a la competición, por lo que tenía que dedicarle más tiempo a taekwondo y menos tiempo a otras cosas, quedándome así con lo que más me gustaba”, asegura.

Y es que su padre, a su vez, ha sido su gran mentor y referente en el deporte. Tiró de ella en esos momentos de dudas, y logró sacarle lo mejor de sí. Sin embargo, no fue lo único que le hizo decantarse por el taekwondo, ya que también le llenaba “el hecho de estar con los compañeros, de subir de cinturón y de la competición”. Tampoco era todo perfecto, ya que, como ella misma reconoce, la parte de los pumses -movimientos de defensa y ataque contra un oponente imaginario- siempre le habían “aburrido muchísimo”, aunque tuvo que ponerse a ello para seguir progresando. Así, se acabó enamorando de la competición en sí, de “llegar a un campeonato, conocer a gente de otros sitios, la adrenalina de ponerte un peto, entrar a un tapiz y, ahí, demostrar todo lo que has estado entrenando y practicando durante varios meses”.

La presión de las expectativas

Así, poco a poco, Lourdes Navarro fue haciéndose un nombre dentro del panorama autonómico de taekwondo. Pese a que en el primer año no logró tocar metal, a partir del segundo año, tal y como ella misma recuerda, comenzó a despuntar con respecto a sus competidoras. Recuerda ese primer año con cariño, ya que se sentía bien “el hecho de ganar, de recibir enhorabuenas y demás”, aunque pronto comenzó a volverse una presión añadida. “Con diecisiete años empecé a agobiarme un poco porque sentía que tenía que ir y ganar, me centraba mucho en ganar”, recuerda.

Además, los pesajes, con el lógico cambio que sufría su cuerpo en esa edad, eran una quimera. “Empecé a crecer, ya er más mujer y se me iba complicando, ya que no podía pesar 55 kilos como cuando tenía quince o catorce años. Tenía que subirme de peso y, eso, al final, fue más dificultad, ya que el hecho de subir de categoría me presionó mucho”. Por todo ello, vivió algunos momentos de dudas en campeonatos, donde la cabeza le jugó una mala pasada, incluso en ocasiones en las que se alzaba como campeona. “Cuando llegaba a un campeonato, estaba tan agobiada que no me salían las cosas como me tenían que salir. A lo mejor ganaba, pero sentía que no me había salido bien, que no había hecho lo que había practicado o que me había basado en un combate simple”, recuerda.

Sin embargo, todo cambió cuando alcanzó los 19 años de edad. Al lógico asentamiento en la nueva categoría se añadió, además, una estabilidad mental y emocional que le llevó a mostrar su mejor versión. “Me dije a mí misma que había que disfrutar, que había ido a hacer lo que me gustaba”, subraya pensativa. Fue entonces cuando se alzó como campeona de España, un hito sin precedentes que le posiciona en el radar nacional de taekwondo. “Me centré en disfrutar y me fue muchísimo mejor. El quitarme la presión, el agobio, dar mi peso con facilidad... todo eso fue lo que me hizo, al final, mejorar y rendir mejor”, reincide, orgullosa de lo logrado.

“No se me olvidará en la vida la final del Campeonato de España”

A lo largo de su trayectoria en el taekwondo, hay varios momentos que han marcado la vida de Lourdes Navarro. Uno es, sin duda, la primera vez que logró alzarse como campeona de Andalucía. Había logrado medallas con anterioridad, pero la sensación en ese momento fue única. Ocurrió en Huelva, y lo describe como “una maravilla”, ya que “eran unas cosquillas por el cuerpo, y una sensación de haber quedado campeona... que no me lo esperaba ni por asomo”. Además, recuerda que “veía otras niñas y otras mujeres consiguiendo campeonatos, y pensaba en que ojalá yo lo pudiera lograr algún día y, cuando lo hice, me di cuenta de que yo podía también. Una nunca se acostumbra a esa sensación”.

Ese recuerdo clave en la vida de la joven taekwondista le sirvió como motivación para seguir escalando peldaños en la escalera del deporte. Así, logró convertirse en campeona de Andalucía nada más y nada menos que en once ocasiones más, aunque el momento clave fue ese mencionado campeonato de España. “No se me olvidará en la vida la final de cuando quedé campeona de España”, reconoce. Y es que fue un combate épico. Con quince segundos en el cronómetro para el final, Lourdes perdía por 0-1 en el tanteo general. Logró conectar un puño para colocar el 1-1 y, cuando la contrincante intentó atacar, logró colocar un golpe alto y subir el 4-1 al marcador. Entonces, ocurrió. “Cuando quedaba un segundo, su pierna me pasó rozando la cabeza. Pararon el cronómetro, y no sabía si era campeona de España o no. Su coach sacó tarjeta porque quería ver el video-replay, y yo estaba con la incertidumbre de no saber si era campeona o no”, recuerda.

Finalmente, el árbitro hizo la señal y declaró a la villafranqueña como ganadora del combate, y, por tanto, campeona nacional de taekwondo. Su primer instinto fue ir a abrazar a su padre pero Pepe, conocedor de la importancia del compañerismo en el deporte, le recordó que “primero debía saludar a la rival”. Y es que esa figura paterna ha sido “totalmente fundamental” para ella, ya que “si no fuese por mi padre, no hubiese conocido el taekwondo”. Entrena, desde que tenía tres años, prácticamente a diario con él, incluso en días festivos o en los momentos en los que el Club Los Remedios se encuentra cerrado. “Tener el entrenador en casa viene bien y viene mal”, reconoce, ya que “también se discute”. Sin embargo, ha sido un gran pilar para Lourdes debido a que, “a la hora de la verdad, en los campeonatos, me ha venido muy bien porque he podido entrenar con él mucho. Si no llega a ser por mi padre, yo seguramente no hubiese conocido el taekwondo y no hubiese llegado tan lejos”.

Taekwondo: disciplina, compañerismo y superación

El factor psicológico es, sin duda, uno de los grandes pilares sobre los que se sustenta el taekwondo. Y es que, tal y como explica Navarro, es “un deporte de competición en el que tienes otra persona enfrente que quiere pegarte igual que tú quieres pegarle a ella”, por lo que siempre está ahí “el factor psicológico del agobio, la presión y el miedo. Si no te los quitas, no tienes nada que hacer”. Además, ese miedo está intrínseco al deporte de contacto, porque en una maratón, si pierdes, no ocurre nada, por poner un ejemplo. Sin embargo, en el taekwondo, puedes perder y, además, acabar con una nariz rota. “Tienes otra persona enfrente que entrena igual que tú, que es igual que tú, que pesa igual que tú, y que te va a pegar igual que tú quieres pegarle a ella. En ese aspecto, el factor psicológico pienso que es importante”, explica Lourdes. Pero, una vez entras al tapiz, ambas sois iguales. Un combate tú a tú en el que cualquier cosa puede pasar.

Y es que esa relación con la contrincante es una de las mayores enseñanzas del taekwondo. El respeto, la admiración, el aprendizaje mutuo y el compañerismo. Siempre que se termina un combate, se saluda al rival, ya sea para dar la enhorabuena en caso de que te haya vencido, o para reconocer el buen trabajo que haya realizado en caso contrario. Lourdes se considera “muy competitiva, pero soy compañera primero”, ya que “el combate es dentro del tatami. Una vez que se acaba, se acabó, se convierte en una compañera”. Ese compañerismo se une a la disciplina y a la superación como los grandes valores que le ha inculcado el deporte a Navarro. “El hecho de que, aunque tenga un obstáculo, sepa que puedo superarlo. El ser machacona, el decir ”venga, hasta que esto me salga, hasta que esto pase“. Ha pasado que he perdido tres veces contra una misma rival y me he dicho que hasta que no gane, no voy a parar”, relata.

Y para ello no queda otra opción que no sea el trabajo diario, el sacrificio que, a la vez, en este caso, Lourdes compagina con sus estudios de enfermería, una carrera para su gusto “preciosa pero complicada”. “Tengo que ir a clase por la mañana, tengo que ir a estudiar, otras veces he tenido prácticas y he estado ocho horas en el hospital. Pero en mi vida ya están esas dos horas de taekwondo, tres o cuatro días a la semana, que eso ya es algo que está ahí. Yo me gestiono el tiempo”, explica. Sus sesiones se separan entre físico, técnico-tácticas, y preparatorias para los combates. Además de todo ello, también tiene tiempo para su vida social, aunque reconoce que, cuando necesita unas horas extra, las coge de ahí. “Cuando me quito tiempo, me intento quitar tiempo de mi vida social, que es lo que más me duele, te lo puedo asegurar. Es verdad que a veces no puedes tener las mejores notas con respecto a la carrera, pero es que todo no se puede. Para gestionar exámenes y campeonatos, me tengo que quitar un poco de la vida social, y dormir un poquito menos”, relata entre risas.

El futuro de Lourdes Navarro, siempre con el taekwondo como eje central

Y así, poco a poco, se fue fraguando la historia de una taekwondista que, hoy en día, ya es la referente de los muchos niños a los que enseña en el Club Los Remedios. Para ella, el arte marcial coreana es su “día a día”, su “todo”. “Mi día a día siempre ha sido que tengo que estudiar y tengo que entrenar. Y no es una obligación porque a mí me gusta y, cuando algo te gusta, no se considera obligación. Pero está ahí todos los días. No sé cómo explicarlo. Es un placer diario”, apunta con ilusión en sus ojos. Esa ilusión que intenta transmitirle a sus alumnos. Su máximo orgullo sería que “cualquiera de estos niños pueda llegar a conseguir un campeonato de Andalucía, o que incluso me supere y consiga el doble o el triple. Que en vez de doce campeonatos de Andalucía fuesen 24. Eso para mí sería todo un honor, y de las cosas más grandes que podría haber”.

En el ámbito personal deportivo, su próxima meta se fija para noviembre, con un nuevo Campeonato de Andalucía en el que intentará alcanzar el número de la mala suerte, su decimotercer entorchado autonómico. “Está ahí la cosilla de que quiero volver a ganarlo, es lo que tengo más en mente”, confiesa. Además, también se encuentra la supercopa. Sin embargo, ampliando las miras hacia cinco años vista, prefiere no fijarse un objetivo, más allá de “poder tener mi carrera y trabajar de lo que he estudiado, además de seguir teniendo tiempo para hacer taekwondo y, por supuesto, seguir compitiendo y disfrutando de ello”.

Un sueño, suyo y de todos, sería el alcanzar Opens Internacionales y, por qué no, llegar incluso a los Juegos Olímpicos. Con ese nivel de implicación y sacrificio, no habrá meta que se le resista. Pese a ello, Lourdes prefiere centrarse en sus estudios, sus enseñanzas y su vida laboral, en “terminar la carrera, seguir por supuesto en el taekwondo, ayudar a mi padre en el tema de enseñar. Me gustaría llevar a más niños a campeonatos, que se arranquen más a competir”. Sus alumnos ven en ella una figura, un ídolo, una referente en la que reflejarse, y no habría más orgullo para ella que el guiarlos hasta el éxito. Lourdes, mientras tanto, seguirá luchando por sus sueños, a la vez que se preparará para intentar dedicarse a la enfermería militar. Porque, como ella dice, a ella siempre le ha gustado “la jarana, el ambiente y el movimiento”. Un movimiento que, sin duda, ya ha empezado. El taekwondo en Villafranca tiene nombre y apellidos. Lourdes Navarro, recuerden su nombre.

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