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Cristian López

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La ambición edificada desde la humildad. El desempeño del que cree en lo que hace, sean cuales sean las circunstancias, el escenario, el contexto. Incluso los problemas. Trabajar en pos de un bien común. El de todos los que comparten la misma ilusión. El colectivo por encima de cualquier individualidad, aunque siendo consciente de que la práctica deportiva es, en definitiva, una tarea individual. Puede parecer una contradicción, aunque de ese aspecto ha sabido hilvanar una cultura grupal. Una idea compartida que se ha convertido en santo y seña de una barriada completa, aquella que tiene en el Club Córdoba 81 como un referente deportivo. Un punto de encuentro de ocio saludable. Es un distintivo de un enclave concreto de la ciudad, aunque, como bien argumentan sus valores y principios, las puertas están abiertas a todo el que desee compartir un intercambio de golpes. Sea de donde sea. Y venga cuando venga.

Y es que el club cordobés, referente en la capital en el tenis de mesa, se propuso precisamente esa filosofía desde su fundación. Si es público el lugar donde entrena, también debe ser la posibilidad de acceder a él. Por tanto, y pese a que hay -como es lógico- unos horarios establecidos para su escuela deportiva, todos sus alumnos tienen la opción de acudir al sótano de la piscina de la IDM La Fuensanta, donde está situado el enclave de entrenamiento del club, cada vez que lo deseen.

Bien es cierto que el origen de la entidad, al menos en lo que a sus protagonistas se refiere, que no así a la estructura de club, estuvo fundamentado en estamentos similares a los de la mayor parte de los equipos. En fondo y forma, los antecedentes se establecen en una dinámica similar a la de cualquier otra estructura deportiva, jerarquizada siempre con una cara visible desde la cual va descendiendo todo el peso de la misma. “Una estructura con los pies de barro”, según subraya su presidente, Juan Ortiz. Y fue precisamente por esto por lo que nació el Córdoba 81. Para variar ese guion y asumir una estrategia diferente. Una en la que todos, desde los mayores hasta los más pequeños, todos tienen voz y voto. Y sin duda, la escuela es un punto trascendental en el día a día del club.

“Se ha llegado a tener grandes cotas, tener patrocinadores, llegar a ligas altas”, recuerda el dirigente, que señala a su vez que “el esfuerzo de una persona, al final, acaba desmoronándose”. Y es por ello por lo que “un grupo de jugadores nos juntamos y vimos la necesidad de crear algo nuevo”. Desde entonces trabajan desde dos vertientes distintas. Por un lado, los mayores, más enfocados a la competición, y por otro, la base, en su caso, totalmente dirigida a la formación. Además, la escuela está volviendo a florecer en las últimas fechas, ya que la pandemia hizo mucho daño y la mayoría de los jugadores se borraron, por lo que ahora están volviendo a reclutar, y ya superan la docena. “Ellos tienen su horario de escuela, pero tienen libertad para venir de lunes a domingo a cualquier hora”, puntualiza Ortiz, al tiempo que expone que “cuando creamos el club, consideramos que, cualquiera que quiera practicar el tenis de mesa, este prácticamente es el único sitio que hay en Córdoba”, y al ser “instalaciones municipales, nos creemos en la obligación de dar respuesta a esas necesidades”.

De momento, las bases del Córdoba 81 mantienen un buen tono. A día de hoy, sus miras están puestas en competir en los juegos municipales, aunque no se descarta en breve su incorporación con alguno de los equipos federados, ya que la evolución, en apenas unos meses, es “sorprendente”. Además, la posibilidad de tener a pocos kilómetros a un club como el Priego, es un aliciente para atraer a la juventud, teniendo en cuenta que La Subbética es referente a nivel nacional. Eso sí, “tenemos que establecer mecanismos y mayores puentes de conexión entre la élite y los chicos, la diferencia es muy grande”, explica el presidente.

Así las cosas, la integración, a fin de cuentas, es el propósito principal dentro de la promoción del tenis de mesa entre las edades más tempranas, y además, en entidades cuya estructura se encuentra alejada de la élite. No hay obligación de ganar, sino de formar, y es precisamente esa la filosofía que adquirió en su momento el Córdoba 81. Y las puertas seguirán abiertas, día tras día. Sin presión alguna, pero sí con ambición, la de ser tras cada entrenamiento un poco mejores.

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