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De mirada triste en una noche de esperanzas rotas

Grada Blanquiverde Córdoba CF - Málaga CF | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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El cordobesismo termina con el amargo sabor de la decepción tras la derrota en un duelo que había generado mucha ilusión

Los tres toman asiento minutos antes de las diez de la noche. Sonríen y comentan. El padre, el hijo y la madre, pues se sientan en ese orden, se ponen en pie para entonar el himno. Si alguien duda, en esta ciudad o allende sus fronteras, de que El Arcángel es un escenario de Primera, los instantes iniciales de cada encuentro aportan la mejor prueba de que eso es así. Una respuesta incontestable, la de una afición que hace vibrar cada rincón del coliseo ribereño, su hogar, cuando suena la poesía hecha canción del Queco. Los tres se vuelven a acomodar. Es una buena noche para disfrutar en familia. Como en familia conviven seguidores del Córdoba y del Málaga a lo largo del día. Nada mejor en el fútbol que el respeto entre hinchadas. Y estas dos saben comportarse.

El sábado es una fiesta. Desde la capital de la Costa del Sol no sólo llegan aficionados blanquiazules, sino también una peña cordobesista. Se llaman Boquerones Blanquiverdes, pero a buen seguro prefieren el salmorejo. Al menos en un día como éste. Es parte de la familia califal, que en cualquier lugar tiene representación. Ellos, como el resto de los más de 16.000 espectadores que se dan cita en El Arcángel creen en el triunfo. La primera victoria va a llegar, esta vez sí. La esperanza es tan grande como la amargura cuando su equipo no consigue competir. El Córdoba anda perdido en el terreno de juego y acaba derrotado. La primera parte termina con un 0-2 en el marcador y con una imagen muy desmejorada. Se escuchan silbidos mientras el conjunto que dirige Ferrer poner rumbo a los vestuarios.

Todo se torna oscuro. Tanto como el cielo a las once de la noche. La segunda parte no deja lugar a mejores sensaciones. Parece que quiere, pero no puede. Y aparecen los nervios. En todo el mundo salvo en la familia que desde el Anfiteatro anima a los que visten de blanco y verde en cada acción. Incluso cuando las cosas no salen, son incapaces de desistir en su empeño de alentar al equipo. Nada es cómo se esperaba. Sí para los malacitanos, que cantan sin parar ante una afición helada. El cordobesismo se encuentra tocado, aunque intenta sacar fuerzas de flaqueza. Porque es una afición fiel y agradecida. Basta una ocasión de gol para que el estadio vuelva a rugir. Como si nada de lo que antes sucedió hubiera ocurrido. Sin embargo, el tiempo transcurre y la sonrisa inicial empieza a dar paso al rostro serio.

Tímidamente un sector pide la salida de Ferrer. El técnico también está cabizbajo. No encuentra la fórmula. El triunfo va a ser una vez más para el rival. Los seguidores del Málaga perciben el desencanto, la amargura, de sus anfitriones y lanza su cántico de ánimo. “Córdoba es de Primera, es de Primera, Córdoba es de Primera”, se escucha en El Arcángel, cada vez más apagado en la grada. Salvo donde se sientan los tres, que al mal tiempo ponen buena cara. Pero la mayoría de los rostros presentan una dura seriedad. Es la decepción. Es el reflejo de un padecimiento que no creían tuvieran precisamente en este partido. Es la mirada triste en una noche de esperanzas rotas.

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