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Las finales del Córdoba y el nuevo principio de Pauliño

Paco Merino

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El brasileño deja ver su entusiasmo en los entrenamientos y sueña con ganarse la oportunidad bajo el mando de Esnáider

Dos argentinos y... ¿un brasileño? El Córdoba se sudamericaniza  al tiempo que se descordobesa -y perdonen por los palabros- para encarar el desafío de las “nueve hermosas finales” al que se refería en su primera comparecencia ante los medios Juan Eduardo Esnáider, de raíces familiares germánicas pero nacido en Mar del Plata. Argentinazo que ejerce de tal. Le apodan Gardel, no más. “Llamadme Juan”, solicitó el nuevo entrenador del CCF a la jauría mediática, como si fuera mismamente el apóstol, el Evangelista que llega a la tierra del califato a propagar la fe en un milagro futbolístico por capítulos.

El otro argentino sobre el que se concentra el foco de la actualidad blanquiverde es Sebastián Dubarbier, al que una lesión le privó de la presencia en el reciente desastre en Guadalajara, donde el equipo tocó fondo más en lo emocional que en lo deportivo. Todo el mundo salió del Pedro Escartín sintiéndose como un guiñapo. “Esto no se puede permitir”, declaró un hundido Berges. Antes de cumplirse las 24 horas estaba en la calle. Volantazo al canto.

“Ahora hay que encarar el último tramo 'a full'. Sólo nos vale ganar o ganar”, aseguró en la sala de prensa el zurdo bonaerense a propósito del partido del domingo ante la Ponferradina, sorprendente rival directo en la pugna por agarrar una de las plazas que dan derecho a jugar el play off. Duba se apuntó así, con la exposición descarnada de un panorama sin opción posible, como miembro destacado de ese escuadrón de la esperanza que pretende componer, deprisa y corriendo -no le queda otra-, un club apremiado por las circunstancias.

Y en este ambiente de examen final surge la figura del brasileño, fuera de la escena hasta ahora y quizá un elemento con peso creciente a partir de este instante. Fiel a la teoría que dice que un cambio de entrenador propicia un terreno de oportunidades para todos, Paulo Henrique Dos Santos (Ceilandia, Brasil, 1994) se ha dejado ver en las primeras sesiones de entrenamiento a las órdenes de Esnáider, en las que ha desplegado su efectista repertorio técnico y ha tratado de lanzar un mensaje: también puede ser efectivo. Las cosas están para que los adultos saquen el oficio, pero también para que quienes tienen hambre maduren rápido. Y Paulinho puede tener algo que decir al respecto. Desde que llegó en el mercado invernal, el jovencísimo futbolista sólo ha disfrutado de un ratito de competición. Fue en Valdebebas, aquella nefasta mañana en la que el Córdoba fue vapuleado sin miramientos por el filial del Real Madrid. Berges le sacó al césped del Alfredo Di Stéfano cuando ya estaba todo perdido y Paulinho se entretuvo en marcarse unos cuantos quiebros en la banda, dejando material valioso para un vídeo de highligths.

Pauliño, con ñ, cuya presentación en la tienda oficial del club fue toda una metáfora, ha venido a Europa a demostrar lo que vale para que alguien lo pague. Un magnífico estímulo, mejor y más honesto que el de otros que se dan besos en el escudo para caer en gracia a los aficionados. La llegada de Esnáider puede concederle una nueva oportunidad al noveno brasileño en la historia del Córdoba, que sigue añorando al último jugador de esa nacionalidad que defendió la blanquiverde: atiende por Charles y lleva 20 goles en el Almería. Hoy todo es distinto. Se buscan nuevos héroes y el complejo panorama es ideal para que alguien se gane un puesto en los altares del cordobesismo. Las finales del equipo pueden ser el principio de Pauliño, el brasileño que quiere ser como Messi.

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