Felices los cuatro
La presión era brutal. La pitada a Carrión fue de las que hacen época. El murmullo cuando se perdía un balón o cualquier rival merodeaba por las inmediaciones del área -simplemente andar por allí- se dejaba sentir con su tétrica carga de miedo. En El Arcángel se vivió una jornada de máxima tensión, uno de esos partidos que los cronistas llaman finales anticipadas y que no son más que pruebas de vida para un equipo que agoniza. El Córdoba demostró que tiene sangre y pulso.
Ganó con holgura (3-0) y salió de la zona de descenso. Motivos más que suficientes para que los gestos contraídos se destensaran y afloraran las sonrisas. No fue una fiesta, pero se acercó. Y fueron felices los cuatro: la propiedad -a Carlos González se le vio cariñoso con Carrión-, el técnico -que reivindicó su cordobesismo en la sala de prensa-, el equipo -volvió el selfie con la algarabía en el vestuario a través de los medios oficiales y las cuentas en redes de los jugadores- y la hinchada, que aplaudió el esfuerzo y se marchó a casa con la sensación de que es posible despegarse de la zona más incómoda de la tabla. Hay equipos peores.
Carrión experimentó un vez más las muestras de desagrado de los aficionados. “A nadie le gusta que le piten. Al principio pensaba que era por los resultados, pero cuando acabó la Liga el año pasado me dije: es imposible, hemos hecho más puntos que con José Luis (Oltra)”, indicó. “Después pensé que me valoran como un hombre de Carlos González, y que yo sepa Carlos González ha puesto a todos los entrenadores junto con la dirección deportiva. Si fuera por este año diría: es verdad, estamos mal”, expresó. El respaldo del accionista mayoritario lo tiene. Se lo expuso en privado y en público. Antes del partido ante el Alcorcón, el mandatario paseó abrazado al técnico por los aledaños del rectángulo de juego. “Vengo de la cantera y se me ve como una persona débil, pero es todo lo contrario. Vengo de Tercera de partirme la cara por este escudo y lo seguiré haciendo, me piten o no. Ésta es mi ilusión, quiero crecer”, dijo un Carrión feliz y reivindicativo.
La tarde de Carrión tuvo otro episodio con mensaje. Después de marcar su gol, Sasa Markovic corrió enfervorizado hacia el banquillo para fundirse en un abrazo con el entrenador catalán. “Estamos todos con él y aunque yo no jugara antes, también lo estaba”, dijo el serbio en la zona mixta. El futbolista, un talismán para el Córdoba, volvió a ejercer como desatascador en una situación difícil. En la temporada pasada ya resolvió con goles en los últimos minutos algunos partidos vitales. Esta vez, ante el Alcorcón, fue el primero en abrir el cerrojo alfarero. En apenas siete minutos más llegaron otros dos goles y el duelo se decantó hacia el lado del Córdoba. Y ahora, ¿qué? Markovic, optimista natural, dejó un vaticinio disfrazado de deseo: “Vienen dos partidos importantes contra el Lugo y el Nástic y si somos capaces de ganar nos podemos meter arriba”.
El equipo ha vuelto este lunes a los entrenamientos para abordar una semana larga, con tres partidos en siete días. El primero ya quedó atrás: victoria inapelable. El siguiente será en Lugo, donde aguarda un adversario que lleva 13 puntos (4 más que el Córdoba y a dos del líder Osasuna) y perdió este fin de semana por 2-0 ante el Granada de Oltra. Para cerrar, visita del Nástic de Tarragona, que marcha penúltimo y ya ha cambiado de entrenador. Todo puede pasar. Después de dar un primer capotazo al drama, el Córdoba podría terminar en siete días en zona de play off. Esto es Segunda División, el campeonato en el que jamás se agota la capacidad de sorpresa.
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