Concurso de camisetas mojadas

Con bolsas de plástico cubriéndoles el cuerpo, miles de corredores iban arriba y abajo por la Avenida Conde Vallellano a primera hora del domingo. Bajo la lluvia y con la banda sonora de la batucada Samborejo, cuyos componentes derramaron los primeros litros de sudor de la mañana otoñal en Córdoba con una actuación intensa y entregada. Lo de correr bajo el agua es algo que no sienta del todo mal a los atletas. Siempre, claro, que no se trate de una lluvia torrencial. No fue el caso. El agua refrescó el ambiente -nada que ver con el calorazo de la edición de 2015- y condicionó los momentos previos al inicio de la carrera. Los participantes trataron de evitar que se les mojara la equitación, con todos los riesgos que eso conlleva: rozaduras, especialmente. Se vio a algunos, previsores ellos, huntarse vaselina en las zonas más sensibles al roce de una prenda húmeda. Al final, la amenaza de agua se quedó a medias. Hubo lluvia, pero fue soportable para corredores y público. No hubo tanto como en otras ocasiones, pero fue numeroso especialmente en la zona del centro y en la llegada.

La meta de la Puerta del Puente se ha convertido en un enclave emblemático. Muchos corredores llegados desde otras provincia pasaron por el lugar para fotografiarse antes de la carrera. Un ejercicio que les serviría de estímulo para afrontar mentalmente la dureza de la prueba y de recuerdo de su experiencia deportiva en Córdoba.  Siempre una victoria íntima. Porque, al final, la Media Maratón es eso: una vivencia especial para recordar con los amigos y un testimonio de amor al deporte para la posteridad. Como el que ha dejado Pepe Paso Alcolea, un histórico del atletismo cordobés, que en los prolegómenos de la prueba llevó a cabo un simbólico corte de coleta. Ya no participará en más ediciones de la Media. Ahí dejó su legado. Los abrazos que recibió de sus compañeros fueron la mejor muestra de su sello como triunfador. El atletismo puede crear ídolos que nunca subieron al podio. Como Pepe Paso.