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Bienvenidos al mundo real

Alfaro celebra el gol de la victoria | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Cuando olía a quemado en El Arcángel, apareció Alejandro Alfaro como un héroe llegado desde el otro lado del muro. Con diez jugadores en cada bando, con Carrión viéndolo desde fuera del banquillo -fue expulsado- y las gargantas de los frustrados seguidores preparadas para la mayor pitada de los últimos tiempos, el jugador de La Palma del Condado cambió el desenlace. Puso su rúbrica a una acción atropellada de ataque, una última oleada con furiosos disparos consecutivos de todo el que andaba merodeando el área un Alcorcón que ya se relamía con el punto apalabrado. Lo evitó Alfaro, cuyo cambio unos minutos antes -salió en sustitución de Rodri- fue acompañado de pitos. Había jugado sólo 18 minutos de competición desde el mes de diciembre. Hoy es el hombre del día en un Córdoba al que rescató cuando ya no quedaba tiempo para más. Alfaro, la imagen promocional de la campaña veraniega del Córdoba, ha vuelto a ser importante. En la ida, en Santo Domingo, también se impuso el equipo blanquiverde con un tanto suyo por 0-1. Los seis puntos proporcionados por Alfaro son pura vida para el Córdoba, que entra en el mundo real. Es un equipo que peleará por la permanencia y vivirá muchas tardes como la de este final de febrero en El Arcángel.

Le tocó debutar en Liga en El Arcángel a Razak, una presencia siempre controvertida en la portería. El ghanés, que encajó tres en su estreno en Valencia, apareció con su ritual de siempre -el muñeco de Spiderman junto a las redes- y esa sonrisa que nada ni nadie parece capaz de arrebatarle. Por lo demás, Carrión sólo hizo dos retoques con respecto a la semana anterior: Pedro Ríos entró por el tocado Antoñito y Carlos Caballero dejó su lugar a Sergio Aguza, que pudo experimentar la extraña sensación de enfrentarse a quienes hasta hace unas semanas fueron sus compañeros, defendiendo ahora la camiseta del equipo al que contribuyó en su etapa anterior a empujar hacia una crisis en la que aún chapotea con dramatismo. El fútbol es así.

El partido respondió a lo que se podía esperar de dos equipos agobiados -uno más que otro, obviamente-, inmersos en una reinvención permanente y con turbias relaciones con el gol. Presionaban, tocaban la pelota con más o menos soltura, parecían disciplinados -o tenían tanto miedo a fallar que mantenían la posesión por encima de todo-, pero si tenían la fortuna de llegar al área se aturullaban. Tomaban decisiones precipitadas o, directamente, no las tomaban y el defensa se echaba encima con la desesperación del que se sabe en el filo de la navaja. Hubo tensión, sudor y miradas torvas. Alguna que otra patada táctica. De eso fue el espectáculo.

Al Córdoba le llegó la primera ocasión a balón parado. Javi Lara, el tipo que capitaliza todo este tipo de acciones, sacó una falta lateral y Héctor Rodas llegó lanzado para conectar un furioso cabezazo. David Navarro la envió a córner como pudo. Al filo del cuarto de hora, Rodri cazó un envío largo de Juli y remató tal y como le venía, muy forzado. La pelota se estrelló en el lateral de la portería de Dmitrovic. Los de Carrión iban duro, metían la pierna y se comportaban con ese vigor exagerado de los que se sienten examinados.

El Alcorcón, bien pertrechado, tuvo su primera llegada interesante en los pies de Víctor Pérez. Sí, el que jugó el año pasado en el Córdoba y cuyo escaso impacto en su etapa blanquiverde se reflejó en proporción directa a la memoria que dejó en la afición. Apenas nadie se acordaba de él. El menudo centrocampista, con su pinta de estar recién levantado de la cama, dejó el sello de su calidad individual con un excelente control al borde del área y un zurdazo que detuvo Razak. Esa acción y las intervenciones furibundas de Iván Alejo cada vez que le llegaba el balón fueron lo más relevante de un Alcorcón que se quedó a verlas venir, atento a cualquier desaplicación del adversario y nadando a favor en lo anímico. En la grada se empezaron a oír algunos pitos pasada la media hora. Es lo que tiene el llevar más de cinco meses sin vencer.

Con el Alcorcón relativamente cómodo en su rol y con poca fluidez para hilvanar jugadas de ataque, el Córdoba pudo dar un vuelco al escenario cuando quedaban segundos para el final de la primera parte. Fue de un modo raro y brillante. Rodri, en el centro del campo, vio adelantado al meta Dmitrovic y decidió que podía ser buena idea lanzar un disparo desde allí. El serbio reculó desesperado y tocó la pelota con la mano derecha lo justito para que se estrellara en el larguero y saliera finalmente a córner. El meta se quedó dentro de las redes, doliéndose por la caída. A los diez minutos de la reanudación pidió el cambio y fue suplido por Dani Jiménez.

El momento de mayor intensidad llegó en el minuto 54, con una pañolada brutal y los clásicos cánticos -“González vete ya”, “directiva, dimisión”- reprobatorios a los gestores del club. Tras la explosión de ira, vuelta a la realidad. Sergio Aguza recogió un rechace al borde del área para probar por primera vez a Dani Jiménez. El Alcorcón apenas daba testimonio en ataque. No es un equipo que ande sobrado de inspiración, pero lo que hacía le bastaba para contener a un Córdoba voluntarioso y poco más. Carrión miró al banquillo y sacó a escena a Federico Piovaccari, retirando a un insulso Edu Ramos. El italiano, un hombre de choque, se plantó con los dientes apretados.

El Arcángel empezó a respirar más agitadamente en el último cuarto de hora. Un marcador incierto se unió a la sensación extraña que generó el cambio de Rodri, el goleador de cabecera del equipo, por un hasta ahora defenestrado Alejandro Alfaro. Carrión se movía inquieto por los alrededores del banquillo y las gargantas rugían en una grada que vivió momentos dantescos durante todo el choque: hubo peleas con intervención policial y expulsión de seguidores -en una lamentable prolongación de la semana de los burofax contra los abonados críticos, a los que se prohibió el acceso-. El Córdoba es una casa de locos. Con los ánimos a tope, Domingo Cisma se encaró con Iván Alejo y vio una amarilla. Carrión protestó la acción -que suponía la suspensión para la próxima jornada- y el árbitro le echó. Y ahí no quedó el asunto: Cisma y Kadir siguieron dedicándose piropos cara a cara delante del colegiado y éste no dudó: amarilla, consiguiente roja y los dos a la calle. Los últimos cinco minutos, ambos equipos con uno menos.

Todo el lío sirvió para espolear al público y a un Córdoba que iba ya sin miramientos al ataque. Y ocurrió. Después de pasar un susto monumental en una falta al borde del área que lanzó Víctor Pérez, el Córdoba encontró el golpe de suerte que otras veces le faltó. Zacharya Bergdych lanzó un balón al área, tocó Juli, remató con el alma Piovaccari y la pelota, tras rebotar en el palo, la cogió Alfaro y la metió dentro. El onubense lo festejó como un poseso. Cinco meses y medio después, victoria trascendental en un Arcángel que mezcló la alegría con su grito de guerra irrenunciable: “¡González, vete ya!”.

FICHA TÉCNICA

CÓRDOBA, 1: Razak, Héctor Rodas, Caro, Bíttolo (Bergdych, 73'), Domingo Cisma, Edu Ramos (Piovaccari, 63'), Aguza, Javi Lara, Pedro Ríos, Juli y Rodri (Alfaro, 74').

ALCORCÓN, 0: Dmitrovic (Dani Jiménez, 56'), Nelson, David Navarro, Owona, Bellvís, Toribio, Bakic (Kadir, 70'), Óscar Plano (Martín Luque, 60'), Víctor Pérez, Iván Alejo y David Rodríguez.

ÁRBITRO: Pulido Santana (Comité Canario). Expulsó por doble tarjeta amarilla a Domingo Cisma y Kadir en el minuto 82. Expulsó a Carrión en el minuto 81. Amarilla para Héctor Rodas.

GOL: 1-0 (92') Alfaro.

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la jornada 27 del campeonato nacional de Liga 1|2|3, disputado en el Estadio Municipal El Arcángel ante 11.677 espectadores.

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