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Sobre los tejados de la Mezquita Catedral de Córdoba: así sigue funcionando un sistema milenario

Cubiertas de la Mezquita Catedral de Córdoba

Alfonso Alba

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“Es imposible entender el edificio de la Mezquita Catedral de Córdoba sin subir aquí arriba”. Gabriel Rebollo es uno de los dos arquitectos conservadores del monumento cordobés, que gestiona el Cabildo. Rebollo explica a un reducido número de periodistas cómo sigue funcionando un sistema que tiene 1.300 años de vida, el de las cubiertas a dos aguas que coronan el histórico edificio. “Es un edificio que se entiende mejor arriba que abajo”, expone. Los periodistas caminan sobre los históricos caminos, ideados hace 13 siglos, paralelos a una especie de canal. Todos esos canales son sostenido por los populares arcos y columnas de la Mezquita cordobesa, que sí, que funcionan como un acueducto romano, detalla Rebollo, pero con una excepción: el agua no es conducida a un aljibe sino a unos canalones.

En el siglo VIII, los constructores de la Mezquita de Córdoba idearon un sistema que iba a cumplir una doble función: construir una nave lo más diáfana posible y evitar que el tejado colapsara con la lluvia. Los arcos y las columnas iban a sostener una inmensa cubierta, que no es una sino varias. Además, iban a cumplir la función de sostener largos canalones para evacuar el agua de lluvia. Cuando hay temporal, acudir al Patio de los Naranjos o a los alrededores de la Mezquita Catedral es un espectáculo, para contemplar cómo en pleno siglo XXI sigue funcionando un sistema ideado hace 13 siglos.

Este martes, el Cabildo ha organizado una visita guiada con los medios de comunicación. Antes han acudido responsables de las diferentes instituciones cordobesas. Y antes bomberos, policías nacionales y agentes de la Guardia Civil. El objetivo era dar a conocer la intervención que se ha desarrollado y se desarrolla en las cubiertas, en un recorrido vedado al público por razones de seguridad (hay que hacerlo con casco y arneses de seguridad), pero que descubre un lugar desconocido para el gran público pero que sigue teniendo una función fundamental para que la Mezquita Catedral de Córdoba sea, junto al Panteón de Roma, uno de los edificios del mundo más antiguos y que se han conservado gracias a un uso ininterrumpido del mismo.

Tres modelos de tejas

Hoy, las 19 cubiertas a dos aguas de la Mezquita Catedral son diferentes a las del siglo VIII y a las que se construyeron hasta el siglo X, en las diferentes ampliaciones islámicas del monumento. A lo largo de los siglos se han ido sustituyendo sus tejas (las hay de tres modelos, de rueda y moruna, las originales; y otras de colores que imitan a cerámica, ya cristianas). También se ha trabajado en las cubiertas, de madera. Muchos de esos antiguos tablones se han sustituido, comidos por las termitas o afectados por la humedad. En otros casos se han conservado en la medida de lo posible. En una restauración de los años setenta del siglo XX, incluso, se introdujo hormigón en la zona.

Esas 19 cubiertas vierten a dos aguas. A cada lado surge un canalón, que es sostenido por los famosos arcos de la Mezquita Catedral. A su vez, los canalones vierten en los alrededores. El agua del Patio de los Naranjos acababa, antaño, en un gran aljibe, que aún se conserva pero que ya no cumple su función original. Los canalones de las calles hacen hoy las delicias de los turistas, cuando en mitad de una tormenta se transforman en grandes cascadas de agua, cumpliendo su misión milenaria.

Las cubiertas de la Mezquita Catedral de Córdoba cumplen hoy una nueva función. Bajo las tejas hay unas tuberías de color rojo que son fundamentales para garantizar que el edificio sobreviva muchos siglos más. El monumento es uno de los edificios más protegidos del país por una razón: casi todo es de madera. Su construcción es especialmente sensible a los incendios, por lo que mantiene un sistema de emergencias que es clave. Cada mes, prácticamente, los bomberos de Córdoba acuden a las cubiertas de la Mezquita Catedral de Córdoba, a practicar y a recordar dónde está cada tubería, cada toma de agua, cada cubierta y cada camino para atender una incidencia lo antes posible. Se ha cambiado también el antiguo sistema de alerta. Los agentes acuden en cuanto salta la alarma. Los vigilantes ya no tienen que acudir a confirmar que hay un incendio. Los bomberos se ponen en marcha por si acaso y siempre hay tiempo para avisar de que se trata de una falsa alarma.

De momento, el acceso a las cubiertas de la Mezquita Catedral de Córdoba es un privilegio de los 20 albañiles de mantenimiento que tiene contratados el Cabildo, de los bomberos y de los policías y guardias civiles que suben de vez en cuando por seguridad. Pero a preguntas de este medio, no se descarta una apertura a investigadores o grupos muy reducidos, siguiendo la experiencia de catedrales como las de Sevilla o Santiago de Compostela, que mantienen visitas a sus cubiertas para turistas, según explicó el nuevo deán presidente del Cabildo, Joaquín Alberto Nieva García, que acaba de suceder a Manuel Pérez Moya.

La doble luz del monumento

El Cabildo también ha aprovechado la visita para presentar las intervenciones que ya ha desarrollado y que está llevando a cabo sobre el Crucero de la Catedral, la obra de Hernán Ruiz II que ofrece esa doble luz tan característica del monumento cordobés: la horizontal de la antigua Mezquita y la vertical de la actual Catedral. Además, ha detallado cómo está se está protegiendo la cubierta del Mihrab, un espacio único, y cómo será la futura intervención en uno de los espacios que menos se ha tocado casi desde que se construyó por Al Hakem II, allá en el siglo X.

Desde los andamios del Mihrab, las cubiertas de la Mezquita Catedral de Córdoba ofrecen una vista imponente al río Guadalquivir y su feraz campiña. Su muro sur, la qibla sobre la que oraban los musulmanes, es mucho más elevado que el norte, que da al Patio de los Naranjos. La sensación de vértigo es mucho mayor y también comprensible un acceso muy restringido y regulado, pero sobre un sistema de mantenimiento muy ideado que no tiene mayor problema.

El propio arquitecto conservador Gabriel Rebollo se detiene sobre la escalera que hoy da acceso a las cubiertas, una obra de Hernán Ruiz del siglo XVI repleta de detalles, “y eso que era para el servicio, para los albañiles, para no ser vista”. En los tejados se abre una auténtica obra de ingeniería que perseguía precisamente garantizar la supervivencia del monumento. “En un edificio así es clave ver que hay una teja que está rota y sustituirla, antes que esperar a que se forme una humedad que provoque un destrozo mayor”, explica. Por eso se construyó un sistema de calles cómodas de transitar sobre las cubiertas, con sus escalones, y unas cubiertas sin una pronunciada pendiente muy fáciles de reparar. Incluso es posible acceder sin problema alguno al interior de las cubiertas. Al final, exhiben una pequeña puerta por las que entrar al espacio, una especie de cámara de aire, entre las tejas y los artesonados de la propia Mezquita Catedral.

“A la madera de las cubiertas le viene bien que haya ventilación”, explica Paco Rebollo, el arquitecto más joven de los que custodian la Mezquita Catedral. Esa ventilación ya estaba en el diseño original del edificio, hace 13 siglos. Pero en años posteriores se tapió, lo que provocó grandes problemas con las maderas, de termitas y de podredumbre. Hoy se han vuelto a abrir, como antaño, pero con un sistema más moderno y mejorado para evitar que las termitas se den un festín y provoquen problemas en el inmueble.

Bajo los 13.000 metros cuadrados de cubiertas de la Mezquita Catedral está un enorme espacio, un bosque de columnas, que también es diferente al del siglo X. Entre el XVI y el XVII se construyó la Catedral en el centro. Antes, la Capilla Real cuyo artesonado restaurará ahora el Ministerio de Cultura, según un contrato que acaba de sacar a contratación el Gobierno. Este martes, el Cabildo también ha mostrado el interior de un espacio clave para comprender el edificio, pero que lleva siglos cerrado al gran público.

El artesonado de la Capilla Real

La Capilla Real fue erigida en el siglo XIV y en su interior se llegó a enterrar a dos reyes de Castilla. Pero la importancia actual data en un artesonado mudéjar impresionante que recuerda a otro edificio próximo, la Alhambra de Granada. De hecho, sus diseñadores, pagados por la Corona de Castilla, no dudaron en imitar artesonados y mosaicos nazaríes. También alternaron el castellano con el árabe en el trazado.

El Cabildo ha insistido en que la obra de restauración se ha dividido en cuatro fases. Las dos primeras ya están culminadas y han sido la consolidación de las cubiertas. Ahora, el Ministerio restaurará el artesonado mudéjar, un enorme puzzle, y se quedará pendiente una cuarta fase, la del suelo y la de la cripta donde en su día se enterró a dos reyes castellanos que hoy descansan en San Hipólito, también en Córdoba, Alfonso XI y Fernando IV.

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