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Lo que la sequía descubrió: ni rastro del 'oppidum' de Sierra Boyera

Trabajos en Sierra Boyera.

Alfonso Alba

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La Universidad de Granada y el Grupo de investigación HUM-143 Protohistoria del Mediterráneo Occidental Prometeo acaban de iniciar en este mes de agosto la quinta campaña de excavaciones en Sierra Boyera, un embalse que por primera vez desde que iniciaron los trabajos está técnicamente seco. El Domingo de Resurrección de 2023 la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir lo dio por vacío. Este equipo ahora, y antes otro de la Universidad de Córdoba, han aprovechado la retirada de las aguas de Sierra Boyera para investigar el pasado de esta zona cordobesa. Pero en este mes de agosto lo hace ya con una certeza: lo que se ha encontrado bajo las aguas del embalse, hoy retiradas, no es el famoso oppidum que se venía buscando desde hacía años.

En una entrevista con el periódico Córdoba Hoy, el responsable de la excavación, Pablo González, habla “del mal llamado oppidum de Sierra Boyera”. En latín, oppidum significa lugar elevado en el que se han asentado los humanos de forma defensiva. Antes de la romanización, los iberos, los tartesos, construían sus ciudades en lugares elevados fáciles de defender. Y eso es precisamente lo que se ha buscado pero no se ha encontrado en Belmez.

Al contrario, lo hallado en Sierra Boyera tiene mucho que ver con el pasado, el presente y quizás el futuro de la comarca: la industria. Ya en febrero de 2018, una investigación de la Universidad de Córdoba dio con el molino ibero más antiguo de los que hay constancia precisamente en Sierra Boyera y gracias a la sequía. El molino, en buen estado de conservación, dataría de los siglos V al IV antes de Cristo.

La excavación actual trabaja también precisamente en una zona similar, donde habría más molinos y hasta un horno. Y también un centro de producción probablemente metalúrgica en el que es probable que también viviesen los trabajadores. Pero el estado de los restos, muy dañados por las inundaciones del embalse, están complicando los trabajos según los arqueólogos actuales.

Un emporio santuario

La Universidad de Córdoba, con un equipo liderado por Antonio Monterroso, excavó la zona entre 2017 y 2019. Los datos obtenidos y objetos detectados muestran que el lugar funcionaba como un 'emporio-santuario', una zona productiva que acogía la llegada de materiales para su procesado y los conectaba con las redes comerciales en dirección al Guadalquivir y Guadiana.

En esta zona, como era habitual en el mundo antiguo, también había lugar para “la celebración ritual de los actos de compraventa y para auspiciar las alianzas económicas”, explicó en su momento Monterroso, quien añadió que la arquitectura, cerámica y organización del lugar demuestran que era un “emplazamiento innovador” que comienza su actividad entre los siglos VIII y VII a.C, distinto urbanísticamente al resto de la arquitectura tartésica de la zona e influenciado por los contactos comerciales y culturales con gentes de las costa y valle de Tarteso, como ocurre en otros lugares mineros de Sierra Morena.

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