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Cómo se organizó en Córdoba la última exposición en vida de Etel Adnan

La artista Marisa González capta imágenes de la exposición de Etel Adnan en el C3A

Juan Velasco

16 de noviembre de 2021 05:00 h

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“Aunque estábamos convencidos de que iba a tener una gran acogida, su muerte lo ha vuelto todo afortunado y desafortunado”. Es la reflexión de uno de los dos principales responsables de la exposiciónTras la línea del horizonte, la última retrospectiva de la artista y escritora libanesa Etel Adnan, fallecida este domingo en París a los 97 años, tan sólo tres días después de que se inaugurara su primera muestra en España.

Es el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A), ubicado en Córdoba, el museo que tiene el dudoso honor de albergar la última muestra retrospectiva que la artista libanesa aprobó en vida. Aunque, quien cuenta los pormenores de su montaje es Gilberto González, director del TEA (Tenerife Espacio de las Artes), el próximo centro español que acogerá parte de los fondos de Adnam, una escritora y activista de notable influencia, pero cuya obra pictórica fue descubierta cuando tenía 87 años.

González recuerda que el principal impulsor de la muestra Tras la línea del horizonte (que estará en el C3A hasta el 28 de febrero de 2022) es Álvaro Rodríguez Fominaya, hoy flamante nuevo director del Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) y que, hasta el pasado mes de abril, ejercía de comisario y director artístico del C3A de Córdoba. De hecho, la exposición de Etel Adnan es la última de las muestras que ha comisariado para el centro cordobés, dependiente del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC).

Rodríguez Fominaya, cuenta González, acudió a él hace más de dos años con la ida de organizar conjuntamente la primera exposición en España de la artista. Era un momento clave, ya que la fiebre por la obra de Adnam estaba a punto de desatarse. El proyecto se planteó desde la seriedad y como una iniciativa conjunta de dos centros que, tal y como reconoce González, “no son el Reina Sofía”, pero se presentaban ante el entorno de la artista con “un interés serio por la figura de Etel y no una intención de sumarse al carro”. A ello ayudaba, según reconoce el director del TEA, el prestigio internacional de Álvaro Rodríguez Fominaya, que en su holgada trayectoria fue director del Para/Site Art Space en Hong Kong y conservador del Solomon R. Guggenheim Museum.

Contactos con Jean Frémon y Simone Fattal

El primer contacto fue con la Galería Lelong de París, principal representante de la pintora libanesa, que entonces tenía 94 años. Adnan accedió con prontitud a la proposición, y la comunicación fue fluida tanto con Jean Frémon, director de la Galería Lelong y como con la escultora libano-estadounidense Simone Fattal, compañera de Etel. De igual modo los comisarios contactaron con otros prestamistas privados y públicos, entre los que están el Banco de España, la galerista Helga de Alvear y otro coleccionistas privados de París.

Con la pandemia de por medio, el trabajo se dilata, aunque no disminuye la ambición de la muestra, que acaba recogiendo sesenta y una obras, una amplia selección del trabajo pictórico de la artista desde los años 60 del pasado siglo y hasta el arte realizado en las últimas dos décadas, y que incluye pintura, dibujo, leporellos, cerámicas y textiles.

En este ámbito, Gilberto González recuerda que Adnam no tenía una colección muy amplia. “La mayor parte de las obras de los años 60 las regaló, lo que da una idea de su carácter: no tenía ningún tipo de aprecio a lo material”, señala el director del TEA, que resalta la enorme contribución de Jean Frémon y la Galería Lelong en todo el proyecto.

“Jean Frémon no es un galerista al uso, sino que es un intelectual que sabe de la importancia de dar a conocer a alguien como Etel Adnan, que encarna casi todos los conflictos del siglo XXI”, apunta González sobre una artista que reunía una triple frontera: mujer, lesbiana y exiliada de Oriente Medio.

Mujer, lesbiana y exiliada de Oriente Medio

Hija de una madre griega, cristiana y de un padre sirio musulmán, creció hablando griego y turco. Fue educada en un colegio francés y es en éste idioma con el que comienza a escribir sus primeros trabajos literarios. Estudió Filosofía en la Universidad de la Sorbona (París) y luego realiza una estancia en Harvard (Cambridge). Durante dos décadas da clases en la Universidad de California, en una época en la que arranca su obra pictórica, pero en los años 70 regresa a Beirut donde comparte estudio con su pareja Simone Fattal.

A mediados de la década de los 70, abandona Líbano con el estallido de la guerra civil y, tras un breve período en California, se instala en París, ciudad en la que vivió hasta su muerte el pasado domingo, y donde pintó sus últimas obras.

Su novela Sitt Marie Rose de 1977, fue galardonada con el Premio France- Pays Arabes y publicada en más de 10 idiomas. Adnan ha recibido numerosos premios por su contribución a la cultura, incluyendo, en 2014, el más alto honor cultural de Francia, “Ordre de Chevalier des Arts et des Lettres” (Orden de Caballero de las Artes y Letras). 

Mientras tanto, su obra pictórica adquirió gran prestigio y difusión tras su inclusión en la Documenta de 2012. Tenía 87 años cuando el mundo del arte la descubrió como pintora. La acogió con devoción: expuso en el Whitney de Nueva York, en el Museo de Arte Contemporáneo de Massachusetts o en las Serpentine Galleries de Londres, hasta llegar a la muestra del Guggenheim de Nueva York, la penúltima que aprobó en vida.

La última ha acabado siendoTras la línea del horizonte, la retrospectiva del C3A de Córdoba, cuyo avance fue siguiendo la propia artista a través de las fotos que le enviaba Jean Frémon. “Ella estaba encantada con el resultado de la exposición y así nos lo dijo”, recuerda Gilberto González, que acogerá en el TEA algunas de las obras a partir de marzo.

El director del centro tinerfeño reconoce que la expectación es máxima en un mundo que ya había saludado su pintura y que ahora llora su muerte. “Su poesía es más intimista, pero en su pintura hay un estado de optimismo propio de alguien que siente curiosidad por la vida”, afirma.

Su muerte ha sido similar. Gilberto González casi lo considera una última obra de arte. “Es que murió durmiendo. Creo que murió como vivió, porque fue alguien completamente vitalista. Es algo que se ve en su pintura. Nunca perdió esa vitalidad”.

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