Fuentes Guerra: fin de una etapa, ¿comienzo de otra?
La legendaria tienda de discos y películas se plantea su futuro tras medio siglo siendo la banda sonora de Córdoba
Fuentes Guerra termina una etapa y los dueños del negocio de venta y alquiler de discos y películas se plantean ahora si inician otra. La posibilidad del cierre definitivo es una realidad. Pero también lo es la intención de seguir adelante con un sueño que cumple este año medio siglo. “Han sido 50 años poniendo la banda sonora a la vida de los cordobeses”, recuerda Álvaro Fuentes-Guerra, “y eso es algo muy emocional”. Mientras los responsables de negocio dilucidan qué hacer, todo el stock de productos, liderados por más de 5.000 películas, se pone a la venta. Álvaro reconoce que es una liquidación en toda regla, pero se niega a cerrar ninguna puerta, busca el enfoque optimista y aspira a continuar con la actividad, tal vez en un local más pequeño, tal vez con otro modelo de negocio.
En 1927 abrió en Córdoba la primera tienda bajo la marca de Fuentes Guerra, en la plaza de San Nicolás. Era un comercio de menaje y material de cocina, alejado a la imagen que ha perdurado en la ciudad bajo el nombre de este negocio y que se ha convertido en sinónimo de una oferta cultural de calidad en música y cine. Pero esta faceta no se inició hasta 1964, cuando el padre de los actuales dueños convirtió una zona del gran establecimiento de Cruz Conde (abierto siete años antes y dedicado a los artículos de regalo) en una tienda donde encontrar los discos sencillos que empezaban a proliferar con los grupos del momento y los primeros larga duración que aparecieron en el mercado. Si algo de música llegaba a Córdoba, Fuentes Guerra se encargaba de venderlo.
Era una época muy distinta. Entre los años sesenta y la llegada del nuevo milenio una tienda de discos o de películas tenía todo el sentido y bien gestionada era una forma de hacer negocio. Pero la llegada de Internet y de las descargas a principios de la primera década del siglo lo puso todo patas arriba. “No estoy en absoluto en contra de la tecnología, de hecho ahora es cuando más películas se ven y más música se escucha en toda la historia. Pero la filosofía del todo gratis es lo que nos ha hecho mucho daño”, señala Álvaro Fuentes-Guerra.
Las nuevas formas de consumo fueron empequeñeciendo el negocio. De una mediana empresa con cuatro establecimientos y varias decenas de empleados contratados se llegó a lo que Fuentes-Guerra es hoy, un negocio con un solo comercio y tres hermanos empleados. Los tres han afrontado una crisis que les ha venido por partida doble. Por un lado, la propia de su sector, inmersa en una colapso del modelo de negocio a causa de la irrupción de plataformas digitales como Amazon que vende internacionalmente discos, películas y libros a un precio con el que no se puede competir; a lo que hay que sumar las infinitas posibilites que ofrecen las páginas de descarga directa y gratuita de música, cine y libros. Por otro lado, la crisis económica global del país, que ya cumple siete años y que ha dejado a los pequeños comercios tradicionales como Fuentes Guerra sin el oxígeno financiero que necesitan.
Fuentes Guerra se ha ido adaptando durante estos años a la doble crisis y ha tratado de abrir nuevas líneas de negocio para obtener ingresos que compensasen la merma de las ganancias del modelo tradicional. Así, montaron uno de los pocos videoclubs de la ciudad que no basaba su oferta en los grandes éxitos sino en los títulos de calidad, con especial cariño al cine europeo y latinoamericano; pusieron en marcha la venta de entradas de conciertos; exploraron la venta de accesorios electrónicos vinculados a la música y a la edición; se sumaron a la compraventa de productos de segunda mano, incentivaron los vinilos... Pero la cruda realidad del mercado se ha ido imponiendo como una persistente gota malaya. “Los jóvenes ya no entienden que se tenga que pagar por la cultura”, se lamenta Álvaro. “Y con los adultos es difícil decir nada cuando pueden adquirir productos a muy bajo precio en Amazon u otras plataformas digitales”, continúa.
¿Qué queda ante este panorama? Álvaro sonríe y suspira. “Las fuerzas van mermando, son muchos años luchando solos y bueno, cuesta. Pero creemos que puede haber una salida. Tal vez a través de las redes sociales. Tal vez a través de un consumismo activista y concienciado del cuidado que merecen las tiendas de discos o las librerías”, reflexiona. Ni Álvaro ni sus hermanos se cierran a nada. Contemplan la posibilidad de que llegue un inversor y se haga con una marca perfectamente implantada en Córdoba y sinónimo de cultura; se plantean la idea del micromecenazgo, calculan la posibilidad de mudarse a un local más pequeño y barato...
Pero no hay nada cerrado. Más o menos se han dado tres meses de plazo. Esperan vender buena parte de su stock desde ahora hasta septiembre y octubre para obtener liquidez. Y en otoño decidirán si se reinvententan una vez más o si echan para siempre la persiana de la tienda que puso música a la ciudad durante medio siglo.
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