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Faemino (y Cansado) hace(n) hablar a Harpo Marx

Faemino y Cansado, ayer, en e Teatro Góngora. | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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El dúo de humoristas llena el Teatro Góngora de su delirante universo verbal

No se engañen. Aunque el escenario esté vacío, aunque solo haya dos micrófonos, un fondo de negro riguroso y poco más, están a punto de aparecer dos arquitectos del rococó más florido. Arquitectos, eso sí, de la palabra, un instrumento que bien retorcido, estirado y azotado por esta pareja, lleva al público al universo demencial y de Carabanchel donde viven Faemino y Cansado.

Atrona una música hortera, propia de rutas bacalaeras de los noventa. Aparecen los dos dando brincos cual baile de San Vito. Inmediata pedrada en la cabeza en forma de flasbak: sábado por la mañana de 1988, programa Cajón desastre, Faemino igual pero menos arrugado, Cansado con pelo. De niño no les entendía. Pero en unos años.... Segunda pedrada: 1994, programa El orgullo del tercer mundo. Una puerta azul, otra roja, media hora de surrealismo, muchas más de risa y entregado ya, por siempre, a la causa de lo absurdo.

Dos décadas después, siguen en forma. Mantienen la cercanía de dos amigos acodados en la barra de un bar cañí. Siguen dando la imagen de que toda su verborrea es improvisada y siguen dominando el arte dela risa floja, tan contagiosa como perfectamente programada. Y sobre todo, han perfeccionado hasta el virtuosismo sus coros cacofónicos de frases ametralladas. Un fusilamiento que obliga al espectador a cazar al vuelo cada una de las locuras y ocurrencias que escupen sin parar. Y no es fácil, cuando te estás recuperando de una coña ya han llegado otras tres.

Y aunque es Cansado el que lleva buena parte del peso del monólogo, no puedo dejar de mirar a Faemino. Sus muecas, sus gestos, sus frases. Y veo al Kramer -de Seinfeld- entrando de pronto y abriendo la nevera boquiabierto mientras sablea restos de una carne en salsa. Pero sobre todo, veo a Harpo después de haberse tragado la bocina. Veo a Harpo estallar y hablar sin parar soltando todas las palabrotas castradas y enmudecidas durante décadas. Faemino ha hecho hablar a Harpo. Y que a Cansado solo le faltase un bigote pintado y un puro apagado, dice mucho de los dos.

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