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Córdoba se 'enjaula' con un glamouroso canto al amor libre

Musical 'La jaula de las locas'

María Berral

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Purpurina, luces, vestuarios extravagantes, plumas, y más purpurina. Con esto se han encontrado este jueves las 866 personas a las que Àngel Llácer ha dado este viernes la bienvenida al Gran Teatro, que ha dejado de serlo desde el minuto uno. Las bailarinas del La Cage aux Folles se han presentado despampantes ante el público que ha observado casi sin pestañear cómo sobre tacones de 15 centímetros se han desplazado por el escenario sin perder el ritmo.

Una orquesta sobre sus cabezas ha sido la primera sorpresa de la noche, música en directo en los pasos de cada una de “las pajaritas”, como se han referido a las bailarinas del cabaret. Y, en seguida, la actuación de Llácer ha conquistado al público con los primeros problemas planteados por Zaza. Entre baladas, coros, palmadas, música e incluso cambios de vestuario en directo, la puesta en escena no ha dejado indiferente a nadie.

Sobre una plataforma giratoria se ha desplazado Zaza que, a veces, ha compartido escenario con el propio Llácer en un juego de dualidad, que también ha estado presente sobre el escenario, representando diferentes escenas y ambientes. Estilismos, decorado, atrezzo y la jaula han aparecido, desaparecido y cambiado en un juego perfectamente acoplado a la representación, que ha mantenido el ritmo adecuado para mantener las miradas de los espectadores en todo momento.

Pero Llácer y sus 'pajaritas' no han sido las únicas protagonistas ya que el público ha sido partícipe del espectáculo. Otra manera de jugar y seguir haciendo del show un no parar de reír con las intervenciones espontáneas del propio Llácer hacia los asistentes. O en algunas ocasiones con sus propios compañeros.

Y entre tanto, la vida de Albin y Georges, los propietarios de La Cage aux Folles se ve alterada por la noticia del hijo de Georges, Jean Michael. El joven les confiesa sus intensiones de casarse con la hija de un diputado ultraconservador y firme defensor del modelo tradicional de familia. Pero el telón ha bajado en mitad de la trama para resolverse tras un breve descanso.

Llegados a este punto, los espectadores han recibido impacientes a los artistas que, de nuevo sobre las tablas, han inundado el Gran Teatro de risas, alegría y amor. El encuentro entre ambas familias no ha podido ser de otra manera que caótico, cómico, inesperado y para reflexionar.

En una lucha por aparentar lo que no es, ser quien no se es y fingir gustos que no se tienen, Zaza canta a la libertad personal. Libertad para elegir cómo vestir, cómo hablar, cómo caminar, cómo amar y a quién amar. Una reflexión dentro de la fiesta y la celebración de la joie de vivre con la que muchos habrán abierto más su mente, pero no habrán podido abrir su boca. Porque cuesta encontrar las palabras después de conocer lo que se esconde en la jaula.

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