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La paradoja que desmiente la idea de que año de lluvias es igual a mayor riesgo de incendios forestales

Bomberos forestales del INFOCA

Juan Velasco

27 de mayo de 2025 20:08 h

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La primavera de 2025 ha sido generosa en lluvias en la provincia de Córdoba, devolviendo la vida a los embalses, arroyos y sierras, incluidos los caminos y pistas forestales, que han presentado estos meses un color verdoso que hacía años que no se veía. Un color que ha supuesto un alivio por dejar atrás la parte más dura de la sequía, pero que, ahora, cuando las lluvias de marzo parecen un pasado remoto, se convierten en dudas de cara a la temporada de riesgo extremo de incendios, que arranca el 1 de junio.

Sobre ello le han cuestionado este martes al Eduardo Nicolás Dueñas, director del Centro Operativo Provincial del Infoca en Córdoba, que parecía preparado para atender la pregunta: ¿supone un año húmedo más riesgo de incendios forestales por el crecimiento de vegetación?

En ese momento, Dueñas ha explicado que, pese a que lo lógico es pensar que, a mayor vegetación, más riesgo de incendio, la paradoja es que el mismo agua que ha provocado el aumento de la vegetación, también ha otorgado a los árboles y cultivos leñosos una capacidad mayor para contener los incendios.

“Es una paradoja, sí”, reconoce Dueñas, con más de tres décadas de experiencia en la lucha contra incendios forestales, y que lleva desde 2010 como responsable del Infoca en Córdoba. “Un año lluvioso, como el que hemos tenido, genera un crecimiento importante de vegetación herbácea, pero al mismo tiempo refuerza la vegetación leñosa, que es más resistente al fuego por su mayor contenido de agua”, reflexionaba el jefe de operativo, que resumía que, a mayor resistencia inicial, más posibilidades de atajar con éxito el incendio antes de que se descontrole.

Panorámica de los Baños de Popea tras las lluvias (aún hoy siguen con caudal continuo)

Vegetación abundante, pero no igual de peligrosa

La clave está en distinguir los tipos de combustible vegetal que alimentan un incendio. La vegetación herbácea, como los pastos, crece rápidamente con la humedad y, al llegar estas fechas, se agosta, quedando seca y dispuesta a arder con facilidad. “Es un propagador inicial muy rápido. Pero no es el único combustible, ni necesariamente el más importante”, señala Dueñas.

Lo realmente determinante en un gran incendio es la vegetación leñosa: matorral, arbustos y árboles. “Esta vegetación almacena mucha más energía y, si ha sido un año muy bueno, mantiene unos niveles de agua altos. Eso dificulta mucho la propagación porque el fuego necesita evaporar ese contenido antes de seguir avanzando”, explica.

En otras palabras, el exceso de humedad puede actuar como un freno natural al fuego. Un fuego que, además, tampoco se inicia tan rápido si los suelos mantienen la humedad, como todavía ocurre en algunos puntos de la Sierra (sobre todo en aquellos en los que los arroyos recuperaron la vida).

Desbroce en el arroyo de La Marota.

La opinión de Dueñas se suma a otras que vienen explicando esta paradoja en las últimas semanas. Lo esencial es que no necesariamente se puede establecer una correlación directa entre un año húmedo y un aumento del riesgo de incendios, ya que, lo fundamental será, como casi siempre, el comportamiento meteorológico del verano.

En ese sentido, Cristina Santín, investigadora del CSIC experta en incendios forestales, ya advertía a principios de mayo en una entrevista con la Agencia EFE, que “la variable que implica más riesgo siempre es el tiempo atmosférico o el clima”. Es decir, las altas temperaturas, el viento y, sobre todo, la sequedad del ambiente serán los factores que, llegado el verano, decidan la virulencia de la campaña de incendios.

A la meteorología se suma otro elemento clave: la gestión del monte. Javier Madrigal, científico del Instituto de Incendios Forestales (ICIFOR-INIA, CSIC), apuntaba también que el verdadero riesgo está en la acumulación de biomasa durante años de escasa intervención humana. “La disponibilidad de combustible depende mucho más de la ausencia de gestión que de las lluvias puntuales de esta primavera”, advertía, añadiendo que, a su juicio, el cambio climático actúa como un “acelerador” del problema, pero no como su causa principal.

Una avioneta del Infoca en acción en un incendio forestal

La importancia del agua… también contra el fuego

Desde la experiencia operativa, Dueñas insiste en que el agua “siempre es buena”, también desde el punto de vista forestal. Y es que, aunque genere vegetación ligera, fortalece los tejidos de la vegetación leñosa. La humedad en el entorno retarda el proceso de ignición y de combustión del material vegetal.

Al final, como cada verano, el riesgo de incendios forestales tan virulentos como el de 2024 (que fue un año tremendamente seco, de hecho) dependerá de los grados centígrados, la velocidad del viento y la capacidad de respuesta humana.

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