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“Líbano no ha elegido esta guerra”

Investigador libanés Hanna Qabalan

Aristóteles Moreno

26 de octubre de 2024 20:44 h

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Con cerca de 300.000 habitantes, Zahlé es la ciudad católica más populosa de Oriente Medio. Se encuentra a 53 kilómetros de Beirut y 72 de Damasco, capital de Siria. Ahora vive en el ojo del huracán. En el epicentro del valle de la Bekáa, la comarca libanesa donde se agrupa la comunidad chií y se atrinchera la milicia de Hizbolá. Desde Zahlé se escucha el estruendo de los misiles que están reduciendo a cenizas decenas de poblados de mayoría chií, objeto de la ira israelí desde el pasado septiembre.

Aquí vive la familia de Hanna Qabalan, el investigador libanés que bucea en los manuscritos medievales de los cristianos andalusíes desde el área de Estudios Árabes de la Universidad de Córdoba. Cada día habla por teléfono con sus padres y sus hermanos. Las noticias no son alentadoras. La desolación y el dolor se apoderan otra vez de Líbano, uno de los países más crudamente martirizados de Oriente Medio.

Hanna Qabalan es cristiano católico. En Líbano, la confesión religiosa no es un dato menor. Hablamos de un país multicultural integrado por musulmanes y cristianos, a su vez fragmentados en sunníes, chiíes, drusos, católicos maronitas, melquitas, armenios, ortodoxos o caldeos. Entre 1975 y 1990 padeció una cruenta guerra civil que dejó profundas huellas en el país y hoy vive un precario equilibrio institucional que se reparte el poder entre chiíes, sunníes y cristianos maronitas. En la práctica, Líbano se dirige a una suerte de federación sectaria con una cada vez más debilitada conciencia nacional.

Cuando Hanna Qabalan era un niño, en su edificio vivían chiíes y sunníes en un marco fraternal de convivencia. Hoy en un pueblo musulmán o cristiano es difícil encontrar a miembros de otras comunidades. La geografía confesional se va decantando en zonas cada vez más sectarias y menos multiculturales. Esa fue una de las consecuencias del acuerdo de Taif que puso fin a la guerra civil en 1990 y estipulaba el mantenimiento del equilibrio demográfico de las regiones.

Qabalan estudió en un colegio jesuita, donde paradójicamente la mayoría eran alumnos musulmanes. Sus padres prefieren llevarlos a escuelas cristianas católicas, que garantizan un mayor nivel de formación. De esa época y de la universidad conserva buenos amigos sunníes y chiíes. El barrio donde se crió era de mayoría cristiana y hoy es completamente musulmán. Ahora su familia ya no vive allí. “Antes estaban todas las comunidades más mezcladas, pero ahora cada vez más se agrupan los barrios y los pueblos por confesiones”, asegura sentado delante de un café con leche en la Puerta de Almodóvar.

Hanna Qabalan estudió literatura árabe y se especializó en un centro de investigación. Ahí fue donde contactó con Juan Pedro Monferrer Sala, catedrático de Estudios Árabes de la Universidad de Córdoba para hacer el doctorado sobre manuscritos mozárabes de la comunidad cristiana de Al Ándalus. Primero recaló en Granada en 2020 durante un año. Y luego se instaló en el área de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba. “En Líbano se conoce la literatura andalusí. Allí estudiábamos a Averroes o Ibn Jaldún”, aclara.

Córdoba le recuerda a Damasco, la capital de Siria, donde nació su madre. El laberinto urbano, los callejones estrechos y los innumerables patios cordobeses le evocan la cultura omeya que importó Abderramán I desde Siria. La visión de la Mezquita de Córdoba le produjo un impacto enorme. “Es una pasada”, asegura sobre un monumento excepcional que integra “culturas mezcladas”. Las mismas, por cierto, que articulan su propio país.

El manuscrito mozárabe que investiga se conserva en el Escorial. Se trata de una colección canónica de la iglesia andalusí datada del siglo XI y traducido del latín al árabe, y en cuyos márgenes hay anotaciones en visigodo. El documento, de 800 páginas y 10 volúmenes, contiene decretales pontificios y cánones conciliares hispánicos que se celebran entre el siglo IV y el VIII, cuando los musulmanes conquistaron la península ibérica. Sus páginas describen la liturgia católica, la elección de obispos y las diferencias entre el cristianismo de Oriente y Occidente, en un momento en que los sacerdotes aún se podían casar y tener hijos.

“Los cristianos andalusíes eran bilingües”, afirma Qabalan. “Hablaban en lengua romance y también en árabe”. El manuscrito posiblemente se escribió en Toledo o en Córdoba, aunque no se sabe con exactitud. Y fue precisamente descubierto en el año 1751 por un sacerdote libanés orientalista que vino a España como bibliotecario de El Escorial.

Hanna Qabalan pasa los días trabajando en la Facultad de Letras y pendiente de las dramáticas noticias que llegan a cada instante procedentes de su país. “La situación es terrible. Hay mucha destrucción y más de 1,2 millones de refugiados en diversas zonas cristianas y musulmanas”, explica. La artillería israelí está dirigiendo sus ataques contra la comunidad chií, donde se atrinchera la milicia de Hizbolá. Miles de ellos se refugian en colegios y en iglesias, incluso en medio de la calle.

“Los cristianos están siendo solidarios con los chiíes, siempre con cuidado para no acoger a milicianos armados”, puntualiza el investigador libanés. Zahlé no ha sido atacado por el Ejército israelí, pero sí varios pueblos cristianos del norte. Ante el hacinamiento de población refugiada en muchas zonas, incluida la capital de la Bekáa, se están produciendo recurrentes cortes de agua. En Líbano el suministro de agua corriente no funciona desde hace años y cada edificio o familia tiene instalado un depósito para su propio abastecimiento.

Hanna Qabalan vive con gran preocupación la evolución de los acontecimientos. “Líbano no ha elegido esta guerra. Ni el Gobierno ni la mayoría de la población están de acuerdo con los combates desatados entre Israel y Hizbolá”. La milicia chií, la única que se mantiene armada tras la guerra civil, ha intensificado en los últimos meses sus ataques contra el norte de Israel en apoyo a los palestinos de Gaza. “Ha sido una decisión unilateral”, estima Qabalan.

El investigador libanés tiene una opinión muy negativa sobre la “entidad sionista y colonial” y el papel perturbador que ha jugado en Oriente Medio desde hace décadas. “Israel busca la fragmentación de toda la zona para incrementar su dominio”, argumenta Qabalan, que niega que el Ejército hebreo actúe en “defensa propia” tal como pretexta habitualmente en los foros internacionales. “Israel es el problema. La de Palestina es una causa justa, apoyada también por todos los cristianos libaneses”.

La cuestión que se plantea Qabalan es cómo defenderse de la política “expansionista” de Israel. “¿Nos enfrentamos a Israel con sociedades fragmentadas o con sociedades unidas que tienen un programa y un plan de acción?”, se pregunta en alusión a la secular división confesional de su país. Y añade: “Una sola parte no puede tomar decisiones por los demás e involucrar a Líbano en una guerra que no necesita, cuando además tenemos un ejército nacional libanés”.

En su opinión, el problema de fondo es la “debilidad y el colapso del Estado libanés” derivados de los acuerdos de Taif firmados en 1990 para poner fin a la guerra civil que asoló el país. Desde entonces, Líbano se convirtió en una “federación de sectas” y fue cuando las milicias accedieron al poder. Mientras la mayoría de ellas fueron desarmadas, con el apoyo de Irán, Hizbolá emergió como la “parte más fuerte de la ecuación” y el principal actor político.

El investigador es partidario de la solución de los dos Estados, uno palestino y otro judío, que coexistan en paz y seguridad. Mientras tanto, su país es víctima de una guerra “destructiva” y “sin perspectiva” de remitir a corto plazo. “¿Cuántos años necesitaremos para reconstruir toda esta barbaridad?”, se pregunta desolado.

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