Mujer y cofrade (I): Gema Fernández, primera capataz de Córdoba
El viernes pasado asistió a la igualá de las cuadrillas del paso del Cristo de la Piedad y María Santísima de Vida, Dulzura y Esperanza Nuestra, de la hermandad de Las Palmeras, con una perspectiva y función distinta a la habitual. Gema Fernández tuvo la tarea de igualar a los costaleros y costaleras de la cofradía como mano derecha de Luis Maya, lo que la convierte en la primera mujer capataz de Córdoba. Éste es un hecho histórico en la Semana Santa de la ciudad, donde ya había existido una mujer contraguía en la Virgen de la Encarnación, pero nunca una capataz.
Y es que aunque la Real Academia Española acepta el término capataza, Gema Fernández no se siente cómoda con esa palabra y prefiere que la llamen capataz con el artículo “la” o la palabra “mujer” delante. Se trata, como se ha dicho, de la primera fémina que desempeñará esta función en las cofradías cordobesas. Lo ha logrado, a sus 31 años, esta joven peluquera que está casada y es madre de dos hijos. Antes de aceptar el cargo, que le ofrecieron tras la Semana Santa de 2018, consultó con su familia y fueron ellos los primeros que la animaron a decir que sí.
Vecina del barrio Guadalquivir, aunque criada entre Miralbaida y Santa Rosa, donde sus padres tenían un negocio, es cofrade desde pequeña de la hermandad de la Merced, donde ha salido en varios puestos como nazarena. Más tarde entró en la cuadrilla de la Virgen de la Encarnación, donde sigue como costalera, función que también desempeña en la Virgen del Socorro y de la Cabeza. Al Cristo de la Piedad llegó hace cinco años. Allí se encontró una gran familia que “me abrió las puertas de su casa, es una gente humilde y buenísima”, indica Gema a EL CIRINEO.
Desde que se hizo público su nombramiento todo han sido felicitaciones y buenos deseos por parte de muchas personas, tanto del mundo del martillo como de fuera, que se han dirigido a ella. “Estoy contenta porque he tenido muy buena aceptación aunque con el tema de ser mujer no sabía cómo iba a reaccionar la gente”. Pero todo ha ido bien. Además, como le dice su capataz titular, no debe tener miedo porque si le han propuesto el cargo “es por algo”. Aunque ella piensa que le ha tocado como podría haber sido otra persona, porque cree que “hay muchas mujeres capacitadas” para hacer lo que ella hará.
Sobre quién le ha enseñado, señala que tiene “grandes maestros”. “En la cuadrilla de la Encarnación empecé con Javier Pérez y tengo muchos amigos que me están ayudando con sus consejos, si te digo nombres no termino”, comenta. Pese a todo, y aunque para ella son bienvenidos los consejos, Gema quiere tener sello propio y no quiere parecerse a nadie en concreto. “Quiero ser yo misma, educar como me han educado para hacerlo lo mejor que pueda”, dice.
La joven es consciente de la importancia de que por primera vez exista una capataz delante de un paso porque, precisa, “esto marca un antes y un después en el mundo cofrade, el día de mañana será un referente para que la mujer siga adelante”. De hecho, le encantaría que más hermandades den ese paso y haya más mujeres capataces. Opina que se ha tardado mucho en que una mujer ocupe el puesto que va a tener ella, aunque no sabe el porqué. “No sé si otras hermandades no lo han hecho antes por miedo o por el qué dirán, no sabría responder, porque yo pienso que se podría haber dado el paso antes”.
La igualá ostentando el cargo de segunda capataz del paso del Cristo de la Piedad el pasado viernes fue muy bien para ella. “Tuvimos una gran aceptación”, indica, tanto por la cuadrilla de mujeres como por la de hombres, como ella intuía que iba a ocurrir pues, ya antes de que se produjera la cita que da inicio a los ensayos, Gema señalaba a este medio que no pensaba que los hombres se tomaran mal que los mandara una mujer, sino “con alegría”. Es más, está segura de que “se van a volcar conmigo porque en la hermandad hay gente muy humilde, gente de corazón que es una piña”.
0